Isabel Aguilera

Presidenta de TwinDocs y exdirectora de Google

lugar de nacimiento: Sevilla

edad: 50

“El hambre de salir adelante es la ayuda más importante”

¿Qué tres consejos le han sido más valiosos en su vida profesional?

He recibido muchos, porque he tenido mentores, jefes, compañeros y amigos muy buenos profesionales, personas y excelentes ejemplos a seguir. Mi padre me repetía constantemente que planificara algún tiempo para pensar y aprender continuamente. Otros los he leído, como el de “tienes la obligación de estar en forma física”, y algunos los he vivido en mi experiencia profesional: “Ejecución, ejecución, ejecución”, refiriéndose al secreto del éxito de las empresas.

Ha pasado por diferentes compañías. ¿Dónde se ha sentido más a gusto?

Me siento a gusto en la intersección entre innovación, creatividad tecnológica y reto. Me ha llegado el momento del emprendimiento. Cuando más estoy disfrutando es ahora, creando nuevas iniciativas empresariales como Twindocs, mi consultora, abcVC, y otras que están en cartera.

¿Cuál es su siguiente reto profesional?

Creo que vamos a vivir en una crisis permanente de competitividad. Los mercados grandes cuentan con enormes ventajas competitivas por su demanda interior respecto a los más pequeños y dependientes del comercio global. En ese contexto, quiero que TwinDocs y mis otros proyectos tengan éxito internacional.

¿Por qué cree que no ha habido ninguna mujer presidenta del Gobierno o directora de un gran diario?

Hemos avanzado bastante, pero todavía quedan instituciones, directivos y líderes de opinión por cambiar, aunque en algunos casos tenga que ser generacionalmente. Tenemos excelentes presidentas en alguna comunidad y en alguna revista de tirada nacional. No estamos tan lejos.

¿Está a favor de las cuotas?

En ese tema paso continuamente por todas las opiniones, desde el no tajante al sí para los cargos públicos, pero no a la interferencia en la decisión de las empresas privadas. Cada vez admiro más a las compañías que lo hicieron antes de que se les obligara, sus acciones hablan y hablarán por sí solas.

¿La conciliación existe en la alta dirección?

No quiero para las mujeres ningún privilegio, sino igualdad real, empezando por la salarial, que resuelve muchos problemas de conciliación y que a veces son tan solo logísticos, y por nuestra parte tendremos que asumir la multitarea, la pluralidad de intereses. Es cuestión de establecer prioridades, de planificación y de no ser perfeccionista en exceso.

¿Hay un liderazgo femenino?

No. En términos de estrategia, gestión de riesgos, identificación de oportunidades, logro de resultados o políticas de comunicación, he conocido muy buenos y no tan buenos, líderes masculinos y femeninos. Las diferencias son mínimas, si acaso las mujeres somos más conscientes de las oportunidades que nos ofrecen y tendemos hacia la sobrerresponsabilidad, incluso hacia nosotras mismas, como si tuviéramos que demostrar que nos las merecíamos.

¿Cómo ve la crisis?

Cualquiera vale para los buenos tiempos, pero cuando las cosas se ponen difíciles tenemos que sacar la raza que llevamos dentro. El talento es, más que nunca, una necesidad cuando toca alcanzar el máximo resultado con los mínimos recursos disponibles. Es la hora de innovar, de monitorizar tendencias y abastecer necesidades existentes y latentes, apalancados en las nuevas tecnologías como el cloud computing, la movilidad o las redes sociales. Puede ser el revulsivo que necesitábamos para salir de la zona de confort en la que nos habíamos apoltronado.

¿Qué haría si fuera una joven que no tuviera hoy trabajo en España?

La juventud ha recibido la mejor educación, tiene más acceso a la información, ha conocido mundo, pero como contrapartida tiene la responsabilidad de aumentar nuestra competitividad. Tenemos que desterrar la política del pelotazo, el miedo al ridículo o al fracaso y la envidia a los que tienen éxito. Las ayudas son importantes, pero el afán de superación, el hambre de salir adelante, es la ayuda más importante. Haría lo que estoy haciendo, emprender, innovar, complicarme la vida para hacer algo nuevo o ganar eficiencias o rendimiento en algo existente, aprovechando lo recibido e intentándolo devolver con generosidad para hacer un mundo mejor.