Hoy, cuando ya en otro siglo, en otra tesitura histórica y en un muy distinto clima ideológico podemos al fin gozar en español de Franziska Linkerhand.

En la nueva edición de Paidós releo embebido Tristes trópicos de Claude Lèvi Strauss, como si fuera un texto embrujado, pretendiendo ser científico.

Se sigue oyendo por todas partes el aullido de la manada, aunque por todas partes también otras voces se alzan, y ya no es la voz de la cándida ovejita del cuento, sino el grito de la mujer herida. 

Como ejercicio espiritual para estas fechas navideñas recomendaría leer a John Ruskin; arrodillados, eso sí, sobre las piedras de Venecia. 

Tuve el privilegio –muy relativo– de conocer, en algunos países del bloque comunista europeo, a algunos delatores, al servicio de la Seguridad del Estado.