Bélgica espumosa

04 / 10 / 2017 Matthias Arnold
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Hay pocos países del mundo donde la cultura cervecera esté tan firmemente arraigada.

En el casco antiguo de la capital belga, Bruselas, la magnífica Grand Place está rodeada de edificios históricos de la época barroca que en el pasado albergaban a los gremios de artesanos de la ciudad. Uno de esos gremios agrupaba a los cerveceros y en la actualidad es la sede central de la mayor asociación de cerveceros de Bélgica. En la ciudad de Brujas, al oeste de Bruselas, la cerveza literalmente corre debajo de la ciudad a través de una tubería que canaliza la bebida alcohólica de una fábrica central de cerveza a una planta embotelladora en la periferia de la ciudad. 

Para tener una idea de lo importante que es la cerveza desde el punto de vista cultural, cabe recordar que la Unesco incluyó el año pasado la cerveza belga en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un honor que no ha sido concedido ni siquiera a la vecina Alemania, con su larga tradición cervecera. Según la Unesco, los fabricantes belgas elaboran casi 1.500 diferentes tipos de cerveza. 

Sin embargo, el presidente de la Asociación de Cerveceros de Bélgica, Jean-Louis van de Perre, dice que el reconocimiento de la Unesco no tiene nada que ver con los números. “Se trata de nuestro producto como tal, de las formas de producir, servir y consumir la cerveza”, explica. “Casi cada marca tiene su propio vaso y las modalidades de fermentación son interminables”. La ola de cerveza artesanal también ha llegado a Bélgica, con un aumento explosivo de pequeñas fábricas para la elaboración de cervezas especiales, “que gozan de gran popularidad entre los jóvenes”, señala el presidente de la asociación de cerveceros. [DPA]  

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