Obituario para el recuerdo y la nostalgia
El semanario ocupará un lugar importante en la historia de ese periodismo que despertó con el fin de la dictadura.
Desde hace ocho o diez años han proliferado una variedad de obituarios fruto de la revolución tecnológica. Son obituarios que no afectan a personas, sino a proyectos, ilusiones e historia viva. Son obituarios que dejan huella y que se están produciendo con una frecuencia y una velocidad que potencian la nostalgia y el recuerdo de tiempos pasados y de un esplendor que ya no volverán.
Hoy el lector tiene entre sus manos un recuerdo de esa nostalgia, el obituario de un semanario, Tiempo, que marcó la historia de España hasta ayer mismo, en que los cambios producidos por la revolución tecnológica están provocando la desaparición progresiva, e implacable, de la prensa de papel, el boom de los periódicos digitales, e, incluso, el cierre de los quioscos, hasta el punto de que los diarios terminarán vendiéndose en las farmacias.
Pero quien escribe estas líneas, que dirigió este semanario durante diez años, un semanario que apareció por primera vez en los quioscos como suplemento de Interviú (otro triste obituario) dirigido por un gran periodista, Julián Lago, no quiere, ni lo pretende, hacer la apología del fallecido, convencido de que ocupará un lugar importante en la historia de ese periodismo español que despertó con la desaparición de la dictadura. Quedará grabado el nombre de “Tiempo” y de quienes hemos venido haciéndolo durante casi 36 años. Por eso hay en este número una relación de la redacción que ha aguantado hasta el final, así como otra lista de colaboradores y columnistas.
Las columnas, al fin y al cabo, son mensajes en una botella lanzada a un mar de lectores sin rostro o un conjunto de datos u opiniones que sirven para el contexto de la historia que se escribe ya que, según el gran Ryszard Kapuściński, nuestro oficio es el de “buscadores de contexto”. “Siempre creí –sostiene el gran periodista polaco– que los reporteros éramos buscadores de contextos de las causas verdaderas que explican lo que sucede en nuestro mundo”.
Al fin y al cabo los periodistas somos simplemente contadores de historias y buscadores de contextos y, probablemente, hemos abandonado esas dos ideas fundamentales. Los semanarios, a los que he dedicado veinte años de mi vida, son el producto más difícil de hacer y van sucumbiendo por la revolución tecnológica, pero, también, por la propia crisis de las empresas informativas, por el papel protagonista de los responsables económicos y financieros de los medios, frente a los periodistas y editores y, por los profesionales que no hemos sabido sobrevivir entre tanta información que está produciendo una falta de información, la carencia de grandes historias, la forma de contarlas y... la ausencia de contexto.
*José Oneto fue director de Tiempo de 1987 a 1996.