21-D: pelea a muerte entre Puigdemont y Junqueras

07 / 12 / 2017 José Oneto
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La pésima relación entre el huido Puigdemont y el encarcelado Junqueras podría provocar una curiosa situación: un Govern presidido por el primero y otro por la candidata de ERC.

Cuando este número de Tiempo esté en la calle, ya habrá comenzado la campaña electoral del 21-D, las elecciones con las que el Gobierno pretende llevar la paz a Cataluña, aunque lo más probable es que esa paz sea difícil de alcanzar, y la comunidad, intervenida por el Gobierno central, siga dividida en dos mitades irreconciliables: los catalanes que se consideran solo catalanes y que creen que tienen que ejercer el derecho a decidir, y los que, aun considerándose catalanes, se consideran también españoles, y que saldrán en masa a la calle para defender su postura en las urnas, algo que habían dejado aparcado hace años, ante la ofensiva del independentismo, que, en estos comicios aparece dividido e, incluso, enfrentado.

Dos figuras se disputan el poder de ese independentismo que, tras dos años de Gobierno, se presenta a las elecciones con un programa diferenciado, pocos puntos en común y dos posturas claramente enfrentadas en la forma de afrontar el independentismo que, digan lo que digan, no piensan aparcar. Esas figuras no se pueden ni ver y han mantenido duras luchas durante la legislatura, especialmente en los días finales, en el momento de la declaración de independencia. Uno, es el exvicepresidente del Gobierno de Junts pel Sí (JXS) y presidente de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Oriol Junqueras. El otro es expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, del PDECat.

Uno, Puigdemont, huyó a Bruselas para no enfrentarse a la Justicia por graves delitos de rebelión, sedición y malversación de caudales públicos, donde el pasado lunes día 4 estaba previsto el correspondiente juicio de extradición a España solicitada por el Gobierno español. Para evitar comparecer ante la Justicia española, el molt honorable president se ocultó en el vehículo de su esposa, cambió tres veces de coche con la ayuda de, al menos, cuatro agentes de los Mossos d´Esquadra y emprendió camino al aeropuerto de Marsella para coger un vuelo a Bruselas, sin que su propio partido supiese nada. Desde allí viene desarrollando una intensa actividad política y de propaganda, sin ser recibido por nadie, repitiendo que es el presidente de la República Catalana en el exilio, desplazado del poder por un artículo de la Constitución que, según él, es un golpe de Estado que ha hado el Gobierno español, aunque todos los miembros de su gabinete lo aceptan. Cada vez más aislado, su estado de ánimo cambia a diario y lo mismo anuncia que hay que convocar un referéndum para que Cataluña salga de Europa (el Catalexit) que presenta en público a la UE como un club de países decadentes, incapaces de reconocer la independencia de Cataluña.

El otro, Oriol Junqueras, en vez de huir se presentó ante la jueza de la Audiencia Nacional junto con siete de los consejeros investigados por rebelión y sedición, y desde la cárcel dedica la mayoría de su tiempo a la oración (es profundamente religioso y católico) y a contestar las numerosas cartas que recibe. Consciente de su situación, ha delegado en la secretaria general de su partido, ERC, Marta Rovira, como candidata a la presidencia de la Generalitat por si la investigación de los delitos le vuelve a llevar a la cárcel. No se entiende con Puigdemont desde hace meses y la situación se ha agravado por la actitud del fugado de formar una “lista del presidente” en contra del criterio de su propio partido, que no ha intervenido en su confección y que ha empezado a restringir sus gastos en Bruselas, que se incrementarán durante la campaña. Solo en abogados lleva gastado más de medio millón de euros. Uno en Bruselas, y otro en Estremera o en Barcelona, si es puesto en libertad, la verdad es que no se entienden entre otras cosas porque Puigdemont, pase lo que pase, incluso si gana Esquerra Republicana de Catalunya, pretende ser el president, en vez de Marta Rovira. Con lo que puede producirse un fenómeno inédito de bicefalia: un Gobierno presidido por Carles Puigdemont y otro presidido por la candidata de Esquerra. Por otra parte, los acuerdos programáticos entre los dos, que iban a ser extensos, han quedado en nada.

Desde hace semanas se han venido publicando algunos sondeos que lo dejan todo como estaba. Para muchos es una sorpresa después de todo lo que ha pasado. Esas encuestas apenas se desvían del resultado de las elecciones de 2015, sin reflejar los efectos de la división entre los dos dirigentes independentistas. Los bloques independentista y constitucionalista sumarían los mismos votos que hace dos años. Estos pronósticos deben tomarse con cautela, porque es complicado encuestar en un clima tan polarizado. Pero tampoco son una sorpresa: el equilibrio entre bloques viene de lejos en Cataluña.

La última encuesta de Metroscopia realizada para El País vaticina que el Parlamento catalán que saldría de los comicios autonómicos arrojaría un empate en votos de los bloques independentista y constitucionalista: ambos lograrían un 46%, mientras que en las elecciones de 2015 el independentismo logró un 47,7% y los tres partidos netamente constitucionalistas sumaron un 39,1% (aunque el no a la independencia superó entonces el 50% al integrar a los comunes). Además, el secesionismo podría perder la mayoría absoluta por un escaño.

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