El largo y muy enrevesado día después

07 / 12 / 2017 Jesús Rivasés
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Junqueras y sus abogados “confiaban” en el juez Llarena porque, aunque conservador, es catalán, medio vive en Cataluña y tiene allí parte de su familia. Se equivocaron. 

Oriol Junqueras, salvo sorpresa de última hora, no estará en la campaña electoral del 21-D. El juez Pablo Llarena ha decidido que debe seguir en la cárcel, junto a los JordisSánchez y Cuixart– y al exconseller de Interior Joaquim Forn. El magistrado, además de que en el fondo duda de los “arrepentimientos” o “acatamientos” a la legalidad de Junqueras y Forn, los relaciona con los hechos violentos que llevaron a los Jordis a prisión. En el Tribunal Supremo no hay unanimidad sobre la decisión de mantener a Junqueras y Forn en Estremera, pero sí coincidencia en que los hechos de los que se les acusan son “muy graves”, sin olvidar, por otra parte, que nadie –salvo los acusados y sus abogados– esperaba una resolución radicalmente opuesta a la de la jueza Carmen Lamela, que fue la que decidió encarcelar al vicepresidente catalán y a los consellers que no huyeron a Bélgica.

La decisión del juez Pablo Llarena, meditada durante todo un fin de semana, condiciona inevitablemente una campaña electoral en la que, salvo en plasma o en holograma, no participará sobre el terreno Carles Puigdemont, otro de los candidatos. Las elecciones se celebrarán con todas las garantías y su resultado será legítimo y sin rastro de duda, pero sí serán –gane quien gane– unos comicios atípicos, en los que nadie parece capaz de medir ahora el impacto que pueda tener el que haya un candidato en la cárcel y otro huido de la Justicia.

Oriol Junqueras, que “ha mezclado mesianismo y religión con política” como apunta Javier Ybarra en una de sus eruditas y sugerentes reflexiones “calientes”, tuvo que apechugar al mismo tiempo con una prolongación de su estancia en la cárcel y con la encuesta del CIS que afirma que Inés Arrimadas y Ciudadanos ganarían las elecciones y votos, aunque empatarían en escaños. Junqueras dudaba, pero confiaba en  Llarena para volver a Cataluña, previo pago de fianza. Jordi Pina, abogado de los consellersJordi Turull y Josep Rull, que sí han obtenido la libertad bajo fianza, quizá sin darse cuenta dio la clave. Pina se sorprendía de que un magistrado que ha vivido en Cataluña y va allí con mucha frecuencia –es donde tiene parte de su familia– pueda haber dictado un auto como el que mantiene encarcelados a Junqueras, Forn y los Jordis. No era el único, porque había quienes pensaban que Llarena, como catalán, por conservador que sea, iba a permitir que el líder de ERC estuviera en libertad para inaugurar la campaña de su partido, al lado de una Marta Rovira que no acaba de dar la talla, como notan en sus propias filas.

La encuesta del CIS que preside Cristóbal Torres ha sido otro mazazo para Oriol Junqueras, casi tan grande como permanecer en la prisión de Estremera, ahora mucho más solo. Las últimas profecías demoscópicas del CIS no se cuentan por éxitos espectaculares. A pesar de todo, son quizá el mejor oráculo en vísperas electorales y, por eso, el jefe de ERC está preocupado, muy preocupado. Sabe que es muy complicado, prácticamente imposible que, con esos datos, Inés Arrimadas sea presidenta de la Generalitat, pero no puede admitir que un partido españolista sin complejos gane en votos en la “proclamada república catalana” de la que habla Marta Rovira y en la que insistió una y otra vez en el cara a cara que mantuvo –y perdió– con la cabeza de lista de Ciudadanos en el programa de Jordi Évole.

Las previsiones del CIS, como las de todos los demás gurús demoscópicos, prevén un día después muy enrevesado en Cataluña en donde, además, todo puede decantarse hacia un lado o hacia otro por un pequeño puñado de votos. Los independentistas de Junqueras (ERC), Puigdemont (Junts per Catalunya) y Carles Riera (CUP) no tienen fácil revalidar la mayoría absoluta, al margen de sus propias broncas, a las que hay que añadir las de Puigdemont con su propio partido originario, el PDECat. El bloque unionista, que de bloque no tiene tanto, en el que habría que colocar al PSC (Miquel Iceta), Ciudadanos (Inés Arrimadas) y PP (Xavier García Albiol) está todavía más lejos de la mayoría absoluta en el caso de que llegaran a votar por un mismo candidato, algo que todavía habría que ver. En ese escenario, todo quedaría en manos de los comunes-podemitas de Colau-Iglesias, con Xavier Domènech de candidato. Las encuestas no les favorecen, pero los colocan de árbitros de la situación, lo que complica el paisaje después de las elecciones. Si en la legislatura pasada, la CUP que encabezaba Anna Gabriel tuvo la sartén por el mango con diez escaños, lo mismo puede ocurrir con CeC-Podem con apenas nueve diputados. Las comunes-podemitas, cuyos primeros espadas Pablo Iglesias y Ada Colau viven sus mejores momentos, querrán vender caro su apoyo o abstención a quien sea, lo que puede implicar el desarrollo y aplicación de algunas de sus más disparatadas políticas, sobre todo en el terreno económico, precisamente ahora que en Cataluña empiezan a emerger –en forma del mayor aumento del paro en ocho años– las consecuencias de los excesos independentistas del procés, leyes de desconexión, incidentes callejeros y “república proclamada” incluida. Y si la incertidumbre continúa tras el 21-D, la salida de empresas de Cataluña se agravará aún más. Será un largo y muy enrevesado día después.

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