El tenis atrae más vips que los toros
El Master 1.000 de Madrid reúne más famoseo en su semana que la feria de San Isidro a lo largo de todo el mes de mayo. Lo justifican diciendo que los grandes matadores actúan los últimos días, mientras que el Open pasa en un soplo.
Días de no parar socialmente, todo sea por dejarse ver justificándolo con las fiestas isidriles. Impacta que el tenis reúna más famoseo durante su semana de citas que la fiesta nacional a lo largo de todo mayo. Lo justifican con que los grandes matadores actúan los últimos días mientras el Open pasa en un soplo. Allí se vio aunque no admiró a una Paula Echevarría llamando la atención y causando risas por el despropósito de su traje nada idóneo para sentarse en las gradas. Largo hasta los pies en casi túnica repleta de ramajes añorando los bosques. Solo le faltaba Bustamante, de quien no aclara futuro ni si volverán a formar pareja. Destacó por mal gusto. Aunque apoyada por Elena Furiase, Loles León, Patricia Montero y Florinda Amor. Penélope Cruz casi se le equiparó al presentar sus bolsos con un receñido traje blanco que debía realzar su estupenda figura mostrando hombros. Logró lo contrario, porque de sus zapatos de ante negro sobresalían los talones rasposos, lamentable descuido, y en espalda y brazos, fofas mollas impropias de una estrella.
Fueron el menos de nuestras más en semana infartante donde eligen míster España al bilbaíno Rubén Castillejo, Carmen Martínez-Bordiú por fin acaba con su ladrillero millonario, Vicky Martín Berrocal cesa como presentadora televisiva, oferta primero ofrecida y rechazada por la muy sensata Tamarita Falcó, y Álvaro Muñoz Escassi ha sido dejado por su esposa, la riquísima venezolana tan afín a Chávez. Jornadas festeras con tradicionales rosquillas “listas y tontas” donde Sonsoles Díez de Rivera marcó cómo se viste bajo la mantilla española. Pasmó al turismo concurrente a Las Ventas realzando su Pucci eterno combinando morados y fucsias parece que como la infanta Elena superados los tradicionales lunares igual que la marquesa de la Vega de Anzo.
Castizos piropos
Delgada, estilizada y con elegancia casi puso en pie a los aficionados que podría encarnar el popular Lucio bajo gorrilla chulapona. No le falta chulería y soltó castizos piropos al trío de la Llanzol. Momento aplaudido por Ana Obregón bajo blusón rojo en un tendido significado igual que Cristina Cifuentes ya sin flores rojas en el rubio pelo suelto. A Manuela Carmena, reconocida antitaurina, ya la abuchean sin recato ni respeto. De ahí que para realzar al Santo en plan descreído optó por vestir de negro animado con rojo mantón de los llamados de Manila, que hoy se cotizan hasta a 2.000 euros en las subastas capitalinas. Fernando Sánchez Dragó y Albert Boadella, de lino cremoso, destacó por su pelo platino. Juan Palacios, que tiene contratados a nuestros astros anunciando sus relojes, vistió la uniformadora corbata, mientras Emiliano Suárez, previsor, optó por chaleco de plumas, nada que ver con la deportividad del rey don Juan Carlos, recibido con estruendosa y agradecida ovación antes de sentarse en el palco de toriles. Lo prefiere al más alejado palco real que ya nadie ocupa: Felipe VI no tiene afición y a Letizia le da repelús, me aseguran los palaciegos.
La tarde patronal no tuvo orejas ni una socorrida vuelta al ruedo. Curro Díaz, Paco Ureña y el aupado López Simón –precioso su traje de luces tabaco y oro, elegancia máxima– ante los azulones que sus creadores bautizan renovando el colorista catálogo. Eso avivó la curiosidad de Anita: “Fíjate qué nuevas denominaciones para colores de siempre”, reparó curiosa: sangre de toro y oro, azul rey, espuma de mar y azabache, obispo y plata.. ¿Y qué me dices de cómo se llaman los bichos a lidiar, una preciosidad de nombres: Liricoso, Tondador, Escandaloso –“eso eres tú”, la señalaban descaradamente–, Sedero o Rondador. “Cuánto lirismo”, ensalzó.
“Los ganaderos son poetas en la sombra y se enamoran de sus bichos definiéndolos como negro listón, jabonero o negro salpicado”, aventuró. No sé si los expertos remarcarán en sus crónicas la ya infrecuente reverencia de la infanta Elena a su soberano y adelgazado padre, más ovacionado que los mataores. Afirmaban que Penélope y Paz Vega, bellísima ante Rafa Nadal, se afincan definitivamente en España tras la intentona hollywoodiense. La primera salió disparada y esquinada tras sus desafortunados o casi racistas comentarios sobre el lobby judío. Error, inmenso error que paga caro, oyó decir Carolina Cerezuela, también embobada con su tenista cual Anita Boyer con Verdasco, al que sigue mundo adelante con fervor no solo amoroso, acaso compartido por un irreconocible Cristiano Ronaldo coquetamente rubio ante el asombro de su colega, el igualmente cotizado Sergio Ramos. Justificaba la ausencia de Pilar “porque quedó con la criatura”. Enterneció.
Varapalo eurovisivo
Algo impensable, o más bien imposible, en nuestro eurovisivo Manel Navarro y sus cero points conseguidos no solo por soltar un gallo de los que no oye Bibiana debutando en el Liceo. Hace el mismo personaje mudo pero vistoso que antes encarnó el insuperable pero olvidado genio argentino de Pawlosky.
El indecible varapalo eurovisivo del rizado catalán revive viejos rencores, la época en que basábamos nuestros fracasos arguyendo que “Europa no nos quiere”. Aún nos podía el patriotismo, incluso en casos tan indefendibles como el de Eurovisión. Ahora dicen que lo escogieron a dedo prefiriéndolo a Mirela. Persiste el amiguismo como en los mejores tiempos de Arturo Kaps, durante muchos años capitoste de esta selección en que nuevamente naufragamos como ya lo hizo Remedios Amaya por poner un caso terrorífico. Navarro se justifica con que “acaso como autor e intérprete no soy muy eurovisivo”. Al recurso de que prefieren la música norteña se impuso el romanticismo portugués en balada como para Sergio y Estíbaliz. Viví los tiempos en que nuestra participación se guisaba en los entonces importantísimos estudios barceloneses de Miramar, donde reinaba con poder total Kaps, que decían compraba votos a cambio de vacaciones en Mallorca. Logró los primeros puestos del La,la,la de Massiel o el ¡Vivo cantando! con que Salomé rompió su fama de baladista además de perder veinte kilos y convertirse en rubia como el fracasado Manel.
Navarro ha sido el peor representante de nuestra historia eurovisiva, zurraron las Azúcar Moreno que quedaron novenas mientras Karina fue segunda cursi pero cálida con En un mundo nuevo. Canciones que siguen ahí, históricas y tarareadas, como el Estando contigo de Conchita Bautista, la única que, protegida o más por Kaps, nos representó varios años igual que el Raphael de Yo soy aquel y Hablemos del amor. Aún resuenan en el rumbero Canta y sé feliz de Peret, o Bailemos un vals de José Vélez, que en su hotel de París descubrió pasmado qué es el beso negro. O el eterno Eres tú de Mocedades y la presencia de Betty Missiego en Israel, donde quedó segunda por culpa del voto español. Bochorno. No olvidamos el Gwendoline, estudiado lamento de Julio Iglesias en Ámsterdam, donde le hicieron un rompedor traje de terciopelo turquesa con los bolsillos cosidos para que no metiese sus inexpresivas manos. Pero lo catapultó al mundo por el convencimiento de Alfredo Fraile, el hacedor luego traicionado. Julio ensayaba por estrategia publicitaria envuelto en una manta, truco que hoy no podría atribuirse a la enfermedad del barbudo y tierno Salvador Sobral, ganador portugués a dúo con su hermana.
El túnel del tiempo
Parecía el túnel del tiempo casi al sesentero ritmo de Mercie, cherie, de Udo Jurgens; Muñeca de cera, defendida por France Gall; o Muñecos en la cuerda, perdurable éxito de Sandie Shaw. En el 69, hace casi cincuenta años –cómo pasa el tiempo–, Salomé creó problemas al compartir su primer premio con Lenny Kurh y Le trovador, Un jour, un enfant de Frida Boccara y el marchoso Boong band a band de la Lulú rival de Cliff Richard. Pensando que la triunfadora Portugal, tan al Sur del Sur, no concursó el año pasado por falta de recursos, cabría preguntar qué harán el año próximo, cuando les toque organizar en Lisboa o acaso en Oporto que tanto recuerda el Dublín en que Karina compitió tras desbancar en un concurso a Rocío Jurado, que ahí se destapó como símbolo sexi exhibiendo escotazos, alguno censurado, porque la tele de entonces reparaba en esas cosas.
Pasaporte a Dublín encauzó a la Chipionera como moderna por encima de su calidad de tonadillera única. La tele actual la recuerda gracias a su hija Rocío Carrasco y también por las impertinentes alusiones de Gloria Camila, adoptada generosamente para darle gusto a Ortega Cano, su segundo esposo tras el campeonísimo Pedro Carrasco en el que se refugió consolando las incesantes infidelidades de Enrique García Verneta, luego cuñado de Salomé que casó con su gemelo de idéntico pedigrí. Fue su gran amor y representante catorce años.