Un movimiento islamófobo sacude Alemania

29 / 01 / 2015 María Laura Aráoz (dpa)
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El meteórico ascenso de un movimiento islamófobo ha causado un terremoto político en Alemania, evocando las épocas sombrías del nazismo en las que los germanos marchaban masivamente en contra de una minoría.

Miles de personas salen a la calle cada lunes para protestar contra la presunta creciente influencia del islam y demandar freno a la llegada de inmigrantes y refugiados. 
 
 Las marchas de los llamados "Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente" (Pegida, por sus siglas en alemán) tienen su epicentro en Dresde, una ciudad del este del país con sólo un 0,4 por ciento de musulmanes y un 4,1 por ciento de extranjeros, pero también se han extendido en menor medida a otras ciudades.
 
 Las protestas comenzaron a mediados de octubre con escasos 150 manifestantes y fueron atrayendo semana tras semana a más gente para alcanzar a principios de enero el récord de 25.000. 
 
 Alemanes de clase media, empleados y jubilados acuden a las concentraciones, además de neonazis y funcionarios de partidos ultraderechistas.
 
 Con consignas racistas contra musulmanes y refugiados, pero también contra la "prensa mentirosa" -un término usado en el nazismo- y "los traidores de la clase política"-, el movimiento antiislámico ha hecho saltar las alarmas.
 
 La respuesta ciudadana no se hizo esperar y las contramarchas poblaron de forma multitudinaria las ciudades en favor de una sociedad abierta y tolerante. Una de las señales más simbólicas fue la decisión de la majestuosa Catedral de Colonia de apagar sus luces para no servir de telón de fondo a los islamófobos.
 
 Los atentados terroristas del 7 de enero contra la revista satírica "Charlie Hebdo" y un supermercado judío en París por parte de fundamentalistas islámicos reforzaron al movimiento en su cruzada contra el islam y le depararon la mayor afluencia registrada hasta ahora.
 
 Días más tarde, la agrupación sufrió un serio revés al renunciar su principal dirigente, Lutz Bachmann, investigado por presunta instigación al odio. 
 
 El ex convicto por tráfico de drogas y robo publicó en su página de Facebook insultos a extranjeros y refugiados y colgó una foto posando con bigote y peinado al estilo del dictador Adolf Hitler. De nada sirvió la explicación de que se trataba de una "broma".
 
 Los principales partidos políticos condenaron las protestas xenófobas de forma categórica. La canciller Angela Merkel instó a sus compatriotas a no seguir a los que abrigan "prejuicios, incluso odio" en el corazón y fue categórica: "El islam es parte de Alemania".
 
 Sin embargo, cada vez más alemanes, un 57 por ciento, perciben el islam como una amenaza, pese a que la gran mayoría de musulmanes se siente plenamente integrada en el país, señala un estudio de la Fundación Bertelsmann, que atribuye este temor en parte a la radicalización de centenares de jóvenes musulmanes en suelo alemán.
 
 El rechazo ya es palpable para la comunidad musulmana, compuesta por cinco millones de personas, en su mayoría turcos. "Las ofensas a los musulmanes, con frecuencia a las mujeres que llevan pañuelo, el vandalismo contra las mezquitas y la violencia hacia los imanes están a la orden del día", sostuvo Aiman Mazyek, presidente del Consejo Central de los Musulmanes de Alemania. 
 
 Las encuestas entre los manifestantes de Pegida arrojan que sus protestas no sólo se sustentan en el temor al islam, sino en general en un descontento difuso con la clase política, que ahora enfrenta la disyuntiva de ignorarlos o dialogar con ellos. 
 
 Hasta ahora, los partidos no han tenido contacto formal con Pegida con excepción de la eurocrítica Alternativa para Alemania, deseosa de pescar votos en aguas del movimiento.
 
 Aun así, desde la distancia los xenófobos empiezan a marcar la agenda. Políticos como el secretario general de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel, Peter Tauber, y la líder opositora de Los Verdes Katrin Göring-Eckardt demandaron una ley de inmigración pese a que tres cuartas partes de los inmigrantes provienen de la Unión Europea. 
 
 Y a pesar de que entre los países de origen de los inmigrantes, el único de fe mayoritariamente musulmana, Turquía, figura en décimo lugar.
 
 Hasta ahora no se puede explicar la razón de la fuerza del movimiento precisamente en Dresde. La ciudad a orillas del Elba era llamada "el valle de los despistados" porque su posición geográfica impedía la llegada de la señal de la televisión de Alemania Occidental durante el comunismo.
 
 Otros creen que la destrucción casi total de esta ciudad llena de monumentos barrocos en la Segunda Guerra Mundial creó una especie de mito en torno a Dresde y llevó a sus habitantes a defender con más vehemencia sus tradiciones.

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