Kobane, resucitar de entre las ruinas

05 / 02 / 2015 Jan Kuhlmann (dpa)
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Los combatientes kurdos han logrado expulsar a los yihadistas del Estado Islámico (EI) de Kobane, en el norte del país, muy cerca de la frontera con Turquía. Pero el precio ha sido muy alto: gran parte de la estratégica ciudad, convertida en símbolo de la resistencia contra el EI, está destruida y muchos niños han quedado traumatizados. Los combates han terminado pero sus habitantes siguen viviendo en estado de excepción.
 
 Cuatro hombres se precipitan rápidamente escaleras abajo en la clínica de urgencias: en el sótano, llaman a los médicos, no hay tiempo que perder. En su regazo llevan a una mujer en uniforme con la cara manchada de sangre. Gime muy bajito, casi inconsciente.
 
 Pero aún peor está un segundo herido que los ayudantes levantan en una camilla. Ambos lucharon en el frente a las afueras de Kobane contra los extremistas del Estado Islámico (EI). Y ahora son los médicos los que deben luchar por sus vidas.
 
 El doctor Hikmat Ahmad acude rápidamente a ver a los heridos, poniéndose precipitadamente unos guantes de goma. Al igual que toda la ciudad, este hombre de 45 años vive en una especie de estado de excepción, desde que el EI iniciara hace cuatro meses su asalto a Kobane.
 
 Tras duros combates, los combatientes kurdos consiguieron liberar finalmente la ciudad de los yihadistas, pero en los alrededores la guerra sigue rugiendo, sin dejar ni un minuto de tranquilidad al doctor Ahmad y al resto de profesionales sanitarios.
 
 Los médicos han tenido que ver muchas cosas en los últimos meses: metralla en el rostro, balas en el cuerpo, combatientes a los que no pudieron ayudar y se murieron en sus manos... En algunos momentos los yihadistas apretaron el cerco sobre la ciudad y obligaron a la clínica a mudarse cuatro veces.
 
 Ahora, la instalación ha acabado en un sótano, con chillonas luces de neón en el techo, y con una estufa que huele a petróleo y que debe combatir el frío húmedo en invierno.
 
 "El trabajo aquí es muy difícil", comenta el doctor Ahmad. Para los suministros básicos de los pacientes la clínica está aceptablemente dotada con material y medicamentos almacenados en estanterías.
 
 Además se ha habilitado un pequeño espacio para operaciones de urgencia. Al final del acceso al sótano hay dos habitaciones para enfermos donde los heridos pueden recuperarse. Aunque las camas se agolpan con un espacio mínimo entre ellas.
 
 Pero cuando los heridos están muy graves, los doctores deben tener especial cuidado, porque entonces falta dotación médica. Al doctor Ahmad le gustaría tener un aparato de rayos X o un tomógrafo computerizado. También un laboratorio facilitaría mucho las cosas.
 
 Pese a las dificultades, nunca pensó en abandonar: "Incluso cuando oía los disparos y granadas tenía esperanza en ganar la guerra", cuenta.
 
 La ciudad ha sido reconquistada por los kurdos, pero el precio de la victoria ha sido extremadamente alto: la fuerte artillería de los extremistas, los combates en las calles y los ataques aéreos de la coalición internacional han convertido una gran parte de la ciudad en una montaña de escombros de piedra y grava. Barrios enteros han sido arrasados hasta sus cimientos. 
 
 Sin olvidar las heridas que la guerra ha dejado en las almas de los habitantes de la ciudad: miles de civiles resistieron durante los combates, entre ellas familias con hijos e incluso con bebés. "Todos hemos sufrido con los combates", cuenta el médico. "La guerra ha traumatizado a muchos niños.
 
 Ahora los kurdos intentan sobrevivir entre los escombros. El suministro de agua y electricidad ha colapsado y las infraestructuras están destrozadas. No hay tiendas, mercados, restaurantes... sólo destrucción. 
 
 Por eso los kurdos piden la creación de un "corredor humanitario" que permita suministrar a la ciudad con lo más básico una petición dirigida sobre todo a Turquía. Y es que lo que Kobane sigue necesitando debe venir de allí, porque la ciudad sigue rodeada por los yihadistas por todas partes.
 
 Pero en Kobane se oye una y otra vez que los turcos apenas permiten que entre ayuda en la ciudad: las autoridades turcas retuvieron una nueva ambulancia en la frontera durante cuatro semanas, cuenta Martin Glasenapp, trabajador de la organización humanitaria Medico International en Alemania, la que donó el vehículo. Sólo esta semana se le permitió la entrada en la ciudad. "Aquí todos esperan urgentemente que la frontera se abra y el embargo se relaje", cuenta.
 
 El portavoz de los kurdos, Idriss Nassan, advierte del peligro de una "catástrofe humanitaria" si no llega rápidamente ayuda a la ciudad.
 
 Sin ayuda exterior, la reconstrucción de Kobane será imposible. Miles de personas han perdido todo lo que lograron en sus vidas. Como Amar Bakar, de 37 años, conductor de bomberos, que llegó a su barrio para ver cómo ha quedado la casa que él mismo construyó.
 
 Costó 20.000 dólares, cuenta, mucho dinero para una ciudad pobre como Kobane. Sin embargo nunca pudo mudarse a la casa con su familia, porque antes de eso la atacaron los yihadistas.
 
 Ahora los muros están destrozados y en el lugar donde una vez hubo paredes sólo hay sacos de arena unos encima de otros, un símbolo de que allí se combatió fieramente. 
 
 Sin embargo, el bombero no se deja avasallar: "Lo hemos perdido todo, pero hemos recuperado nuestra ciudad". 

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