El momento de actuar
Los nacionalistas catalanes violan la legislación, desobedecen a los tribunales y desafían al Gobierno. Cabe preguntarse por qué no se aplica el artículo 155 de la Constitución.
Hace unos pocos días participé en un acto organizado por la Asociación de exDiputados y exSenadores para recordar las primeras elecciones democráticas de junio de 1977. Se celebró en un salón del Congreso de los Diputados y al concluir un buen número de personas se acercó a felicitar a los oradores. Una señora me expresó la satisfacción que había sentido al escuchar mi discurso y sin preámbulos añadió “yo a usted le he odiado toda mi vida”. Pues señora, que le aproveche, porque el odio alimenta a algunas personas, y destruye a otras muchas. Me expuso la razón de su odio. “Usted siente una gran inquina contra Cataluña”. Le expliqué, con gran paciencia, que estaba en un gran error, que sentía admiración y simpatía por Cataluña, pero que tal vez ella se confundía con mi crítica a la actuación de algunos partidos nacionalistas. Saltó: “Yo soy nacionalista”. Era de un partido que ya no está.
Nunca ha sido para mí tan evidente la labor de demolición de los valores democráticos ejecutada por los nacionalistas y por sus cómplices. Quedaba claro el efectivo desgaste de la convivencia de muchos catalanes tras una tenaz e inmisericorde política de hacer confundir la más elemental crítica a la actuación del nacionalismo con un ataque brutal a Cataluña y a sus habitantes.
La pregunta que puede plantear cualquier observador imparcial es ¿cómo han logrado que tantos catalanes acepten esa manipulación? La respuesta es, a la vez, clara, amplia y compleja. Es que el Gobierno de la Generalitat y las organizaciones que han propiciado y sostenido han puesto al servicio de esa mentira todos los medios, los recursos económicos y las energías de las entidades públicas y de algunas privadas. Hay que añadir que otros, que no son nacionalistas, han apoyado con su colaboración o su dejar hacer a la locura nacionalista. Han repetido durante años la infamia de “España nos roba”, cuando los ladrones estaban en la casa nacionalista. El Gobierno de España y los partidos políticos han preferido no dar la batalla, y cuando no se da la batalla, esta se pierde.
Algunos pretenden que se podrían calmar las ansias secesionistas aceptando ese extraño ser artificial “España, nación de naciones”. Solo una pregunta ¿de cuántas naciones? Nadie contesta.
Los nacionalistas lo resuelven con una solemne bobería: nación es cuando lo dicen los pobladores. Imaginemos que los cartageneros dijesen que son una nación, ¿pasan a serlo? Elijo este caso porque están ahora haciendo declaraciones para alcanzar el estatus de provincia.
Los nacionalistas, ¡un Gobierno!, repetidamente violan la legislación, desobedecen a los tribunales, desafían al Ejecutivo con preguntas como “¿qué van a emplear, la fuerza?”. No, hay que emplear la ley.
Sibilinamente han dejado de hablar de separatismo o de soberanía, ahora ya solo hablan de defender la
democracia, pero están dando un golpe de Estado. En contra lo que ellos proclaman, el único franquismo activo que queda en España lo representan los dirigentes nacionalistas, pero esto no lo dicen los otros partidos políticos, atemorizados ante la actitud de los nacionalistas, que no paran en barras a la hora de violar leyes y las reglas de convivencia. Repugna la aparición de carteles señalando personalmente a dirigentes de otros partidos como enemigos de Cataluña y pidiendo que se les trate como tales. Las patrullas nazis hacían lo mismo en la década de los años 30 del pasado siglo. Parece ser que un fiscal lo va a estudiar, sin embargo, no hay mucho que estudiar, la coacción y la amenaza están claras.
El punto cimero del acobardamiento ante la práctica insurreccional del nacionalismo se encuentra en el temor que les produce a muchos la aplicación de la Constitución. Hablo de los que argumentan de continuo la defensa de la Constitución, menos... del artículo 155. Sienten una verdadera aversión a su aplicación. Pues sepan los atemorizados que ese artículo fue favorablemente votado por los nacionalistas cuando se redactó la Constitución.
¿Qué dice el artículo 155 de la Constitución?
1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
Caben pocas dudas en el caso del primer supuesto. La Generalitat de Cataluña ha incumplido las obligaciones que han dictado los tribunales, incluido el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, y ha llegado a desobedecer las sentencias del Tribunal Constitucional.
En cuanto a que su actuación atente gravemente contra los intereses de España, basta considerar los contactos internacionales para lograr apoyos de Gobiernos e instituciones supranacionales para celebrar un referéndum ilegal, con la guinda del pastel: calificar a España de Estado autoritario. Resulta patético contemplar a ese grupo de políticos enredados en la tela de araña de la corrupción, buscando desesperadamente librarse de la Justicia española por un procedimiento insólito, desconectando a Cataluña de España para librarse de la prisión.
Con este panorama jurídico, político y constitucional, ¿por qué no se aplica el artículo 155? Fue redactado, y aprobado por todos, para el caso en que alguna comunidad autónoma incurriese en el incumplimiento de las obligaciones que imponen las leyes y la Constitución o actuase de forma que atente gravemente al interés general de España.
Es evidente que estos supuestos se dan en el caso de la Generalitat de Cataluña. No es fácil comprender por qué no se aplica la Constitución. Enseguida aparece la martingala del choque de trenes. Los nacionalistas y el Gobierno de España estarían empeñados en una confrontación, un choque de trenes, obcecados cada uno en sus posiciones. Pero esta es una metáfora falsa y engañosa. Solo hay un tren, desbocado, con pilotos alobados, en una carrera desesperada, y enfrente, un Gobierno paralizado, incapaz de utilizar los instrumentos democráticos que la Constitución pone a su disposición.
¿Existe alguna razón poderosa que justifique, al menos que explique, por qué no se pone en marcha la Constitución contra los excesos de los secesionistas? Si existe, el Gobierno debería exponerla, pues se hace cada día más difícil entender su parálisis ante la manifiesta rebeldía del nacionalismo catalán contra las leyes.
Ahora han llegado al descaro de los más ladinos delincuentes, todo lo hacen mediante órdenes verbales para que no quede en los escritos las pruebas del delito.
¿No ha llegado el momento de actuar?