La España que teme a Marine Le Pen
Las medidas proteccionistas y la determinación del Frente Nacional en querer sacar a Francia de la moneda única aterran a Rajoy y al conjunto de la clase política española... salvo a Vox.
Más de 7,6 millones de franceses votaron el pasado domingo a Marine Le Pen, la presidenta del Frente Nacional (FN), y para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales es muy posible que la extrema derecha gala consiga el mejor resultado en sus cuatro décadas de existencia. El resultado final del 7 de mayo puede estar más apretado de lo que algunos analistas vaticinaron inicialmente tras la victoria de Emmanuel Macron en la primera vuelta tras ver que otros candidatos, como el conservador François Fillon y el socialista Benoît Hamon, se apresuraban en dar su apoyo al candidato centrista liberal. Un sondeo de Paris-Match publicado el lunes indicaba que el 20% de los votos de la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon irían a parar a Le Pen y la candidata del FN no ha parado en lanzar guiños a los votantes de Mélenchon para que le den su apoyo dentro de una semana. Su último gesto de moderación ha sido abandonar la presidencia del partido. El propio candidato de la Francia Insumisa ha recibido críticas por negarse a dar consignas de voto para el 7 de mayo y varios politólogos ya sitúan a la candidata del FN en la horquilla del 40%.
Le Pen comparte con Mélenchon posturas antieuropeístas y su deseo de dinamitar la regulación laboral vigente. En 2012 cosechó un 17,9% de los sufragios (6,4 millones de votos) y ahora ha elevado el listón hasta el 21,3% con los citados 7,6 millones de papeletas. Su padre, el fundador del FN, sigue siendo un incómodo protagonista para muchos en Francia, aunque su capacidad de influencia ha decaído notablemente en el último quinquenio. Mientras que Jean-Marie Le Pen se declaraba “nacionalista liberal”, su hija defiende postulados de la izquierda como la jubilación a los 60 años si se han cotizado 40, las 35 horas semanales o el aumento del sueldo de los funcionarios. Ella se ha declarado una “patriota social” en la campaña para diferenciarse de su padre y, sobre todo, para evitar comparaciones odiosas con el término “nacional-socialista” de la Alemania nazi. Y no hay que olvidar que el 30% de los votantes del FN son obreros, muchos de ellos comunistas desencantados que tienen miedo a que los trabajadores foráneos les quiten sus empleos. Marine Le Pen defendía en 2012 que su primera medida en caso de llegar al Elíseo sería la creación del Ministerio de la Soberanía para sacar a Francia del euro en el plazo de “seis u ocho meses” y recuperar a continuación el franco. Ahora ha aparcado la propuesta de este singular ministerio, pero no su empeño en que su país abandone la moneda común, una decisión que provocaría un terremoto en Europa, especialmente en España, y que podría llevar a cabo con inusitada rapidez gracias a las prerrogativas que tiene el jefe del Estado en Francia en virtud de la Constitución de 1958 del general Charles de Gaulle (ver recuadro en la página 49).
Según un estudio del Deutsche Bank, la llegada de la líder de la ultraderecha francesa al Elíseo provocaría una sacudida en el tipo de interés de países como España o Italia y los dejaría en los niveles de 2011. Además, las bolsas europeas caerían un 10% y el euro se depreciaría respecto al dólar y las otras monedas de referencia, el yen japonés y el franco suizo.
La promesa estrella de Le Pen con la salida francesa del euro provocaría una acusada pérdida de competitividad para el país vecino y los expertos coinciden en que la consecuencia más inmediata sería una devaluación de la nueva divisa, que podría alcanzar entre el 30% y el 40%. La prensa económica gala ya ha hecho recomendaciones a sus lectores más adinerados para que protejan sus activos financieros y el producto estrella son los contratos de inversión que se ofrecen desde la vecina Luxemburgo. Además, el presidente del Banco de Francia, François Villeroy, advirtió de que una salida francesa del euro supondría que la financiación de la deuda pública francesa le costaría al país alrededor de 30.000 millones de euros suplementarios en intereses. Y ello con la posibilidad de que una buena parte de los tenedores de deuda –en su mayoría extranjeros– harían todo lo posible para que sus contratos no pasasen del euro al nuevo franco. Una situación que ya se vivió en Argentina en 2001 a raíz del corralito financiero.
El Centro de Estudios Prospectivos e Informaciones Internacionales (Cepii) señaló en un estudio publicado en marzo que una salida de Francia del euro implicaría un reajuste de los tipos de cambio con los otros países miembros, y que si bien el nuevo franco se devaluaría con respecto a Irlanda, Alemania, Holanda y Luxemburgo, se apreciaría con el resto de países, entre ellos, España. En términos de comercio exterior, Francia saldría perjudicada con el nuevo franco porque mientras al primer grupo van dirigidas el 45% de sus exportaciones en la Eurozona, al segundo –los países del sur y del centro de Europa– van destinadas el 55%.
Le Pen ha subrayado durante la campaña su firme voluntad de restablecer un “patriotismo económico y un proteccionismo inteligente” en su país, que se asemeja a los planes que está imponiendo Donald Trump en Estados Unidos. Entre las 144 medidas que incluye el programa del FN está “la independencia soberana y monetaria”, seguida a medio plazo de un referéndum sobre el futuro de Francia en la Unión Europea. El llamado Frexit sería la tumba para el proyecto europeo.
El interés hacia España por parte de las empresas francesas ha aumentado un 2,3% este año, hasta situar a nuestro país como el tercer mercado más importante del mundo para las compañías galas. Nuestro país recibe el 7,3% de las exportaciones francesas (32.500 millones de euros), solo por debajo de Alemania y Estados Unidos y por delante de vecinos como Italia y Reino Unido. Además, Francia es el primer cliente para las empresas españolas, con un 15,5% de las exportaciones a nivel mundial, según un estudio de la Cámara Oficial de Comercio de España en Francia (Cocef), lo que sitúa al vecino como cuarto país más importante del mundo para las compañías españolas. En términos más concretos, cinco sectores absorben el 70% de las inversiones francesas en España: el comercio (26,3%), la industria (15,2%), la construcción (12,5%), las actividades profesionales (10,3%) y las inmobiliarias, con un 5,6%.
Uno de los objetivos de Le Pen es que las grandes empresas galas deslocalizadas regresen a Francia. En Cataluña, por ejemplo, están afincadas 667 compañías francesas, así que estarían en juego miles de puestos de trabajo. El FN diseña la relocalización de dichas compañías “con una serie de medidas fiscales para ser competitivos y repatriar un cierto número de sectores productivos”, según dijo vagamente en campaña Louis Alliot, uno de los lugartenientes de Le Pen. ¿Cuál sería el impacto de tales medidas para España?
El sector más expuesto a los planes de la extrema derecha gala sería el del automóvil. De las 185 empresas foráneas que hay en España ligadas al mundo de la automoción, un total de 32 son francesas. De ahí que apenas unas horas después de conocerse que PSA Peugeot Citroën compraba por 2.200 millones de euros la alemana Opel a la estadounidense General Motors (GM), el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pidió que le pusieran en contacto con Carlos Tavares, el presidente de la compañía gala que ha revolucionado el sector del automóvil con este golpe de mano.
El Grupo PSA cuenta con dos fábricas en España, en las ciudades de Vigo y Madrid, mientras que Opel dispone de una en Figueruelas (Zaragoza). Tras la conversación telefónica, Tavares envió un mensaje de tranquilidad a los trabajadores españoles de todas las marcas de su nuevo grupo. “Estén tranquilos”, dijo Tavares en español durante la conferencia de prensa organizada en París junto a la responsable ejecutiva de GM, Mary Barra. Tras ello, enfatizó que PSA tiene una “implantación muy fuerte en España” con sus factorías de Vigo y Madrid, al tiempo que subrayó que “todas las calidades que tiene el país” son las que le han permitido que la producción automovilística haya aumentado estos últimos años. Por eso, repitió a los trabajadores que tengan calma porque el gigante galo busca la eficiencia por encima de los avatares políticos: “En España tenemos colaboradores de calidad”, hizo hincapié Tavares. Otro de los sectores españoles afectados por la llegada al poder del FN sería el agrícola, ya de por sí expuesto de forma cíclica a los desmanes de la agricultores galos en la frontera. Le Pen ha ofrecido en campaña un apoyo masivo al campo francés y ha advertido al sector vitícola de su país que acabará con la práctica que se ha extendido en los últimos años en algunas bodegas de mezclar sus caldos con vino español a granel durante el proceso de fermentación sin modificar luego la denominación de origen. En el terreno migratorio, Le Pen ha anunciado que una de las primeras medidas con las que comenzará su mandato si llega al Elíseo sería la suspensión de los acuerdos de Schengen de libre circulación de personas y mercancías. El restablecimiento de los controles en las fronteras nacionales sería la primera de las diez medidas que aplicaría en sus dos primeros meses de Gobierno para “responder a la urgencia económica, social y de seguridad” del país. Un golpe demoledor para España, de ahí que el Gobierno de Rajoy y el resto de la clase política española –salvo Vox– vea con terror la posibilidad de que Le Pen gobierne en Francia.
La dictadura constitucional del artículo 16. “Las leyes guardan silencio en tiempo de guerras”, escribió Cicerón durante la expansión territorial de la República romana. Algo parecido piensan ahora en el Frente Nacional para aprobar algunas de sus medidas más impopulares si llegan al poder. Los asesores de Marine Le Pen han puesto los ojos en el controvertido artículo 16 de la Constitución de la V República de 1958, que confiere al presidente de la República unos poderes excepcionales durante un mínimo de un mes. Es la llamada cláusula de la dictadura, pues permite la instauración de la llamada dictadura constitucional.
¿Qué dice ese artículo 16 que ideó el general De Gaulle? “Cuando las instituciones de la República, la independencia de la Nación, la integridad de su territorio o el cumplimiento de sus compromisos internacionales estén amenazados de manera grave o inmediata y el funcionamiento regular de los poderes públicos constitucionales esté interrumpido, el Presidente de la República tomará las medidas exigidas por tales circunstancias”.
El jefe del Estado únicamente tiene que solicitar el parecer no vinculante del primer ministro, los presidentes de las Cámaras legislativas y el del Tribunal Constitucional, así como anunciar su decisión al país mediante un mensaje, cuyo plazo y forma no se precisan. Es decir, el presidente puede por su propia autoridad y sola voluntad, sin requerirse el consentimiento ni aprobación de ningún otro órgano público, arrogarse plenos poderes y erigirse en dictador constitucional.
Las únicas garantías que exige la Constitución gala son la prohibición taxativa al presidente de que disuelva la Asamblea Nacional (potestad de la que goza en situaciones de normalidad) y la exigencia de que el Parlamento siga reuniéndose de forma normal, lo que podría llevar a que las Cámaras acusasen al presidente de alta traición por violación manifiesta de la Carta Magna si el mandatario se sobrepasa en sus funciones.
El artículo 16 solo se aplicó en Francia una vez, en el año 1961, para responder a la revuelta de los franceses contrarios a la independencia de Argelia. El presidente De Gaulle firmó entonces una serie de decretos que ampliaron el plazo de detención previa, la modificación del Código Penal, la constitución de un Alto Tribunal Militar encargado de juzgar los actos de rebeldía y la censura de cualquier documento o comunicación que ayudase a la rebelión de los pieds noirs. En 2008 una reforma constitucional estableció un cierto control parlamentario una vez trascurridos 30 y 60 días de aplicación del citado artículo 16.
Francia vive ahora bajo el estado de excepción desde los atentados yihadistas de diciembre de 2015 y la medida finaliza el 15 de julio, de modo que varios constitucionalistas han advertido que si Marine Le Pen vence en la segunda vuelta electoral del 7 de mayo podría invocar el artículo 16 para proceder a la salida de Francia del euro sin necesidad de contar con el aval parlamentario, ya que la Asamblea está disuelta hasta las elecciones legislativas de junio.
El partido Vox se lepeniza. La formación Vox ha pisado el acelerador a la hora de identificarse con los valores de la extrema derecha en Francia. El partido que preside Santiago Abascal felicitó el domingo a Marine Le Pen por pasar a la segunda vuelta en las elecciones francesas y destacó que la candidata del Frente Nacional (FN) haya superado en votos a François Fillon y Benoît Hamon juntos, los candidatos conservador y socialista. “De nuevo, como en el Reino Unido con el sí al brexit, en Colombia con el no a la rendición de Santos ante las FARC, y el triunfo de Trump en EEUU, la sociedad da la espalda al mundialismo del establishment y demuestra su capacidad de decisión frente a los consejos interesados de los grandes medios de comunicación”, indicó Vox, que abrió su sede madrileña para que los simpatizantes del FN festejasen el segundo puesto en la primera vuelta de las presidenciales.
Este partido, creado en 2013 y que intenta restarle votos al PP por la derecha, ha sido el único en España que ha apoyado claramente a Le Pen en las elecciones francesas por “su defensa de la soberanía nacional, la protección de la identidad cristiana de Europa y la reacción frente a la dictadura de la corrección política y contra las propuestas socialdemócratas planteadas por el resto de los candidatos”.
El propio Abascal viajó en abril a Montpellier con otros miembros de la dirección de Vox para acompañar a Le Pen en un mitin en esta ciudad del sur de Francia y allí mantuvo la reunión al más alto nivel que han tenido ambas formaciones hasta el momento. La candidata del FN trasladó al líder de Vox la importancia de una “alternativa patriota” en España que se consolide antes de las elecciones europeas de 2019. “Tenéis todo nuestro apoyo”, enfatizó Le Pen.
Tras el encuentro, Santiago Abascal vaticinó que los resultados de las elecciones francesas serán “trascendentales” para el futuro de Europa. “Suponen elegir un modelo de civilización: el de las naciones libres que no aceptan el islam y defienden el derecho de las naciones a decidir su futuro, frente al modelo del mundialismo salvaje, que trata de imponer sociedades multiculturales, arruinando a las clases medias, y que no cree ni en las fronteras ni en la soberanía de los pueblos”, señaló el presidente de Vox.
Este partido español, que rozó el acta de eurodiputado en los comicios de 2015, ha mantenido en los últimos meses encuentros con partidos europeos de ultraderecha. Gracias a ello, Abascal participó en febrero en la cumbre Libertad para Europa, celebrada en Coblenza (Alemania) junto al Frente Nacional de Marine Le Pen, la Alternativa por Alemania de Frauke Petry y el Partido de la Libertad de Geert Wilders, que quedó segundo en los comicios holandeses que se celebraron en marzo.