El fantasma de la sed amenaza a España

03 / 10 / 2017 Luis Calvo
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A pesar de que se esperan lluvias en noviembre y diciembre, la situación de los embalses empieza a ser preocupante. La España verde también se reseca.

Camiones cisterna. Los vecinos de Fuente de Piedra (Málaga) recogen agua en agosto para consumo humano. Foto: Jorge Guerrero/ Getty

Entre enero de 1991 y diciembre de 1995 España vivió uno de los periodos más intensos de sequía que se recuerdan. Se encadenaron 56 meses de precipitaciones escasas, en algunas partes de España, sur y central, casi inexistentes. En todo el periodo, solo un mes rompió la tendencia. Media España se empezó a morir de sed. Hubo cortes de agua para consumo humano y restricciones en el riego. El impacto económico sobre la agricultura y la ganadería fue dramático. Los pantanos se quedaron casi en el caudal ecológico, aquel que impide extraer agua. Cuando por fin llegó la lluvia en el invierno de 1995, la situación empezaba a ser crítica con solo un 26,38% de agua embalsada.

Hoy, el miedo a la sed vuelve a correr por el país. Aunque el descenso en las precipitaciones no ha sido tan pronunciado ni tan sostenido como en los 90 la situación de los pantanos españoles empieza a acercarse peligrosamente a aquella. Las reservas caen rápidamente y están ya muy por debajo de la media de los últimos diez años (ver gráfico en página 36). Después de una primavera y un verano excepcionalmente calientes, se empiezan a repetir las imágenes de los campanarios de pueblos sumergidos elevándose a través de las aguas. Y en esta ocasión afecta también con severidad al norte peninsular, con menos capacidad de embalse, donde las escasas lluvias no han bastado para compensar el consumo y la evaporación. Por primera vez en mucho tiempo, la España verde, la que disfruta todo el año de la humedad cantábrica, empieza a pasar sed. 

Los embalses, en mínimos

Los pantanos españoles contienen al cierre de este reportaje solo el 39,4% de su capacidad, un 27% menos que la media de los últimos diez años y un porcentaje muy parecido al de 1991. Pero más preocupante si cabe es que en los últimos doce meses, sin un descenso excesivamente pronunciado de las precipitaciones (solo un 13% menos que la media), ha perdido 7.149 hectómetros cúbicos, un 12,8% de su capacidad. 

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