"Desaparecidos en España", un libro sobre el drama que no cesa
En la era de la comunicación, del ojo que todo lo ve y de la exposición pública de lo privado, el periodista y sociólogo español Roger Pascual se preguntó un día cómo es posible que alguien desaparezca de la faz de la tierra y nunca se llegue a saber lo que le sucedió. ¿Cómo puede alguien esfumarse sin dejar rastro?
Y según datos que había recabado, eso es precisamente lo que sucede con el casi siete por ciento de las 14.000 personas que desaparecen al año en España. Sus familiares nunca llegarán a saber qué les pasó a los suyos, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los casos (93 por ciento), que se resuelven satisfactoriamente, y con una minoría (0,6 por ciento), que concluye en muerte.
"Los desaparecidos son los grandes olvidados de nuestra sociedad", afirma Pascual, que recogió nueve de esos casos y las múltiples y no siempre satisfactorias respuestas a sus preguntas en "Desaparecidos en España", un libro que, con prosa ágil y sin sensacionalismo, aborda el asunto de los desaparecidos españoles a través de los ojos de familiares, policías, psicólogos y periodistas.
La obra surgió inspirada por la desaparición en Sevilla de Marta del Castillo en 2009: tenía 17 años, iba a reunirse con su ex novio y nunca más volvió. El joven confesó haberla matado y haber tirado su cuerpo al río. Luego, cambió su confesión en varias ocasiones y el cadáver de Marta nunca apareció.
Las circunstancias del caso conmocionaron a la sociedad española, que rememoró otro suceso fatal: el de las niñas de Alcàsser en 1992. Entonces, tres adolescentes de entre 14 y 15 años de este pueblo de la Comunidad Valenciana, en España, fueron secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas en una noche de fiesta. Sus cuerpos tardaron 75 días en ser hallados, pero los detalles más escabrosos del terrible suceso se sacaron a la luz en platós de televisión durante meses.
Los casos de Marta del Castillo y de las niñas de Alcàsser burlaron el anonimato y se instalaron, durante un buen tiempo, en las portadas de diarios e informativos. La mayoría, sin embargo, no trasciende.
"Mantener esa incertidumbre de por vida es muy duro, una bomba atómica para la familia, que ve sus relaciones afectadas y nunca llega a sobreponerse del todo", afirma el periodista catalán, tras haber hablado de la cuestión con varios psicólogos.
"Durante años, sentí envidia de los familiares de las víctimas de atentados terroristas, porque ellos sabían lo que había sucedido con los suyos y podían enterrarlos. En nuestro caso, la incertidumbre es peor que la muerte", constata, con crudeza, Salvador Domínguez.
Su hijo, Alberto, desapareció en Cullera (Valencia) en septiembre de 1998. Y sólo su persistencia se lo devolvió, sin vida, casi una década después, en junio de 2007, después de que su cadáver fuera localizado en una fosa común en Nueva York.
"Fui yo quien lo encontró. Es lo que tiene que hacer un padre. Como no había quien me ayudara decidí hacerlo por mi cuenta y tengo la satisfacción personal de haberlo conseguido yo. Lo logré a base de perseverancia, porque entonces se hacía bastante menos de lo que se hace ahora y ahora se hace bastante poco", relata Salvador Domínguez en "Desaparecidos en España".
Pascual ilustra la situación con una metáfora marinera: "los familiares permanecen en una playa casi desierta cuando la gran ola mediática llega a la arena. En ella, sólo quedan amigos y familiares que, a diferencia de los lectores, no pueden pasar página". Pascual destaca, no obstante, que la repercusión de algunos de los nueve casos que recoge en su libro y la incansable lucha de los familiares de los desaparecidos han contribuido a una mayor sensibilización de la sociedad y de los cuerpos de seguridad.
"En 1997, la búsqueda de Cristina Bergua en un vertedero de Cornellà (Barcelona) con ocho efectivos se paralizó porque alguien filtró que su coste ascendía a 50 millones de pesetas -unos 300.00 euros-. Hace bien poco, la búsqueda de Marta del Castillo se reabrió por cuarta vez, con 240 personas participando en ella. Cada vez hay más empatía hacia estos temas, que ya no se frenan por dinero", expone Pascual.
Según cuenta en "Desaparecidos en España", el padre de Cristina Bergua tuvo mucho que ver en la creciente sensibilización de la sociedad española. Sin apenas recursos, este hombre fundó Inter-SOS, una asociación que no ha dejado de presionar a las autoridades para que no abandonen los casos de los desaparecidos de larga duración.
"Gracias a su presión (...) se estableció un protocolo de actuación y los diferentes cuerpos policiales empezaron a compartir sus bases de datos", explica Pascual. Hasta entonces, cada cuerpo policial mantenía sus registros, que eran desconocidos para los restantes. Y el protocolo de actuación dependía del lugar de la desaparición y, sobre todo, de la sensibilidad del policía que recibía la denuncia.
Hoy, existe incluso un Sistema de Alerta por Desaparición de Alto Riesgo (SADAR), que se activa en caso de desapariciones "muy inquietantes de menores", según se apunta en el libro, y que permite enviar "unos 7.000 correos para que se puedan colgar carteles con la foto y los datos en todo el territorio".
El SADAR se sirve de internet, un elemento fundamental en la positiva evolución de esta problemática: las redes sociales son un fabuloso vehículo para difundir el mensaje de la desaparición, aunque no exento de riesgos.
"Hoy, a través de las redes sociales, una imagen puede recorrer el mundo en cuestión de horas y eso es un gran avance, aunque las redes también den rienda suelta e impunidad a los bromistas macabros", abunda el autor de "Desaparecidos en España", que también reflexiona sobre el papel de los periodistas, sus colegas de profesión.
"Los medios de comunicación son fundamentales para dar la máxima difusión a las desapariciones y para que la policía no desista, pero, al tiempo, pueden ser un problema: pueden arruinar líneas de investigación, poner en alerta a secuestradores y asesinos y aumentar el dolor de los familiares escarbando en el morbo, como ha sucedido muchas veces", lamenta el autor.