Cataluña contra Cataluña o el retorno de las dos Españas
¿Le saldrá gratis al secesionismo haber activado el mayor proceso de confrontación social y decadencia económica desde la muerte de Franco?
Lo ocurrido con las obras de arte del Monasterio de Villanueva de Sijena es un ejemplo de la puerilidad autodestructiva de la política catalana, de la medianía y hasta mezquindad de algunos de sus dirigentes. Desgraciadamente, la que fuera modelo de diálogo y entendimiento se ha convertido en prototipo del populismo más cínico y ventajista. Todo vale con tal de seguir alimentando ese victimismo tan rentable y fingido. La política catalana es la que aplaude que un expresidente de la Generalitat califique de “expolio a Cataluña” la devolución de un patrimonio, tras 21 años de trámites judiciales, arramblado a los aragoneses con anómala opacidad. Y si no aplaude, calla. La política catalana es la que acepta, sin apenas capacidad de respuesta, que el insustituible debate sobre el bienestar ciudadano que debiera protagonizar una campaña electoral decaiga en favor de la estrategia tuitera de un manipulador sinsustancia como Carles Puigdemont.
El 21 de diciembre los catalanes tienen la oportunidad de cambiar las cosas, de elevarse por encima de la mediocridad reinante y recobrar la autoestima. Probablemente, estén ante la decisión individual, y por extensión colectiva, más trascendental de cuantas han tomado hasta ahora en el terreno de la política. Una decisión que va a marcar su futuro durante años; quién sabe si décadas. Para bien o para mal. Y que no deberían resolver sin antes responderse a ciertas preguntas: ¿desean el fin del procés o no? ¿Están dispuestos a asumir el riesgo de precipitarse por largo tiempo en una suicida caída libre en lo económico y en lo social? ¿Consideran urgente, o no, iniciar el proceso de reconstrucción de la convivencia? ¿Creen fundamental recuperar el seny u optan por echarse definitivamente al monte?