Mercados anestesiados
Es extraño el año en el que no se asiste a uno o varios episodios de incertidumbre que ocasiona movimientos de cierta consideración en el conjunto de los índices bursátiles. 2017 ha sido una excepción.
La principal característica de los mercados financieros este ejercicio ha sido la escasa volatilidad.
En los últimos quince años, el S&P 500 ha tenido de media 99 días en los que la pérdida acumulada desde el máximo anterior era de al menos el 3%. En 2017 la caída máxima no alcanza dicho porcentaje en ningún día.
Los principales riesgos considerados al inicio del año no se han materializado: las elecciones presidenciales y legislativas francesas y las alemanas no han ocasionado las temidas turbulencias; los temores a la implantación de políticas proteccionistas de Trump tampoco se han materializado; el riesgo geopolítico, principalmente con la amenaza nuclear de Corea del Norte, recuerda al cuento del lobo, incluso el día que un misil atravesó territorio japonés el Nikkei subió; el ciclo económico no solo no se ha desacelerado, sino que ha cogido impulso; la inflación sigue bajo control. Eventos que podrían haber ocasionado incertidumbre se han minimizado, como el rescate al Monte dei Paschi di Siena, la caída del Popular o la situación en Cataluña. Sin duda, la intervención de los tipos, a corto y a largo plazo, por parte de los bancos centrales tiene mucho que ver con esta anestesia de los mercados.