Dylann Roff, el asesino de Charleston
Estos días ha saltado a las portadas de la prensa mundial el asesinato múltiple de marcado tono racista ocurrido en Carolina del Sur. Un joven de 22 años, hasta ahora con una vida anodina, con arrestos policiales por delitos menores, introvertido, mal estudiante y por la información que nos llega consumidor de sustancias (entre ellas psicofármacos que conseguía sin receta), ha “ejecutado” un macabro plan dando muerte a nueve victimas inocentes mientras rezaban.
Lo que le ha llevado a actuar como lo ha hecho requiere un análisis psicopatológico exhaustivo y pormenorizado, pero a primera vista parece que el joven norteamericano tenía una ideación sobrevalorada, cuando no delirante, de odio y de inquina contra los sujetos de raza negra. El protagonista de este nuevo capitulo de la “América profunda” parece tener una estructura emocional desequilibrada y claramente patológica. Sus pensamientos no son objetivos, ni mucho menos ponderados, ni tan siquiera mínimamente lógicos. Estaríamos por tanto ante la “locura con mayúsculas”.
Estoy convencido que el cerebro de Dylann está gobernado por creencias irracionales, pensamientos mágicos, y, sobre todo, impregnado de una afectividad catatimica (exagerada y distorsionada), que le ha generado un estado de animo enfermizo y consecuentemente unas conductas abyectas, y, como hemos visto, claramente dañinas.
Lo que ha hecho Dylann Roff es una acto absurdo, cruel, atroz, y psiquiátricamente irrebatible a cualquier razonamiento lógico. El cree que ha actuado bien, que lo que ha hecho es lo que debía de hacer para combatir al “poder negro”, para liberar a los “blancos” de la “contaminación” que supone la raza negra “inferior” y tan importante en Estados Unidos. Nuestro protagonista, es un enfermo, un ser claramente desquiciado, enajenado y absolutamente perturbado por unas ideas no sólo falsas, sino cargadas de una agresividad y una rigidez incuestionable.
Lo acontecido en Carolina del Sur es la expresión minoritaria de un tipo de enfermedad mental grave. Yo no tengo la mínima duda de que estamos ante una conducta psicótica de larga evolución, que por lo que nos cuentan se inicia a los 17 años y que ha pasado desapercibida hasta que ha debutado claramente con un “zarpazo” que a todos nos ha llenado de tristeza y temor.
El ser humano es así. Héroe y villano, ángel y demonio,sano y enfermo, fuerte y débil, cuerdo y enajenado. El protagonista de este dramático suceso tenía un “defecto de fabrica” que no se supo diagnosticar a tiempo. Ante la tragedia y el sufrimiento debemos sobreponernos y sacar enseñanzas positivas. La mas importante es que la línea que separa la locura de la normalidad es endeble y difícil de objetivar. Que hay que investigar con mas intensidad para anticiparnos a estos comportamientos, y que sólo a través de la ciencia médica se conseguirá avanzar en la prevención de estas aberraciones. Utilizar sólo el castigo ante la locura, es otra locura mayor, además deinútil e ineficaz.