Recta final para la investidura o unas terceras elecciones

21 / 10 / 2016 José Oneto
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"El ambiente enrarecido en un PSOE fracturado, dividido y en las peores condiciones para unas generales da una idea de cómo está el panorama político"

Este fin de semana se inicia la recta final para resolver si, por fin, hay segunda sesión de investidura de Mariano Rajoy Brey o, por el contrario, vamos a unas terceras elecciones, que se celebrarían el 18 de diciembre, en plenas fechas prenavideñas.

De acuerdo con el calendario previsto, el sábado 15, el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) eligió, en primarias, a Miquel Iceta, el hombre más ligado a Pedro Sánchez y que será el líder de la formación en los próximos cuatro años. Tanto Iceta como su oponente en estas primarias, la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) y actual vicesecretaria primera del PSC, Núria Parlón, son partidarios de votar en contra de la investidura de Rajoy y ya han advertido de que no respetarán la disciplina de voto y se pronunciarán en contra de la abstención, que tiene que votar el Comité Federal del partido en reunión que está prevista para el domingo 23 de octubre.

Veinticuatro horas más tarde, el jefe del Estado, el rey Felipe VI, iniciará lo que será la última ronda de consultas bien para intentar llegar a un acuerdo porque los distintos grupos políticos tienen posibilidad de investir a un candidato que en segunda vuelta tenga más votos a favor que en contra, bien para poner en marcha el mecanismo para la tercera convocatoria electoral en un año. En caso de investidura, esta se celebraría entre el 26 y el 30 de octubre, con el jefe del Estado fuera de España, en Cartagena de Indias (Colombia) para asistir a las reuniones de la XXV Cumbre Iberoamericana. Constitucionalmente no hace falta que el Rey se encuentre en territorio nacional durante los debates parlamentarios ni durante la votación final.

Todo este proceso se va a desarrollar en un ambiente de crisis interna dentro del PSOE, profundamente dividido por la dimisión de su secretario general Pedro Sánchez, defensor a ultranza de votar en contra de la investidura de Rajoy y, sobre todo, defensor de que sean los militantes los que decidan qué postura tomar ante aquellos a quienes durante los últimos meses han venido acusando de ser los últimos responsables de la corrupción dentro del partido y, sobre todo, de la financiación ilegal en varias de las convocatorias electorales, especialmente en Madrid y en la Comunidad Valenciana.

Se da la circunstancia de que este cambio de postura que pretende dar el PSOE (pasar del “no, no y no” de Sánchez a la “abstención técnica” que intenta defender la actual gestora) se produce cuando los dos más importantes casos de corrupción, el caso Gürtel, y el de las tarjetas black, están siendo juzgados en la Audiencia Nacional, con una repercusión mediática que coloca a los populares en una situación difícil. Sobre todo, después de oír al máximo responsable de la Gürtel, Francisco Correa, que durante diez años ha estado trabajando para el PP (pasaba, según él, más tiempo en Génova que en su propio despacho) y para conseguir concesiones de obra pública a cambio de comisiones para su empresa y para el extesorero popular Luis Bárcenas. O, también, después de ver a una clase política y empresarial sentada en el banquillo de los acusados por diezmar Cajamadrid que, al final, ha tenido que ser rescatada con dinero que tendrán que pagar todos los españoles.

Es en ese ambiente enrarecido en el que tiene que producirse el cambio de actitud del Comité Federal del PSOE, asediado por los sanchistas y profundamente divididos entre barones y militantes, entre partidarios del No y defensores de la abstención como mal menor, entre maltratados y marginados por Sánchez y sus seguidores incondicionales, entre quienes defienden que es el Comité Federal del partido, según sus estatutos, el que tiene que decidir qué postura tomar y los que quieren que lo haga la militancia.

Ese ambiente enrarecido, tenso, de enfrentamiento larvado puede estallar en cualquier momento, como insinuaba el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, con el símil del enfermo que ha sufrido un trasplante y que sigue entubado, con las constantes vitales controladas, pero que todavía no está en condiciones de subir a planta y cuyo estado puede, en cualquier momento, agravarse por rechazo del órgano trasplantado o por hemorragia. Y esto lo decía en pleno salón Gasparini del Palacio Real de Madrid, durante la recepción real con motivo de la Fiesta Nacional del 12 de octubre, mientras, en otro salón, la presidenta de Baleares, Francina Armengol, sanchista y partidaria del “Gobierno Disney” (ver La crónica “Las vascas y gallegas anuncian nuevas elecciones generales” en el número 1.764 de tiempo), se enfrentaba con el presidente de la gestora, Javier Fernández, espetándole que votaría No y que debía pronunciarse la militancia .

Todo un espectáculo que da una idea de cómo está por dentro un PSOE fracturado, enfrentado, dividido y en las peores condiciones para ir a unas generales... en caso de que la gestora no logre una vía de encuentro entre los partidarios del No y los de la abstención y se eviten malos mayores como serían, por ejemplo, unas terceras elecciones, de las que los socialistas saldrían, con toda seguridad, como tercera fuerza del país y con un PP muy cercano a la mayoría absoluta. Son estos posibles resultados los que han empujado a muchos dirigentes populares a pedirle a Rajoy que exija garantías de estabilidad para el futuro Gobierno o, por el contrario, que intente ir a unas nuevas elecciones... con un PSOE aún en la UVI.

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