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Refugiados en la frontera austro-húngara

08 / 09 / 2015 DPA
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Entre 200 y 300 refugiados llegan a diario a Nickelsdorf situada unos 60 kilómetros al sureste de Viena

Cuatro niños juegan en el centro de refugiados de Nickelsdorf.

Ni siquiera el gran despliegue policial en la frontera austro-húngara logra amedrentarlos: en el transcurso de 36 horas, los agentes detuvieron a principios de semana a 12 traficantes. "Es sorprendente, pero los beneficios son tan altos que siguen haciéndolo", señala el portavoz Helmut Marban. 
 
Desde que saltó recientemente a los titulares por el hallazgo de un camión abandonado con 71 cadáveres de refugiados, Austria ha declarado como nunca antes la guerra a los traficantes de personas. No hay vehículo, ya sea grande o pequeño, que cruce la frontera por la localidad de Nickelsdorf sin haberse sometido antes a un control.
 
 "Tres horas", se queja un camionero húngaro, mostrando también con los dedos de la mano el tiempo que transcurrió el martes a lo largo de los 15 kilómetros de atasco. Sin embargo, en vista de la situación, nadie parece muy alterado. Es obligatorio abrir la puerta de carga y las cajas donde se guardan las cadenas para la nieve o las ruedas de repuesto, a fin de que los agentes puedan comprobar que no viaja allí ninguna persona escondida. 
 
 A comienzos de la semana, llegaron a formarse atascos de hasta 30 kilómetros. Y las muchas horas de espera de los camiones pueden causar problemas de producción en algunas industrias. "La economía ya no está acostumbrada a esto", opina uno de los policías. Pero además, los conductores de automóviles también han de armarse de paciencia y someterse a controles. Una de las últimas detenciones se produjo en un coche: "Tenía siete asientos, y había 12 personas más conductor", cuenta el portavoz.
 
 Entre 200 y 300 refugiados llegan a diario a esta región situada unos 60 kilómetros al sureste de Viena. Aquí son abandonados por los traficantes, recogidos por la policía y trasladados a un primer centro de acogida en la frontera. Hombres solos y familias enteras de Siria, Afganistán e Irak esperan hasta 48 horas sobre somieres plegables en esta antigua estación aduanera a que llegue el siguiente transporte. 
 
 Mientras tanto, se les sirve algo de comer. Hoy hay crema de espárragos. "A veces hacemos sopa de tomate, otras de setas", relata un empleado de la Cruz Roja austríaca. "En cualquier caso, nada que resulte pesado, pues no sabemos cuándo fue la última vez que estas personas pudieron llevarse algo a la boca". 
 
 La región fronteriza en torno al lago Neusiedl es desde hace meses uno de los territorios elegidos por los traficantes. En el transcurso del año se han contado aquí 12.000 refugiados, frente a los 4.500 que llegaron el año anterior. No obstante, los vecinos de Nickelsdorf, una localidad de 18.000 habitantes, afrontan el reto con valentía.
 
 "Había escepticismo", reconoce el alcalde socialista Gerhard Zapfl, aunque señala que ya antes de la tragedia vivida la semana pasada, el clima era de colaboración. Pero la muerte de 71 personas, probablemente refugiados sirios que aún están siendo identificados en Viena, ha supuesto "el último empujón en pro de la solidaridad", añade Zapfl. 
 
 El albergue local acoge a 25 personas y, si la cifra de refugiados sigue aumentando, la localidad se plantea poner a disposición una de las salas del festival Nova Rock. Algo que parece bastante problable, pues Hungría cerró el martes la entrada de emigrantes a la Estación del Este en Budapest, expulsándolos del edificio. Y si el transporte en tren es inviable, aumentará el de carretera, teme la policía.
 
 En el tren procedente de Hungría, que para a mediodía en la minúscula estación de Nickelsdorf, hay por tanto muchas plazas libres. Unos 30 refugiados esperan disciplinados en el andén, después de que dos mujeres de una iniciativa local les proporcionaran lo necesario para el viaje y un eslovaco les ha llevado una bolsa de ropa. "Si mi gobierno no ayuda, lo haré yo", afirma Kamil Somoucic en referencia a la dura postura de los políticos en Bratislava.
 
 Los hombres, mujeres y niños que aguardan en el andén los miran conmovidos, agradeciendo el gesto con su sonrisa o con los pulgares hacia arriba mientras esperan el tren a Viena. Su destino: Alemania.

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