Barcina pisa varios charcos
Las polémicas acechan a la alcaldesa de Pamplona y líder de UPN. Ha tenido que explicar en público su ruptura matrimonial y le ha salpicado el caso de los relojes de lujo que Caja Navarra regaló a políticos.
Los ciudadanos de Pamplona llevan varias semanas de discusiones políticas muy poco frecuentes por aquellas latitudes y en ellas siempre aparece una persona en boca de todos: Yolanda Barcina, la alcaldesa de la ciudad desde 1999, presidenta de Unión del Pueblo Navarro (UPN) y candidata in pectore de los regionalistas a las elecciones forales de 2011 en esa comunidad.
Para ella están siendo los peores meses de su vida política. Burgalesa de nacimiento y pamplonica de adopción, en 1996 entró como independiente en el Gobierno de Miguel Sanz con el encargo de dirigir la consejería de Medio Ambiente y Vivienda, un reto que superó con nota esta catedrática en nutrición y bromatología, la ciencia que estudia los alimentos. Sin embargo, sus estudios no le han permitido que este verano se le haya atragantado más de la cuenta.
Recién cumplidos los 50 años, Barcina ha tenido que pasar el mal trago de explicar en público su separación matrimonial de José Virgilio, Pucho, Vallejo, un conocido arquitecto cántabro con el que llevaba casada desde 1989 y con el que adoptó un hijo. Ella misma anunció a principios de septiembre la ruptura tras ver en televisión cómo su marido enseñaba en un programa de Antena 3 la segunda residencia que ambos se construyeron hace unos años en Ribamontán al Mar, cerca de Santander.
Al bochorno de ver en la pantalla su dormitorio de lujo, el baño con jacuzzi o los armarios de 20 metros de largo abiertos de par en par, se unió el hecho de que Barcina supo como el resto de espectadores el precio de venta de esta casa: dos millones de euros. Una cifra que ha causado revuelo en Pamplona y que llevó a la regidora a espantar el fantasma del enriquecimiento ilícito asegurando que la residencia está declarada entre sus bienes patrimoniales desde hace tiempo, que se encuentra al día con Hacienda y que últimamente sólo iba allí en contadas ocasiones, sobre todo en Navidades, pues donde se encuentra más a gusto es en su domicilio pamplonica.
La aparición de su marido en televisión, sin que ella supiese de sus intenciones, fue la gota que colmó el vaso en una relación que naufragaba desde hace tiempo a ojos de los que mejor la conocen. Las desavenencias entre la alcaldesa y su marido eran un secreto a voces, según se admite en círculos políticos, del que surgieron bulos malintencionados sobre infidelidades nunca confirmadas con el fin de desacreditarla.
Última aparición juntos.
Los rumores de crisis volvieron a surgir este mes de julio. A Pucho Vallejo se le echó en falta en el chupinazo de los Sanfermines, pero el último día de las fiestas se calmaron las aguas del cotilleo con una aparición de ambos en la calle con el pañuelo rojo al cuello, como manda la tradición. Fue la última vez que se les vio juntos en público antes de que él enseñase las interioridades de la casa de Santander por televisión. ¿Buscó Pucho Vallejo este medio para dejar a su esposa en mal lugar? No parece ser el caso. Un amigo del arquitecto asegura a esta revista que él estaba “preocupado” por el eco mediático que había tenido su iniciativa -al fin y al cabo era el más indicado para mostrarla ya que la había diseñado él-, pero lo cierto es que ella es el eslabón más débil de toda esta polémica por ser una persona pública y conocida por todos los estamentos de Pamplona.
A Barcina, aparte del disgusto personal, le viene esta ruptura matrimonial en el peor momento posible, a poco más de medio año de las elecciones autonómicas, y en una ciudad y una región foral mayoritariamente conservadoras, en las que el catolicismo está muy arraigado.
“La separación le afectará porque el que ha roto la baraja no ha sido él, sino ella. Siendo normal [la ruptura conyugal] en el resto de España, aquí se pregunta mucho quién ha dado el portazo, quién ha tirado la toalla, porque la familia es una institución muy importante”, se teme un político cercano a la alcaldesa.
Quizás por ello, Barcina ha confesado a sus amigos que no se va a divorciar por su condición de católica, de modo que por ahora no habrá otro paso más allá de la separación. Con todo, lo que más incredulidad ha levantado es la polémica de los relojes que Caja Navarra (CAN) regaló a finales de junio a cinco políticos que abandonaron el consejo de administración, entre ellos el presidente foral, Miguel Sanz, y la propia Barcina, conocida por su austeridad en las formas y el fondo.
Una tradición que se rompe.
La historia comienza con la salida obligada de los consejeros políticos de la caja, tras la aprobación de los nuevos estatutos con los que la CAN se ha integrado en Banca Cívica junto a Caja Canarias y Caja de Burgos. En la cena de despedida del 21 de junio se obsequió públicamente con unos relojes a Sanz, Barcina, Roberto Jiménez, secretario general del Partido Socialista de Navarra (PSN), Carlos García Adanero, secretario general de UPN, y Álvaro Miranda, consejero de Economía foral, por los servicios prestados estos últimos años. Sanz, por ejemplo, ha sido presidente de la CAN los últimos 14 años, en tanto que Barcina ha desempeñado el cargo de vicepresidenta y presidenta de la comisión de control desde 2004 después de que se fusionasen la Caja de Ahorros de Navarra y la Caja Municipal de Pamplona. A ellos les correspondieron los relojes más caros, aunque eso no se supo hasta más adelante.
La alcaldesa no conocía la marca del reloj (un Frank Muller) y cuando vio que llevaba una correa de cuero pensó que era “el detalle para la chica”, según declaró en una entrevista al Diario de Navarra. Cuando llegó a casa, lo metió en un cajón y no le prestó atención hasta que a mediados de julio, pasados los Sanfermines, un constructor amigo suyo le advirtió de que el socialista Jiménez iba diciendo que su obsequio valía menos que los de Sanz y Barcina. “Por un reloj no me pringo”, contestó la alcaldesa a sus amigos y, tras enterarse de cuál era el precio recomendado de venta al público (6.900 euros) y el de los demás (el suyo y el de Sanz costaban casi el doble), fue la primera en devolverlo a la caja.
Lo más grave es que hasta ahora la CAN nunca regalaba nada a los consejeros que cesaban en sus cargos. Hasta 2004, todos los miembros del Gobierno foral eran consejeros de la citada caja y recibían dietas por asistencia, un complemento que oscilaba entre los 30.000 y los 45.000 euros al año, en función del puesto, y que se añadía al sueldo oficial. Eran datos públicos y conocidos al inicio de cada legislatura, y el único detalle de cortesía consistía en un “cestón espléndido” de Navidad que siempre incluía un jamón y puros, según un ex consejero consultado por Tiempo.
Eso hasta la última cena de despedida a Sanz, Barcina y los otros tres políticos, en la que aparecieron los relojes de lujo unos días antes de que la CAN anunciase que los beneficios de caja del primer semestre habían descendido un 35% con respecto al mismo período de 2009; que el dinero destinado a obra social cayó un 20%; o se supiese que la única partida que se había aumentado este año 2010 era, precisamente, la de dietas por asistencia, un 65% más.
Al final, lo que ha calado entre los pamplonicas es que la CAN tiene dinero para esas dádivas y no para conceder créditos a familias o empresas que lo necesitan, justo en un momento en el que la caja está muy cuestionada por su política de alianzas después de que Banca Cívica suspendiese los stress test o pruebas de resistencia de la Unión Europea.
“El tema de la CAN iba a explotar en el momento más insospechado. Ojalá que los relojes fuesen toda la corrupción de la caja, porque ha habido otros muchos dispendios estos últimos años”, advierte a esta revista un ex consejero foral de Sanz, hoy en las filas del Partido Popular de Navarra (PPN).
Viajes e inmuebles.
Entre esos supuestos excesos estarían varios viajes en helicóptero por los Campos Elíseos de París para invitados ilustres, así como operaciones inmobiliarias de dudosa rentabilidad, como la compra de locales en Bilbao o Washington en los que siempre ha estado detrás el director general de la caja, Enrique Goñi, persona de confianza de un Sanz que está a punto de retirarse pero cuyos actos pueden acabar salpicando a Barcina en el futuro.
Tampoco ha sentado bien en sectores políticos y empresariales de Navarra la entrada del millonario estadounidense J.C. Flowers en el accionariado de Banca Cívica, un “tiburón de las finanzas” en palabras del citado ex consejero, que ya asustó el año pasado al Banco de España cuando intentó hacerse con la andaluza Cajasur cuando tenía pérdidas. La suerte para Barcina es que el PPN aún no ha encontrado un rival para ella en los comicios y que los socialistas siguen inmersos en su particular travesía del desierto.