Magüi Mira
Ensaya ‘Pluto’ para el festival de teatro de Mérida, como directora. Le gusta el último texto que escribió Aristófanes, por “descarado provocador, justiciero, maravilloso y lenguaraz”. Señala que, en el año 388, este autor ya defendía los derechos de las mujeres. Dice que la democracia se nos ha transformado “en una puta plutocracia”, el gobierno de quienes tienen poder y dinero. Y asegura que su actividad favorita es no hacer nada, el ‘dolce far niente’.
“Con Shakespeare y Lope haría un ménage à trois”
¿Usted oye lo de María Luisa Herlinda Eusebia, puro DNI, y responde?
Me da risa, me hace gracia. Pero sí, sé que lo llevo a la espalda, en la mochila, porque los nombres marcan.
Se prorroga la obra que dirige en Madrid, En el estanque dorado, de Ernest Thompson. ¿Mérito suyo o de Lola Herrera y Héctor Alterio, los protagonistas?
El teatro es una suma de muchas cosas. Yo tengo una suerte tremenda: aprendo de los que tengo detrás y de los mayores. Y es un grandísimo mérito de ellos, que encandilan al espectador cada día.
La edad, el miedo, el amor. ¿No seguimos rigiéndonos por los temas de siempre?
Claro. Por eso esos temas se llaman de siempre, porque están ahí. Pertenecen a la vida.
El premio Celestina, de la crítica, fue el que más ilusión le hizo. ¿Se lo dieron porque buscaba emparejar a la gente?
Eso está muy bien visto y, desde luego, la sigo emparejando muy bien. La prueba la tiene con Héctor y Lola.
Está considerada como actriz y directora de culto. ¿De qué culto?
Eso también me intriga a mí mucho. El culto es de las cosas de las que no estoy contenta, porque parece que te distancia de la gente. Yo más que de culto quiero ser de calle.
¿El cine sigue siendo su asignatura pendiente o ya se le ha pasado el berrinche?
El berrinche se me ha pasado. Pero sigue siendo mi asignatura pendiente. Supongo que alguien algún día confiará en mí y podremos hacer algo interesante. Me gustaría que fuera una mujer. Icíar Bollaín, por ejemplo.
¿El ministro Wert es lo mejor que puede pasarle a la cultura española?
No. Como país, tenemos un patrimonio histórico, uno heredado y otro vivo, y la obligación de cualquier Gobierno es protegerlo, respetarlo y darle sangre. No es el caso de este Gobierno ni del anterior. Se frivoliza mucho con la cultura.
Para un desliz, aunque fuera teatral, ¿Shakespeare, Lope o un tercero?
Me ha hecho una pregunta fantástica, porque convivieron, murieron el mismo día... Yo haría un ménage à trois.
¿La experiencia más fuerte de su vida fue cuando la vistieron de valenciana con los rodetes o haciendo de pastorcilla en los belenes?
Vestirse de valenciana es muy fuerte, pero me venía desde la cuna. Era un goce. Lo de pastorcilla se lo tuve que suplicar a la madre Estrella, y fue muy duro. No me quería dar el papel. Y ahí sufrí.
Cuando vino a Madrid, compartía casa con Antonio Banderas, y dormían en un colchón en el suelo. ¿Ha logrado reponerse del impacto?
[Risas]. Me acuerdo muchísimo de aquella época. Si reponer significa olvidar, no me he repuesto para nada. Nuestro cariño no se ha perdido nunca, aunque la vida nos ha llevado por caminos distintos. Era una fiesta cada vez que su padre le mandaba un paquete con chorizos, porque Antonio era muy generoso.
No será que se ven menos porque se ha enterado Melanie de lo del embutido.
No creo que Melanie se entere de nada [ríe]. Pero pienso que Antonio no debe olvidar esa experiencia de superación, de lucha. Le recuerdo bajando a la cabina de teléfono de la plaza de Olavide para que Almodóvar le diera un papelín en la película que iba a hacer... y se lo dio. Lo vi luchar y lo vi como es él, un hombre maravilloso.
Igual tiene usted la asignatura pendiente con el cine por no bajar a la cabina a llamar a Almodóvar.
Es posible. A lo mejor me pasó eso. Yo soy muy orgullosa.