No escaparás de la novela negra

08 / 08 / 2013 12:23 Javier Memba
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Ha pasado del desprecio al éxito más completo. El género negro es el que más certámenes y premios convoca.

Hace ahora treinta y muchos años, cuando el escritor argentino Juan Carlos Martini dirigió para la editorial Bruguera la serie Novela Negra dentro de la colección Libro Amigo, el relato criminal era tan denostado por la Literatura “con mayúsculas” como la novela rosa, las del Oeste o el resto de la novelas que se llamaban “de género”. Lo que primaba entonces, todavía en las postrimerías de la Transición, era la novela de tesis y mucho compromiso. Ante este panorama, la reivindicación de las ficciones de Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Ross Macdonald, los grandes clásicos de novela negra, con sus crímenes truculentos, sus mujeres fatales y sus detectives, más duros que el granito, puestos a resolver los más turbios asuntos, se impuso como la reivindicación de lo lúdico frente al tedio. Con mucho compromiso, pero tedio.

Estima la crítica que la novela negra es un género ligado a las sociedades industriales más avanzadas. De ahí que lo más parecido a ella que había dado la producción autóctona hasta entonces fueran las historias de Plinio. Sin rubias platino y sin los pintoresquismos estadounidenses, aquel policía municipal de Tomelloso creado por Francisco García Pavón en los años 60 fue el pórtico al hard-boiled –que lo llaman los americanos–, español. “Es verdad que antes hubo cosas de Mario Lacruz y hasta de Emilia Pardo Bazán. Pero Francisco García Pavón fue el primer novelista criminal de este país”, considera Lorenzo Silva, uno de los grandes autores del género en la actualidad, ganador del premio Planeta en su última edición con La marca del meridiano, una nueva aventura de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro.

Favorita de lectores y editores.

También fue a finales de los años 70 cuando la novela negra patria comenzó a convertirse en un fenómeno editorial considerable. Y fue a raíz de la concesión, en 1979, del premio Planeta a Manuel Vázquez Montalbán por Los mares del Sur, una de las más celebres aventuras del detective gallego Pepe Carvalho. Con Vázquez Montalbán como abanderado, y con las propuestas de Andreu Martín, Juan Madrid, Ferrán Torrent y algunos otros a la zaga, el relato criminal español conoció un favor del público lector sin precedentes.

Con los americanos por un lado y los nacionales por otro, el género comenzó a ganar enteros en el panorama editorial español. Muy por encima incluso de la novela erótica, que también vivió cierto apogeo a finales de los 70 y que hoy tiene éxito solo en su versión para señoras, muy en la línea de las sombras que produce por todas partes el ubicuo Grey. Pero la novela negra, traspasando incluso los límites naturales de la novelística, inspira hoy tantos festivales y librerías temáticas como el teatro clásico. Entre el premio Pepe Carvalho, que concede anualmente el Ayuntamiento de Barcelona a las novelas que nos ocupan, y las grandes convocatorias de Planeta, que tan a menudo distinguen a una de estas ficciones, la novela negra casi convoca tantos concursos literarios como la poesía. No hay duda: es la favorita de las editoriales. Tanto es así que incluso cabría pensar que en algunas de ellas hay ciertas reticencias a publicar ficciones ajenas a este género.

“Muchos autores que antes escribían novela realista, cotidiana, están incluyendo un muerto en sus tramas para vender”, observa Juan Salvador López, uno de los responsables de Estudio en escarlata. Como la librería especializada en la ficción detectivesca que es, el establecimiento de Salvador López toma su nombre de la primera novela de Sherlock Holmes.

No faltan quienes observan que, de aquel defecto de hace treinta y muchos años, cuando la novela negra se reivindicaba en Libro Amigo, se ha pasado al exceso de nuestros días, cuando todas las editoriales de narrativa parecen tenerla en más alta estima que al resto de los géneros. El novelista Luis Landero, Premio Nacional de Literatura, se cuenta entre quienes piensan, “sin ningún género de dudas”, que de la carencia de antaño se ha pasado a la demasía de nuestros días. “Mi familia era de campesinos y en mi casa no había ningún libro. De modo que yo los descubrí en la adolescencia y los primeros que conocí fueron las novelas del Oeste y las novelas negras que se alquilaban en los quioscos por cincuenta céntimos. Me leía dos o tres al día. Esa, con la de los cuentos orales, fue mi educación como lector. Así que cuando oigo hablar de novela negra me resulta algo muy familiar. Pero yo la conocí de un modo muy sincero y muy auténtico. Entonces eran malas. Es un género que se presta mucho a la literatura basura, como la novela sentimental. Por supuesto, hay grandes novelas negras, sentimentales, de ciencia-ficción o de terror. Pero todos ellos son géneros que se prestan mucho a la subliteratura”.

Con todo, Landero asegura que no sabe si existe o no cierto oportunismo editorial que está favoreciendo la proliferación de esta novelística. Lorenzo Silva puntualiza a este respecto: “En España, el género, hasta hace veinte años, incluso hasta hace seis, había tenido un desarrollo prácticamente exiguo. Había algún escritor de novela negra, pero pocos. Ahora no solo hay mucha novela negra, sino que hay novela negra muy buena, incluso entre los españoles hay muchos más y mucho mejores. Eso es real. Por esto hay un fenómeno que tiene su origen en la riqueza y en la pujanza creativa del género. Eso es innegable en este momento. No digo que todo lo que se publique, ni siquiera todo lo que tiene éxito, tenga esa pujanza y ese valor. Pero sí creo que ha aumentado el número de autores y el nivel medio de los textos”.

“Raymond Chandler decía que el 90% de las novelas policiacas son obra de autores que no saben escribir”, recuerda Juan Salvador López. Y Silva, que también es director de Getafe Negro, junto a la Semana Negra de Gijón uno de los grandes festivales surgidos en torno al relato criminal, estima: “Este país es muy histérico y su sector editorial también. Entonces, en alguna actitud comercial y de los lectores puede haber un dejarse llevar por un tsunami. Quizás se estén publicando libros que no tiene mucho sentido publicar o que no tienen ningún valor. Probablemente eso haya que reconducirlo. Pero que el fenómeno ha ido a mucho más y que ese aumento tiene que ver con una sustancia es cierto”.

Un crisol para observar el mundo entero. En Libro Amigo también leímos a Chester Himes, Boris Vian e incluso la Historia del relato policial de Julian Symons. Al cabo de los años, iniciativas como Rojo y Negro, de Mondadori; Trama, de B; o Serie Negra, de RBA, han tomado el relevo. Precisamente es una cita de Symons la que sirve de introducción a Serie Negra: “Si se quiere mostrar la violencia que subyace detrás de los rostros anodinos que la mayoría de nosotros presentamos ante el mundo, no hay mejor vehículo que una novela policiaca”. Con tales planteamientos esta colección se ha impuesto como una de las más longevas. Por el momento ha dado a la estampa más de trescientos números. Entre ellos se mezclan los títulos de los clásicos estadounidenses con los contemporáneos escandinavos. Pioneros españoles como Francisco González Ledesma y autores tan aplaudidos en la actualidad como el noruego Jo Nesbø.

A la vista del catálogo y de los resúmenes de los argumentos, da la impresión de que la novela negra es el nuevo crisol a través del cual es posible observar cualquier asunto. Desde la sempiterna crisis hasta la corrupción en el deporte y, por supuesto, la política. Esa universalidad de las ficciones de estas características ha llegado a convertirlas en un punto de vista de la talla que antaño lo fueron el marxismo o el psicoanálisis.

Negra, roja o verde.

“Eso de que la novela negra sea el crisol a través del cual es posible analizarlo todo es una tontería”, estima Landero. “Si se quiere examinar la realidad y el mundo a través de una novela no tiene que ser ni negra, ni roja, ni verde. Tiene que ser una buena novela que te ilumine. Hay novelas negras buenas que lo hacen. Pero decir, como he leído en algún lado, que la novela negra escandinava nos está ofreciendo la mejor crónica de nuestro tiempo es una chorrada. Seguro que lo ha dicho un autor de novela negra. Por el mismo procedimiento se podría decir que la novela sentimental es la que nos está ofreciendo ese mejor reflejo de nuestro tiempo”.

Silva, que ya escribía novela negra hace veinte años, cuando la única autora escandinava que causaba furor entre los lectores españoles era alguien tan ajeno al género como la baronesa Karen Blixen, también se desmarca de esa pretendida universalidad que adjudican al relato criminal sus aficionados más fervientes. “He escrito muchas novelas de otros géneros. La novela negra, para mí, es una posibilidad tan digna como cualquier otra. Pero es una simpleza pensar que un género literario es la panacea para el reflejo de la realidad”.

Sintonía con lo que pasa.

Volviendo a esos comienzos de los años 90, cuando Lorenzo Silva concibió Noviembre sin violetas, su primera novela negra (aún estaban por llegar Bevilacqua y Chamorro), recuerda que entonces había muchos menos lectores. “Me pregunto por qué gusta tanto ahora y no gustaba antes”. A su juicio, el interés que despierta últimamente obedece “a unas coordenadas que son más o menos generales: el morbo, la intriga, la fascinación por el mal”. Y tras dejar claro que él no siente ninguna fascinación por los criminales, continúa: “En este momento, la novela negra ha acertado a sintonizar con la coyuntura internacional y autóctona. De repente se descubre que en el lado oculto de la vida pasan muchas cosas determinantes. Algunos de los fenómenos que más nos conciernen y nos afectan se han gestado debajo de la alfombra. Y la novela negra, que, si hay que hacer caso a Raymond Chandler, es la historia de un hombre en busca de una verdad oculta, es un género que levanta la alfombra”.

Otro de los inconvenientes que ha traído el exceso y el oportunismo es el desdibujado de sus parámetros, ahora tiende a calificarse de novela negra cualquier relato detectivesco. Entran en el mismo saco las sutilezas de Sherlock Holmes y los puñetazos de Sam Spade. Ya hace muchos años que la Semana Negra de Gijón, según su antiguo director, Paco Ignacio Taibo II, se abrió a todos los géneros de acción. Pero en la última edición de este festival asturiano ha tenido cabida hasta el movimiento obrero.

Afortunadamente hay espacio para todo, estiman los expertos. El fenómeno de la novela negra no va en detrimento de la literatura, como denunciaban hace treinta años los detractores del relato criminal. “Lo que va en detrimento de la literatura es la mala literatura, aquello que pervierte el canon, que son los intereses y hacer pasar por novelas maravillosas escritos que están en el límite de la subliteratura”, apunta Landero.

En cualquier caso, es el lector quien tiene que decidir. El verano es una espléndida oportunidad para hacerlo.

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