Mike Oldfield regresa a Ommadawn
El veterano músico, que ya ha cumplido los 60 años, vuelve al sonido que le hizo célebre.
Tres años después de Man on the Rocks, el músico británico vuelve a la actualidad discográfica con su nueva criatura, Return to Ommadawn. El título del trabajo deja claras las intenciones de Oldfield, que no son otras que dejar de lado el rock más al uso que patentó junto a las voces de Luke Spiller en su anterior LP y volver a aquellos sonidos que le lanzaron a la fama allá por la década de los setenta. No en vano, Ommadawn (1975) fue el álbum que cerró su trilogía clásica, iniciada con su legendaria ópera prima, Tubular Bells (1973), y continuada un año después con Hergest Ridge. Aquella inaudita mezcla de folk, música clásica, guitarras eléctricas y lo que posteriormente se denominaría como world music fue catalogada como rock sinfónico instrumental en un imposible ejercicio de tratar de definir su estilo, que ya le había valido la fama internacional dentro y fuera de los circuitos roqueros (muy a su pesar, la inclusión por parte del director de cine William Friedkin –animado por Richard Branson, el dueño de Virgin Records– de aquellos cuatro minutos de su insidioso ostinato en la banda sonora de El exorcista tuvo bastante que ver).
Y es ahí donde volvemos a encontrar a Mike, en una prolongadísima composición acústica y exenta de voces (salvo algún leve coro) que pese a haber sido escrita en su actual residencia de las islas Bahamas despide mucho aire celta de su Gran Bretaña natal, pero que igualmente es capaz de transportarnos por momentos a la sabana africana. Y es que sí, el nuevo trabajo ha vuelto a ser concebido como una sinfonía de más de cuarenta minutos, dividida en dos como en los tiempos analógicos por la inevitable salvedad física del vinilo (formato en el que ha sido editado, además de en CD, DVD y digital).
Hombre orquesta
Mucha cuerda acústica y mucha guitarra marca de la casa, claro está, pero repitiendo por supuesto su titánica labor multiinstrumentista de hombre orquesta: ha registrado un total de 22 instrumentos, donde encontraremos desde mandolina o tambores africanos hasta el toque folkie del bodhrán y la flauta irlandesa, pasando por la guitarra flamenca de un Paco de Lucía o el ahora tan de moda ukelele. Bajo la premisa del do it yourself, Oldfield ha compuesto, interpretado, mezclado y producido todo en la tranquilidad de su bohemia vida ermitaña en su casa de Nassau, hilando todas las pistas bajo la precisión matemática de su viejo metrónomo, en un proceso que él mismo ha definido como “hecho a mano”. Y es que, en palabras del de Reading, Return to Ommadawn “es una pieza genuina más que una producción: hay manos, dedos, uñas. No tenía un propósito, no se trataba de conseguir nada, ni de satisfacer a nadie. Era música creada de forma espontánea, llena de vida. Hacer Return To Ommadawn es como un regreso a mi verdadero yo”.
Un proceso iniciado a finales de 2015 que se ha alargado poco más de un año, lo que supone un ritmo de trabajo bastante alegre (Axl Rose tardó diez años en sacar adelante su infame Chinese Democracy), sobre todo si tenemos en cuenta que el huracán Matthew interrumpió el proceso a su paso por las Bahamas.
El resultado, aunque afirme que no quiere satisfacer a nadie, parece más que intencionadamente enfocado a sus seguidores de toda la vida, que al igual que el solitario guerrero que aparece dibujado en el artwork de la portada, podrán viajar de nuevo a remotos y mágicos lugares de su propia imaginación al pinchar la aguja de su tocadiscos. No obstante, un acorde vale más que mil palabras, así que escuchen y juzguen ustedes mismos.