El Mar Muerto se seca

02 / 02 / 2017 Sara Lemel (DPA)
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El agua azul turquesa del Mar Muerto refulge bajo el débil sol de invierno. Un par de turistas se adentran pausadamente en el agua, donde gracias a su elevado contenido en sal uno puede flotar como si fuera un corcho. 

Una pareja de turistas se frota con barro

Se trata de un lugar único, situado en el punto transitable más profundo de la Tierra, a unos 420 metros por debajo del nivel del mar. Quienes visitan esta maravilla de la naturaleza, con sus espectaculares paisajes y colinas de piedra arenisca, se sienten como transportados a tiempos bíblicos. "Es la primera vez que veo una playa de sal", dice el estadounidense Vince Russo, que pasea junto a su novia. "Realmente hermoso". 

Sin embargo, el Mar Muerto peligra. Estas aguas conocidas por sus facultades curativas -especialmente para los problemas de la piel y las alergias- y que se reparten Israel, Jordania y los territorios palestinos, se están secando lentamente. "El nivel del agua se recorta en torno a un metro al año", afirma la ecologista alemana Gundi Schachal, que reside desde hace décadas en un kibutz en Ein Gedi. 

Una de las causas de esta catástrofe es que el agua dulce procedente del río Jordán, su principal fuente, se bombea casi por completo. Además, en el sur del mar, las compañías Dead Sea Works y Arab Potash se dedican a la extracción de preciados minerales haciendo que el agua se evapore. 

Hace tiempo, quienes visitaban el spa de Ein Gedi podían acceder directamente al agua del mar. Hoy, en cambio, la playa se encuentra a casi dos kilómetros y continúa alejándose. Schachal llegó al kibbutz en 1979. "En aquel entonces, el agua llegaba casi hasta la calle principal", recuerda esta activista de 54 años.

La tierra es porosa a lo largo del camino hasta la playa. A cada paso, uno teme que el suelo pueda resquebrajarse. En las últimas décadas se han formado unas 5.000 simas y cada año aparecen alrededor de 300 más. Cuatro personas resultaron heridas cuando el suelo se quebró de pronto bajo sus pies, cuenta Schachal al grupo de turistas a los que acompaña por la playa.

"Por favor, no caminen solos, es realmente peligroso", alerta esta mujer mientras pasa por delante del recinto cercado y con aspecto un tanto apocalíptico. Cerca de allí hay un campamento abandonado. Algunas de las pesadas planchas de hormigón sobre las que antes se situaban las tiendas de acampada presentan enormes grietas porque la tierra bajo ellas cedió.

En la actualidad, acampar está prohibido. A lo largo de la orilla hay carteles en inglés, árabe y hebreo que advierten del riesto de las simas. La playa sólo es accesible desde muy pocos puntos y el número de turistas está en caída constante desde hace años. Si en 2010 acudieron 183.500 visitantes, en 2015 la cifra se redujo a 143.500.

Algunos de los agujeros, de hasta 25 metros de profundidad y 40 metros de ancho, se asemejan a gigantescos cráteres lunares. Varios están llenos de agua. Las simas surgen porque las capas de sal subterráneas en el agua dulce que llega a medida que se retira el agua salada del mar. De esta forma, se van formando huecos bajo la superficie. 

Pero además, la progresiva reducción del mar de sal, como reza su nombre en hebreo, acarrea otros peligros. Muchos animales habitan los oasis de la zona, entre ellos cabras montesas, damanes, águilas y zorros. Una de las reservas naturales a orillas del Mar Muerto es una importante estación de paso para las aproximadamente 50.000 aves migratorias que cruzan la región dos veces al año.

Para salvar el Mar Muerto, israelíes, jordanos y palestinos acordaron con el Banco Mundial la construcción de un "canal de la paz". Desde el Mar Rojo se bombeará agua a una desalinizadora en la ciudad costera jordana de Aqaba, de donde saldrá agua dulce. La sal restante será bombeada por un conducto a lo largo de 180 kilómetros hasta el Mar Muerto. Además, al transportarla por zonas en pendiente se conseguirá electricidad.

Sin embargo, varios grupos ecologistas advierten de las posibles consecuencias nocivas que el proyecto tendría en el ecosistema. "El agua del Mar Rojo tiene una composición química distinta a la del Mar Muerto", señala Schachal. Además, podrían importarse algas que arruinarían el ecosistema en el mar salado. En lugar de eso, esta ecologista aboga por reactivar el cauce del Jordán bombeando menos agua.

Algo complicado, pues esa agua la consumen sirios, jordanos, israelíes y palestinos, especialmente ante la actual crisis de refugiados. Además, incluso aunque el Jordán recuperara todo su cauce, esto no contribuiría al aumento del nivel del agua en el Mar Muerto, sino tan sólo a una estabilización, apunta el geólogo Stephan Kempe. 

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