Imprescindibles

12 / 05 / 2016 Nativel Preciado
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Conviene recordar para siempre el nombre de Mohamed Wasim Maaz. Durante unas horas, su necrológica apareció destacada en todos los medios de comunicación. Sabemos que era médico y que murió en Alepo tras uno de los recientes bombardeos sirios o rusos. Nunca se sabrá, sin embargo, quién llevó a cabo el ataque o, para llamar a las cosas por su nombre, el crimen de guerra. El pediatra murió junto a otros cinco sanitarios, una veintena de civiles, la mayoría ancianos, mujeres y niños, y decenas de vecinos de las casas colindantes. Quedan en Alepo menos de 80 médicos para 200.000 habitantes, porque los que no han muerto se han marchado. El conflicto se ha cobrado ya la vida de 13.500 niños y 730 médicos. Los hospitales están colapsados y la población civil, desprotegida, porque nadie respeta el alto el fuego en la zona, pese a que sigue en vigor la tregua iniciada en febrero. El Gobierno de Damasco mantiene el asedio con la disculpa de que en Alepo
siguen actuando los grupos yihadistas,

El doctor Mohamed Wasim Maaz tenía 36 años, era pediatra, trabajaba en el hospital infantil y por las tardes atendía las urgencias pediátricas en el centro Al Quds de Médicos sin Fronteras (MSF), la ONG con la que colaboraba desde 2013. Vivía solo en Alepo porque su familia huyó para refugiarse en Turquía. Pensaba reunirse con su novia, a la que no había visto desde hacía meses. Retrasaron la boda porque la guerra civil siria, que dura ya un lustro, le había tenido permanentemente ocupado. Dedicaba todas las horas del día a curar a miles de niños con heridas de metralla o enfermedades causadas por la guerra. No quería dejarlos desatendidos, así que apenas tenía tiempo para dormir. Se había refugiado en el sótano del hospital para estar a salvo de los incesantes ataques de la aviación y solo salía para atender a los heridos. Sabemos estos detalles gracias a lo que escribió en su cuenta de Facebook el doctor Hatem, director del hospital de Alepo: “Él siempre estaba allí. Se preocupaba por las necesidades de las personas. Era honesto y muy comprometido. Trabajaba en condiciones que no podrías imaginar... Era el mejor. Siempre bromeando con el equipo en tono amistoso. Era un ser humano valiente”. Sus colegas dicen que su muerte es una tragedia que tendrá un impacto devastador en una situación tan crítica. Le recuerdan como un excelente profesional, que amaba su ciudad, de la que no salió a pesar del riesgo y de vivir en unas condiciones extremas, porque le gustaba cuidar a los niños. Nadie podía reemplazarle en su trabajo. Hagamos un minuto de silencio por el doctor Wasim, persona digna y necesaria que arriesgó su vida para ayudar a los demás. No quiero manchar su nombre comparándole con quienes, erróneamente, se creen imprescindibles.

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