Una investidura contestada y un PSOE en crisis

28 / 10 / 2016 José Oneto
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"La decisión del comité federal del PSOE de facilitar la investidura de Rajoy con su abstención puede tener efectos devastadores en un partido que vive su crisis más profunda de los últimos 40 años"

Con el tiempo pisándole los talones y a menos de una semana de la fecha de investidura, que cuando este número de TIEMPO esté en la calle deberá estar resuelta, el Comité Federal del PSOE decidía el domingo 23 de octubre facilitar la investidura del actual presidente en funciones, Mariano Rajoy Brey, dejando sin efecto su primera decisión de oponerse a su elección y a la de cualquier otro candidato del Partido Popular.

Después de diez meses en los que, oficialmente, quienes tenían el poder en el Partido Socialista han venido defendiendo el “no, no y no”, los que ahora mandan (una gestora que ha asumido el control de la organización tras la dimisión del secretario general Pedro Sánchez Pérez Castejón el 1 de octubre) convocaban un Comité Federal que con 139 votos frente a 96 se pronunciaba a favor de la abstención en la segunda votación de investidura para evitar unas terceras elecciones y contribuir a la gobernabilidad de un país bloqueado desde el pasado 20 de diciembre, fecha de las primeras elecciones generales.

Sin consultar a la militancia, a la que Pedro Sánchez ha mimado desde que le eligieron secretario general del PSOE en el verano de 2014, la gestora y el Comité Federal tomaban una decisión que puede tener efectos devastadores en un partido que vive su crisis más profunda de los últimos 40 años, y con una izquierda agrupada en torno a Unidos Podemos que lo único que quiere es convertirse en la única oposición en el Parlamento, después de la “coalición” que, según ellos, se ha formado entre PP, PSOE y Ciudadanos. Algo difícil de conseguir si su objetivo inmediato es, como pregona su líder, Pablo Iglesias, tomar la calle, “rodear el Congreso, si es preciso”, que el miedo cambie de bando y politizar al máximo el sufrimiento de los que más están padeciendo la crisis económica.

Tomada la decisión por parte del Comité Federal, dentro de una gran tensión contenida, el problema ahora es el cumplimiento del mandato del máximo órgano entre congresos, un mandato totalmente contrario al no a la investidura de Rajoy que el mismo Comité Federal aprobó el pasado diciembre tras las primeras elecciones generales. Los conocedores del partido aseguran que serían más de dos tercios de los miembros del grupo parlamentario los partidarios de esa abstención, por la que se ha pronunciado con insistencia y sin matizaciones la presidenta andaluza, Susana Díaz, sobre todo en las reuniones previas a la caída de Sánchez, perfectamente preparada desde la Junta de Andalucía.

Se da por seguro que el domingo 30 de octubre, fecha prevista para el juramento de Rajoy ante el Rey tras su investidura del día anterior, habrá un bloque, en el que estarán los siete diputados del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), Margarita Robles (número 2 por Madrid, exsecretaria de Estado del Interior con Juan Alberto Belloch), Francina Armengol (presidenta balear), Idoia Mendía (secretaria general del Partido Socialista de Euskadi) y César Luena (número dos de Sánchez como secretario de Organización), que habrá votado no el día anterior.

Cuando el lector de esta crónica tenga en sus manos este número de TIEMPO el panorama estará perfectamente aclarado, pero, por curiosidad informativa, puede servirle de referencia que días antes de la votación final y después de que en la mayoría de las asambleas celebradas en todas las federaciones del partido la militancia se pronunciase a favor del no, ese bloque del no estaría constituido por un tercio de los 85 diputados, sobre los que la gestora ha estado presionando con un mensaje claro y la mayoría de las veces de una gran eficacia: “Eres joven y tienes, todavía, un gran porvenir en el partido”.

Para quien más difícil resulta cualquier postura es para el desencadenante de esta crisis, desbancado con un auténtico “golpe de mano” de la secretaría general tras su gran error de convocar un congreso extraordinario exprés: Pedro Sánchez (el primer secretario elegido por la militancia). Para Sánchez (desaparecido desde su dimisión), todas las soluciones que adopte son malas.

Si no comparece en la sesión de investidura, puede ser interpretado como un intento (después de tanto “no, no y no y ¿qué parte del no no han entendido”), de no dar la cara. Y si va ¿qué postura puede adoptar, tras haber tenido bloqueado el país durante meses? Si vota no, desobedecería el mandato del Comité Federal (él, que hasta ayer mismo ha sido secretario general), que, por otra parte, acatarán muchos de los que le han venido aconsejando que aguante hasta el final. Y si vota abstención traicionaría todo lo que ha defendido hasta ahora.

El Comité Federal, consciente de que el objetivo de Sánchez es volver a presentarse a primarias para optar a la secretaría general, unas elecciones que la gestora (tras la cual se encuentra Susana Díaz) quiere aplazar hasta por lo menos finales del año que viene, una vez normalizado el partido, le ha puesto en una situación de “susto o muerte”. Susto si intenta quitarse de en medio. Muerte si vota en un sentido u otro. Con el riesgo, incluso, de que algunos quieran, según el reglamento, expulsarle del grupo socialista del Congreso de los Diputados, algo que, tal como están las cosas, no habría que descartar. 

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