¿Si sale Rajoy, sale también Sánchez?

23 / 09 / 2016 José Oneto
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En el PSOE se abre camino la solución al bloqueo político insinuada por Felipe González: un gobierno del PP, pero sin Rajoy. eso sí, la otra parte exigiría reciprocidad...

El alto el fuego declarado de forma parcial en los principales partidos, especialmente en el PSOE, por las elecciones gallegas y vascas, aunque los puñales han estado a punto de ser sacados de sus fundas en algún que otro momento (ver La Crónica “Alto el fuego, a la espera de Galicia y el País Vasco...” en el número 1.762 de Tiempo), se rompe este lunes 26 de septiembre, cuando comiencen a hacerse los correspondientes análisis de unas elecciones que algunos han querido ligar al posible desbloqueo político que vive el país desde la disolución del Parlamento en octubre del año pasado, y otros, al futuro político del actual secretario general socialista, Pedro Sánchez.

Desde que fue elegido por la militancia, en el verano de 2014, Sánchez no ha tenido un momento de tranquilidad. Parte de la culpa es suya por haber elegido una Ejecutiva que no le ha ayudado a integrar las distintas sensibilidades y un comportamiento personalista en el que ha predominado la imposición sobre el diálogo y el debate. Y parte también ha estado en quienes no han parado de conspirar ni un segundo, incluso desde el puesto que ocupan dentro de la Ejecutiva que, con cierta ingenuidad, formó el nuevo secretario general. Han sido dos años en los que el partido, poco a poco, ha ido perdiendo poder e influencia a nivel autonómico, municipal y nacional, y en los que Sánchez, según sus críticos, se ha negado a asumir ningún tipo de responsabilidad política por unos resultados electorales, en sucesivas convocatorias, cada vez peores.

Tanto que, en los 28 meses que lleva Sánchez como secretario general del PSOE, el partido se ha dejado casi tres millones de votos en todas las elecciones que se han producido durante su mandato, porque, entre otras razones, han surgido dos nuevos partidos: Ciudadanos y Podemos. En el caso de las generales, si con Alfredo Pérez Rubalcaba de candidato el PSOE tocó suelo y se hizo con unos siete millones de votos, cuatro años después, el 20-D, los socialistas obtuvieron un millón y medio de votos menos, cifra que aún bajó en 100.000, meses después en las generales de junio, aunque entonces la derrota pareció que era un triunfo, porque no se había producido el temido sorpasso que anunciaban las encuestas. Pero si hacemos caso a determinados análisis, lo más grave sería que más de dos millones de votos socialistas habrían ido a parar al PP o a Ciudadanos, algo insólito para los viejos militantes del partido, que no terminan de creérselo, a pesar de que es el sector más crítico con Sánchez y su Ejecutiva.

Por eso, ahora, los resultados electorales socialistas en las autonómicas gallegas y vascas son vitales para un Sánchez asediado por algunos barones que creen que su proyecto ha fracasado y que su estrategia ante la gobernabilidad del país ha estado supeditada a ganar tiempo. Tiempo para aplazar lo más posible el congreso del partido, tiempo para recuperarse (algo que el propio Sánchez, piensa que se puede producir en unas terceras generales en diciembre) y tiempo para dificultar el desembarco en la dirección del partido de su rival, la Reina del Sur, Susana Díaz, que ahora quiere que sean los barones los que le faciliten su desembarco. Y, si puede ser por aclamación, sin ningún otro candidato con el que competir, mejor. Lo mismo que hizo en Andalucía, cuando sucedió a José Antonio Griñán, que tuvo que tirar la toalla asediado por el escándalo de los ERE.

Esta semana, pues, será clave para el futuro de Sánchez, que según sus allegados está dispuesto a pelear hasta el final, acudiendo si es preciso al referéndum de la militancia que, en muchos aspectos, coincide con sus planteamientos (especialmente en el No a Mariano Rajoy) y no con el de la vieja guardia del partido y de algunos barones. De cualquier forma, las tensiones se han acumulado estos últimos meses, desde que Sánchez intentó por primera vez, formar un Gobierno a la portuguesa (sin portugueses), los enfrentamientos internos se han acentuado, las relaciones de la Ejecutiva con los barones se han deteriorado y una encarnizada lucha por el poder se ha establecido en el aparato del partido. Hasta el punto de que se han resentido las relaciones personales, en un ambiente que Rubalcaba ha calificado de “asfixiante”.

Es en ese ambiente en el que se van a debatir el futuro de Sánchez y la salida al bloqueo político, ante el temor de muchos miembros del Comité Federal, que será convocado una vez conocidos los resultados de las elecciones vascas y gallegas, de que Sánchez intente un pacto con Podemos para un Gobierno de progreso (pese a que no se fía nada de Pablo Iglesias y su equipo) con la abstención de Ciudadanos. Una salida imposible porque Albert Rivera ha repetido por activa y por pasiva que nunca apoyaría esa solución, ninguno de los integrantes de ese pacto se fía del otro y, por último, no la quiere parte del Comité Federal, con Díaz a la cabeza. Lo que empieza a abrirse camino entre muchos dirigentes es la salida que hace dos semanas insinuó Felipe González, se ha apuntado Susana Díaz y ha apostado por ella la número dos de la lista por Madrid, Margarita Robles: un Gobierno del PP pero sin Rajoy. Eso significaría que la otra parte exigiría reciprocidad: si sale Rajoy sale también Sánchez... Lo malo es que en el PSOE son muchos los que dicen estar dispuestos a apoyar esa propuesta. 

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