Europa, preocupada y horrorizada con Donald Trump

27 / 01 / 2017 José Oneto
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El discurso de la toma de posesión del presidente de EEUU, un discurso que los españoles conocemos e identificamos inmediatamente, no hace más que confirmar y corroborar los peores presagios para la Unión Europea.

Europa y sus instituciones han recibido la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump con no disimulada preocupación, por las consecuencias que su política proteccionista y militar puede ocasionar en una Unión Europea que aún no ha entrado en plena recuperación económica y en la que son muchas las fuerzas internas y externas que amenazan con dividirla y meterla en un túnel sin salida.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea, anunciada por la primera ministra británica, Theresa May, como un brexit duro y más radical de lo que se pensaba cuando se conocieron los resultados del referéndum, ha sido explicada por un brillante periodista del periódico francés Libération a The Guardian de una forma muy clara y, también, muy divertida: “Cuando alguien quiere lo imposible, en Francia decimos que quiere ‘la mantequilla, el dinero de la mantequilla y la sonrisa de la lechera’. En un uso más vulgar decimos que quiere algo más que una sonrisa de la lechera. Esto es, precisamente, lo que podemos extraer del discurso de May sobre el ‘brexit duro’ que quiere. Es ‘duro’ solo para los otros 27 Estados pero es ‘suave’ para el Reino Unido, porque May quiere mantener todos los beneficios de la pertenencia a la UE, sin ceder nada a cambio. May amenaza con convertir al Reino Unido en un paraíso fiscal como forma de represalia si, por desgracia, los europeos se negaran a plegarse a sus demandas, demandas, dice, de los súbditos de Su Gloriosa Majestad”.

La actitud de la primera ministra británica, las declaraciones a la prensa europea de Trump y, por encima de todo, su discurso de toma de posesión, han sumido a Europa y a sus instituciones en una profunda reflexión y en un duro e inevitable debate sobre el futuro de la Unión, un futuro que solo es posible, ha recordado la canciller alemana Angela Merkel, si los 27 países restantes permanecen unidos ante el nuevo mundo que se abre y que tiene poco que ver con el que hemos conocido tras el final de la Segunda Guerra Mundial, si hacemos caso al mensaje que ha lanzado al mundo el nuevo caudillo norteamericano.

Frente a quienes pensaban que el presidente de Estados Unidos se iría moderando, y que el propio Partido Republicano, con el que sigue enfrentado, le obligaría a cambiar, los que le conocen sostienen que, tras llegar a donde ha llegado, en contra del pronóstico de todos, es difícil que traicione los principios con los que ha movilizado a una clase media cada vez más empobrecida. Una clase media que ha vivido el cierre de sus fábricas y negocios ante el empuje de la globalización, el fenómeno económico más importante que ha ocurrido desde el último tramo del pasado siglo XX.

Trump exponía lo que piensa de Europa y de su futuro días antes de su toma de posesión en lo que era su primera entrevista a medios europeos en el Times, de Londres, y el Bild Zeitung, de Berlín. Auguraba la descomposición de la UE, manifestaba su alegría con el brexit (“será algo excelente”, decía, al tiempo que prometía al Reino Unido un acuerdo comercial especial), describía a la OTAN como anticuada y sugería levantar las sanciones contra Rusia.

De la misma manera hablan sobre la UE algunos populistas europeos. La líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen (vista recientemente en la Trump Tower), también reclama un referéndum sobre la salida del país de la Unión. Según el presidente estadounidense, esta evolución de acontecimientos (nuevos Estados miembros abandonan la UE) es probable. Trump cuestiona también la OTAN y acusa a sus miembros de que no gastan lo suficiente en defensa. Dice que el pacto “está anticuado” y no descarta la posibilidad de levantar las sanciones contra Rusia, “si muchos se beneficiaran de ello”·

Es lo que de alguna forma decía el pasado 20 de enero en el Capitolio, cuando tomaba posesión de su cargo. En su discurso el señor Trump no se dirigió al país, sino a sus electores, a esa clase media que según Trump estaba secuestrada por los políticos de Washington, a los que atacó sin piedad, insistiendo en que se habían enriquecido a costa de los más débiles y a los que había que arrebatar el poder para que volviera a manos del pueblo. Ante un Barack Obama asombrado por lo que oía, Trump anunciaba que “la carnicería del pueblo americano termina aquí y ahora”, e insistía en que hay que suepeditar la política exterior de EEUU a la política interior: “Hemos abandonado el control de nuestras fronteras para defender fronteras extranjeras –dijo en alusión a su oposición a la OTAN–. Forjaremos nuevas alianzas.”

“Hoy no estamos transfiriendo el poder de una Administración a otra, estamos devolviendo el poder de Washington al pueblo” insistió Trump, que desprecia a la clase política, esa “casta” corrupta que tiene secuestrado al país. Un discurso que a los españoles no nos suena extraño: lo conocemos y lo identificamos inmediatamente. En fin, un discurso populista y nacionalista: primero las fronteras nuestras, después las de los demás; primero nuestra economía, después la de los demás, si nos interesa. Nada de globalización, sino proteccionismo, y nada de política exterior, sino interior. Este puede ser, en resumen, su breve discurso de 16 minutos, que no difiere mucho de lo que ha venido diciendo a lo largo de su campaña electoral y, sobre todo, de lo que ha venido defendiendo. 

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