Ciudadanos, PP y Podemos: tres congresos en febrero

10 / 02 / 2017 José Oneto
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Mientras los populares y el partido de Rivera celebran cónclaves en calma chicha, el partido morado se apresta para una auténtica Guerra Civil.

Algunas hemerotecas parece que las carga el diablo. Lo digo porque este febrero, en el que casi todos los partidos (el PSOE todavía tiene que reunir al Comité Federal para fijar la fecha del suyo) han celebrado sus congresos en las dos primeras semanas del mes, se va a producir la gran sorpresa. Una sorpresa en la que no había pensado Pablo Iglesias, secretario general de Podemos.

A principios de diciembre Iglesias anunciaba que el partido morado celebraría su congreso en las mismas fechas que el partido de la gaviota, para que los ciudadanos apreciasen dos modelos de país, para que apreciasen lo que era la nueva y la vieja política. Es decir, que esta semana los ciudadanos apreciarán lo que es un congreso celebrado con una auténtica guerra civil entre tres facciones (pablistas, errejonistas y Anticapitalistas), y otro, el del PP, en el que todo está atado y bien atado, y que se desarrollará con una normalidad que muchos no podían imaginar hace pocos meses.

Así, febrero será el mes en el que tres partidos (Ciudadanos, Podemos y Partido Popular), de los cuatro que conforman el panorama político nacional, después de un año de bloqueo con dos elecciones generales, han decidido celebrar sus preceptivas cumbres, en las que tendrán que poner al día sus formaciones, tras ese año de tensiones, pactos fallidos, estrategias equivocadas y cambios que no siempre han entendido los propios votantes y militantes.

El primer congreso, el de Ciudadanos, celebrado el fin de semana del 4 y 5 de febrero, se ha desarrollado como estaba previsto, en un auténtico remanso de paz en el que su máximo dirigente, Albert Rivera, no ha encontrado la menor oposición a su liderazgo (solo algunas reticencias al cambio ideológico impulsado por el último fichaje, el catedrático de Economía y Estrategia de la London School Luis Garicano, para pasar de
la socialdemocracia al liberalismo progresista) y ha logrado la unanimidad para hacer de la formación naranja un partido de Gobierno.

Si Rivera se presentó al anterior cónclave de Ciudadanos (2011) con tres diputados en el Parlamento de Cataluña y el objetivo de alcanzar el grupo propio (al menos cinco diputados), el pasado fin de semana lo hizo en Madrid con unos números que los más optimistas, que entraron de aluvión en el partido, no podían ni imaginar: 1.700 cargos electos, 32 diputados en el Parlamento, 95 en las Cámaras autonómicas, dos eurodiputados, pactos decisivos en Madrid, Andalucía y Murcia y un compromiso firmado con Mariano Rajoy que, junto al Partido Socialista, condiciona toda la política nacional. Unas cifras que avalan la gestión de la actual cúpula de Ciudadanos y que Rivera ha utilizado para recibir el apoyo mayoritario a una estrategia pensada y diseñada con el objetivo de entrar en el Gobierno central la próxima legislatura y a la que los dirigentes territoriales deberán amoldar sus discursos y actuaciones.

Los otros dos congresos, los de Podemos y el Partido Popular, se celebran el fin de semana del 11 y 12 de febrero y a la hora en que escribo no se conoce el resultado final. Las incógnitas no están en el PP, que celebrará un cónclave tranquilo, sin conflictos importantes y con el asunto de las primarias pactado, a través de una fórmula de elección a doble vuelta en el que participarán la militancia y los compromisarios. Eso sí, se han aparcado los temas más polémicos: la maternidad subrogada, la limitación de mandatos o el voto en conciencia, temas sobre los que se llegará a un acuerdo a través de las más de 4.000 enmiendas que se han ido presentando a lo largo de las últimas semanas.

El verdadero problema está en Podemos, donde tras más de un mes de enfrentamientos, acusaciones, insultos y maniobras de todo tipo, se corre el riesgo de una ruptura, si se sigue tensando la cuerda como hasta ahora. Si Iglesias quería marcar la diferencia haciendo coincidir su congreso con el del PP, se ha vuelto a equivocar de estrategia. Vistalegre II se ha convertido en el conflicto más grande que ha tenido el partido morado desde su fundación, hace ahora tres años. Contemplando las fotos de Vistalegre I, podemos hacer una primera lectura de la situación. En esas fotos pueden verse a Carolina Bescansa con su hijo en brazos, a Pablo Iglesias abrazado a Íñigo Errejón y a Juan Carlos Monedero sonriendo con aires de triunfo.

Esa foto se ha movido tanto que Bescansa ha decidido abandonar todos sus cargos orgánicos en el partido y anunciando que no quiere ir en ninguna lista, y Luis Alegre ha tirado la toalla, acusando además a Iglesias de estar rodeado de conspiradores. Monedero, que dimitió de sus cargos por el escándalo de los pagos del Gobierno venezolano y su problema con Hacienda, es el que más duro se ha mostrado contra Errejón en esa interminable pelea interna, que es una pelea por el poder, y el enfrentamiento de Iglesias con su número dos y portavoz parlamentario ha llegado a un extremo que parecía imposible en un partido presidido por la fraternidad, el abrazo y la amistad (por lo menos eso decían).

Algo que les pasará factura, porque a estas alturas es muy difícil cerrar las heridas que se han abierto: las traiciones que se han realizado, las maniobras que se han diseñado y los puñales que se han clavado.

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