El gran reto de elegir una buena oposición el 26-J

23 / 05 / 2016 Jesús Rivasés
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Mariano Rajoy, “el hombre invisible de la política”, como lo define el Financial Times, confía en la victoria del PP en las elecciones del 26-J y hace planes para gobernar la próximas legislatura. “Solo he hecho la mitad de mi trabajo”, ha explicado en las páginas de la biblia de la información económica, que tanto influye en esos mercados en los que, ahora, España se financia con comodidad y prácticamente a coste cero. Una subida de los tipos de interés y/o de la prima de riesgo sería letal para un país con una deuda pública que, según los últimos datos, ya supera el 100% del PIB y se acerca a 1,1 billones de euros, con “b” de barbaridad.

El presidente en funciones del Gobierno, un superviviente de la política, también está convencido de que, por muy bien que le vayan las cosas al PP en las urnas, sería raro que pudiera llegar a alcanzar mayoría parlamentaria con Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, el más próximo a los populares, pero del que también recela. “Es más que curioso que un partido con 40 escaños –insistía en las páginas del Financial Times– le diga a un partido con 125 escaños que debe cambiar –desechar– a su líder”. A pesar de todo, el PP, que en un principio iba a cargar a fondo contra Ciudadanos en la campaña, bajará algo el pistón de las críticas. Es probable que Rivera y lo suyos, y también los socialistas de Pedro Sánchez –cada uno centrado en su público– hagan lo mismo. La gran enseñanza del 20-D y de seis meses de interinidad es que al día siguiente de las elecciones habrá que entenderse con adversarios políticos y que no se pueden romper todos los puentes. Albert Rivera lo ha explicado con claridad: “Tocará mojarse tras el 26-J”. Y todavía va más allá, porque admite que “claro que es posible que forme Gobierno con el PP o con el PSOE”, aunque siempre deja su pulla a Rajoy con su insistencia en que “no habrá un nuevo Gobierno con las mismas personas”. El líder del PP, que no congenia con el de Ciudadanos, le devolvió el guante, también desde el Financial Times, con aquello de que “no tengo un sucesor natural y, a veces, no es malo no tener un sucesor natural”. Eso sí, días antes, Soraya Sáenz de Santamaría, su persona de máxima confianza en el Gobierno, en respuesta a una pregunta, quiso puntualizar que “España está preparada hace muchos años para tener una presidenta”. Las interpretaciones y los rumores, en el PP y fuera del PP, se multiplicaron de forma exponencial.

Los pronósticos demoscópicos, como detalla el informe electoral de Redondo & Asociados para TIEMPO, que se publica en estas mismas páginas, coinciden con Rajoy en pronosticar una victoria escasa del PP y el casi seguro sorpasso –adelantamiento– en votos de Unidos Podemos al PSOE, sin que se descarte que Pablo Iglesias y los suyos, con Alberto Garzón de mera comparsa –otros lo llaman de otra manera– útil, lo consigan también en escaños, algo que también cree posible el propio Rajoy. Podemos, que se desinflaba a marchas forzadas, ha tenido la habilidad de engullir a Izquierda Unida y está en vías de hacerlo con otros grupos de ultraizquierda. Eso le permitirá mantener y mejorar sus resultados del 20-D, pero tampoco de una forma espectacular, aunque por la aritmética electoral –todavía más si hacen una campaña efectiva–, logre desplazar al PSOE a la tercera posición, lo que significaría la gran debacle socialista y el fracaso definitivo de Pedro Sánchez al que, por cierto, Susana Díaz, ya le había advertido de que “para gobernar, el PSOE debe ganar”. Entonces, en un escenario de sorpasso,Iglesias reclamará el apoyo de los socialistas para ser investido presidente del Gobierno, sumen o no los escaños necesarios. Otro paso en la estrategia podemita de hacerse con la hegemonía de la izquierda y empujar al PSOE al abismo. Líderes de Podemos, sin embargo, admiten en privado que “es imposible que el PSOE apoye una presidencia de Iglesias”, mientras aprovechan para criticar que Sánchez “siempre ha jugado a corto plazo”.

Los responsables de las principales empresas y bancos del Ibex-35 aguardan entre desconcertados e inquietos el próximo veredicto de las urnas pero, sobre todo, están convencidos de que “un mal Gobierno es peor que la incertidumbre”, en palabras de un banquero. Patinaron en sus pronósticos electorales en diciembre. Unos más que otros, creyeron o se dejaron convencer de que, por ejemplo, Rivera y Ciudadanos iban a tener un resultado mucho mejor. Algunos incluso amagaron con un acercamiento al partido emergente que en La Moncloa sentó bastante mal y del que tomaron nota. Más de uno ha hecho penitencia en los aledaños del Gobierno en funciones desde entonces. Ahora, empresarios y banqueros cierran filas y coinciden en que el PP volverá a ser el primer partido, con una cierta distancia sobre el segundo, sea el PSOE o Unidos Podemos. Por eso, como argumenta un importante líder empresarial, en las elecciones del 26-J,
lo más importante es “elegir una buena oposición, y eso tampoco está nada claro”. Una novedad política y electoral, porque nunca nadie reclamó a los electores que elijan bien a la oposición y porque, como dice un líder de Podemos, “la gente vota lo que desea y no piensa en combinaciones y carambolas extrañas poselectorales”. Quizá por eso ahora, sí sea necesaria una buena oposición. 

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