Tom Cruise y la cienciología

27 / 12 / 2016 Jesús Mariñas
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¡Gracias!

El actor estadounidense intentó captar a Miguel Ángel Muñoz durante unas vacaciones en Aspen, cuando este salía con la hermana de Penélope Cruz. El vencedor de MasterChef Celebrity no hizo caso.

Asombroso, ni que hubiera ganado un Oscar, que todo se andará: le dan dobles páginas, las revistas se extasían con el treintañero, exaltan su físico barbudo y la sonrisa generosa. Y todo por haber hecho una tortilla de patatas que le permitió aplastar a la nuevamente crecida –y hasta borde– Loles León; a Cayetana Guillén Cuervo, que batió marcas ensuciando la cocina; o a Manuel Benítez, autoinmolado para beneficiar a su venezolana esposa Virginia Troconis tan opuesta a la rudeza de su antecesora en el tálamo, Vicky Martín Berrocal. Últimamente se afana a la búsqueda del tiempo perdido, igual que Loles.

Se las ve ansiosas, algo que no ocurre con Sarah Jessica Parker, que no repite el éxito de Sexo en Nueva York, gran retrato de aquella jet habitual de Madison y la calle 80 en la que vivieron Jackie Kennedy y otras celebrities como Paloma Picasso, hoy opacada cuando en los 90 brilló tanto como la madre de Miguel Ángel Muñoz. Recuerdo su pisazo dando a Central Park y cómo amontonaba en los pasillos los cuadros paternos. Algo parecido hizo su tía abuela Lolita Vilató Ruíz en su piso barcelonés de Paseo de Gracia, donde apilaba con descuido el germen de lo que el genio donó para crear su museo de la calle Montcada. A Paloma le comenté tal coincidencia amontonadora, quizá genética. Se sorprendió con la revelación como muchos con esta visita de la Parker, que era la peor vestida de las protas del divertido y testimonial serial tan desinhibido.

Divorce es mi trabajo actual, ya en segunda temporada”, contó fiel a su imagen risueña algo ñoña, melena hasta el busto y largas pestañas puestas “una a una”–400 euros– tal las ahora lucidas por Letizia. Asombran.

Oráculo del famoseo

Vuelvo al triunfador de MasterChef quien, diga lo que diga, no es novato en la cocina. La mamó de su madre, Cristina Blanco, que en nuestros veranos marbelleros animaba mi hastío enviándome soberbias tortillas con su firma. Tiempos en que era oráculo del famoseo costasoleño. Época redorada de Jesús Gil en la alcaldía, cuando la bruja era consultada por desde José María García a Teresa Campos y Terelu, que se hizo íntima hasta viajar juntas. La requería el famoseo panza arriba. Especialmente las jequesas anticipo de la clientela enorme: le pedían consulta que ella hacía en el hotel Andalucía Plaza.

Justo enfrente, en un adosado de 350.000 pesetas mensuales, vivía la entonces delgada y hoy irreconocible Belén Esteban con Mariví y el resto de su panda. Contaba sus penas con Jesulín, tal la ahora gemidora Alba Carrillo, porque no hay nada nuevo bajo el sol. Formó pandilla con la bruja y hasta le inventaron idilio, ahora absurdamente revivido, con Miguel Ángel, que era un tierno infante doceañero a quien nuestro fotógrafo Elio Valderrama paseaba cogido de la mano por Puerto Banús. Ensalzada y odiada la vez, Cristina vivía opíparamente, tenía las mejores amistades, se la abrían todos los salones y destacó en la plantilla marbellera como Jaime de Mora o la exemperatriz Soraya, a quien pusimos Imperial Cune por cómo le daba al tinto. Vivía en Río Verde al lado de Luis Sanz, descubridor de Rocío Dúrcal, a la que hizo debutar teatralmente en Un día en Nueva York.

Fue arrope como los consejos de la guapa y tierna de “alegre chica de Coslada”, se transformó en íntima de Mae Dominguín o el encarcelado por saquear la caja municipal Pedro Román, al que no supo vaticinar su decadencia política, secuela de aquella caída del casi nuevo imperio romano que fue la época de Gil. Marbella no volvió a ser la misma. Aún no sé si ganó o perdió.

Aunque repasando a los Muñoz Blanco, las crónicas aseguran que adoptó a dos chinas. Yerran porque son peruanas ya casi veinteañeras. Lara Dibildos y menda apadrinamos a la mayor, Andrea, bautizada en los jesuitas de Serrano. Cristina Blanco lo gastaba y Miguel ponía ojos como platos desbordando su niñez tras debutar con 10 años como prota de El palomo cojo junto a Paco Rabal. Con los años, al conocerse en Un paso adelante, se prendó de Mónica Cruz y fue enrolado en el clan de Penélope, entonces supuesto romance de Tom Cruise. El actor los llevó a esquiar a su casa de Aspen, Colorado. Arrinconó a su enamorada que no entendía nada –o prefirió pasar– ,y el astro tras hacerlo con Penélope –fue budista con Nacho Cano y lo otro con Tom– se centró en adoctrinar para la cienciología a Miguel Ángel y Eduardo, el hermano luego cantante de la famosa que sigue los pasos de Sara Montiel sin tener su belleza única ni el talento de Bette Davis.

 

De vuelta a casa

De eso podría contarnos Paz Vega estos días “resucitada” tras dejar aquello quizá porque no veía futuro. España le quedaba pequeña y la meca le vino grande. Más delgada, Paz Vega, acompañada por su altivo marido y Mónica Molina, asistió a una función de circo mientras el expresidente José María Aznar y su mujer, Ana Botella, lo hicieron yendo al estreno de El buque fantasma, ópera de Wagner llevada al Real por el director de orquesta Pablo Heras Casado, guaperas y joven marido de la magnífica Anne Igartiburu. La exalcaldesa restalló en rojo vivo, buen contraste a la suntuosidad de ópera también llamada El holandés errante, luego redimido por el amor. Buen mensaje pascual con revolucionario montaje de La Fura del Baus.

En pleno éxito social, Cristina lo dejó todo, fama, dinero y relaciones. Ese abandono le causó una crisis ya superada. Lo hizo para no enturbiar la carrera actoral de su “niño” hoy aclamado no por cocinar virguerías sino por algo tan nuestro y aparentemente sencillo como una tortilla de patatas según la receta materna. Éxito suyo y de los platos tradicionales made in Spain.

Letras testimoniales.

De ello se habló con López Simón, Vicente Amigo, Eloy Azorín y Lola Dueñas ante la ausencia de Joaquín Sabina en la presentación de un voluminoso libro –288 páginas–, análisis de sus letras tan testimoniales. La magnificó Gabino Diego, muy volcado en la escena como Belinda Washington, que amadrinó cantando con su banda jazzística el debut como modelo de su rubia hija Andrea Lázaro, recién licenciada en Bellas Artes. Evitaron que la rubia cría, parece más joven de sus ilusionados 20 años, exhibiera dos piezas en raso y encaje, plato fuerte de la colección donde sobresale un conjunto morado muy sexy que merece ser lucido por Natalia Verbeke tras debutar como mamá, tal está a punto de hacerlo Helen Lindes, gracias a su larga relación con Rudy Fernández.

Gabino pasa el año en Valencia y competirá en la cartelera con un Jorge Javier Vázquez que allí cierra su año y medio de éxito teatral. No sabe si repetirlo: “Ya tengo algo en mente. Primero descansaré para darle forma. Aunque lo inmediato es retomar el Sálvame vespertino donde parece imprescindible”.

Sálvame o sálvanos, piden algunos tertulianos como Mila Santana cada tarde, ante las bajadas de audiencia al de Luxe. La cosa está reanimada por los aspirantes al hueco vacío de Rosa Benito, agotada la mina de Rocío Jurado que exprimió miserablemente dañando el mito. A ello contribuyó su hija Ro, eterno dolor de madre más allá de la tumba, hoy en paradero desconocido como la llorona Raquel Bollo y una Karmele Marchante que yerra a conciencia. O por falta de ella con el aire del concursante Jesús que confesó sin pudor haber engañado a su confiado David, pareja desde hace dos años, hasta nueve veces.

Me dejan sin palabras como algunos descubriendo el réquiem sabinesco a Cristina Onassis, que aquí apenas fue popular. Lo recupera Javier Menéndez  Flores en esta analizadora antología sobre Joaquín Sabina: “De la isla de Skorpios en yate a Nueva York, / del gran baile de Mónaco a cenar en Maxim’s, / guardaespaldas armados la sacan del Rolls, / un amante alquilado, le calienta la ‘suite’. / Con su cara de dólar amortizó varios maridos. / Pero siempre esta sola poniéndole una vela a Cupido”.

Tan testimonial como Yo quiero ser una chica Almodóvar, su aburrida Julieta ha sido despedazada como La Reina de España con las peores taquillas del año.

Otra chica Almodóvar como Bibiana Fernández abarrota en cuarteto con Manuel Bandera, la desaprovechada Alaska y el arrollador Mario Vaquerizo. “Yo quiero ser una chica Almodóvar como Miguel Bosé, / pasar de todo y no pasar de moda, / bailar contigo el último cuplé”.

Eso y más: “Naricillas de saldo, tabiques de platino, equilibristas del tedio, que no sabré yo. Marcadores de paquete en la cola del retrete, inventores del tebeo o tontapollas sin cura”, definiendo a Serrat “alquimista de las emociones que cura las heridas con canciones”.

Por eso me voy con su música a otra parte. Hasta el año que viene.

Grupo Zeta Nexica