Rociíto convirtió su boda en un plató

20 / 09 / 2016 Jesús Mariñas
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Rocío Carrasco no invitó a su boda con Fidel Albiac a sus familiares más cercanos, entre ellos sus hijos y sus hermanastros. Por el contrario, asistieron al enlace sus compañeros de profesión y algunas caras conocidas.

Faltó unción y emoción, no conmoción ni morbo. Rechazaron familia prefiriendo compañeros casuales. Pero no faltó  interés, especialmente en la joven novia tras 17 años esperando el sí, quiero. El recuerdo materno se agrandó sobre todo al cantarle Miguel Poveda “Rosío, ay mi Rosío”. Desaparecidos Rocío y Pedro Carrasco, todos imaginaban qué vaivén de recuerdos reviviría.

Y aunque faltaron familiares y los compañeros televisivos hacían del rito un plató jubiloso, los más viejos recordaban peripecias familiares. Las conocían al detalle: desde el rechazo que el ya marido causó en la Chipionera al tampoco bien admitido Antonio David, que en tiempos tomboleros durante dos horas batió récords de audiencias contando cómo la madre de sus dos hijos metía en el maletero a sus ligues. Rechazados del casorio, la tía Gloria Mohedano, ojo, no es lo que parece, o el aprovechado Amador, en tiempos gloriosos cuestionado representante de su hermana. Tampoco estuvieron sus perdidos hermanastros José Fernando, siempre en el ojo del huracán, pobrecito, y la más combativa Gloria Camila. Los impuso Ortega Cano cuando la cantante no parecía dispuesta a tener más descendencia. Tenía suficiente con la que fue Rociíto, nombre de niñez hoy rechazado. Desquicia. Hubo de todo. Hasta forzada salida de un colegio. Horas antes de su primer sí, quiero al exmarido y ex guardia civil
–veinteañero entonces–, lo expulsó la Benemérita por quedarse 20.000 pesetas de una multa. Se despachó a gusto regalándoles puñalada trapera. Un accidente casi mortal con Fidel que casi les cuesta la vida igualó el repudio a su primer marido, que no novio. Probó muchos, entre ellos Aitor, hijo de Massiel en pasión escolar.

Invitados

 Amigos que siempre estuvieron ahí, como el doctor Claudio Mariscal o el tito Luis, sangre de su sangre, hermano mayor y físicamente más alto que el boxeador que acabó auxiliado por Juan Palacios llevando un muestrario de relojes Viceroy, para quien hoy trabaja Penélope tras hacerlo años Fernando Alonso. Ya tampoco vende su ahora risueña imagen siempre tan desabrida con los medios cual Pedro Almodóvar, que podría ganar su tercer Oscar con la densa Julieta. Él mismo señala que “aquí no ha gustado” pero mundo adelante se tragan lo que firme el manchego. Finalistas quedan La novia, latosa, lenta y preciosista versión de Bodas de sangre, y El olivo.

No faltó Ángel Nieto, su esposa Belén fue la única de la lista con traje corto. Era verde Nilo y refrescaba otras opulencias prestadas. La deliciosa Carmen Borrego fue en favorecedor coral y Terelu en verde botella mientras la eterna María Teresa, considerada la mejor vestida, realzó en traje rojo bordado en ramas rojas de pedrería. Remarcó los siete kilos perdidos tras su operación de vesícula. Bigote, siempre cautivadoramente perfecto, es un gentleman, con esmoquin negro, y un pañuelo alunarado que casi volaba en el bolsillo del pecho. El resto, en grises y azul marino tópicos, ropa de compromiso ante el exceso de Lara Dibildos, en actualísimo fucsia con toda la espalda al aire. Pareció exceso fuera de tono en alguien tan clasicorro, al menos vistiendo, como ella. Su corazón es imparable trote de novietes. Su hijo calza un 49. Con Pedro y el rubio doctor Abril formaron en los 80 un trío que estaba en boca de todos. No era habitual que dos grandísimos del boxeo y las motos las corriesen sin digerir mucho aquella relación se ve que no extinguida.

Ausencias destacadas

Quedan brasas encendidas avivando aquel despendole. Todos del lado paterno ante las inexplicables ausencias del familiar clan chipionero, siempre en vanguardia del escándalo gracias a Amador, que ahora maquina vuelta con Rosa Benito, su esposa durante 35 años. O quizá sea estrategia al verse largada de la tele vespertina que era su segunda casa y gemidor programa que propició la ruptura matrimonial.

A la maniobradora y guapa Rosa –vaya tipazo de sesentona– ya no le era rentable hacer dúos con su hija Chayo –Rosario para las nuevas amistades– superado el morbo de verlas juntas en desafinado dúo. No invitó ni a los hermanastros traídos de Colombia. Apenas cabían en su no muy grande chalé de La Moraleja, donde yo tenía habitación puesta en el primer piso al rincón, donde cada miércoles comíamos lentejas Alejo García y yo. Él murió suspirando por la más grande. Le llevábamos nécoras y coquinas que chupeteaba con el deleite y ojos en blanco que la Campos mostró ante Bigote en reality parece que sin continuación. El marisco hinchaba a Rocío y le producía deformadoras rojeces atendidas por el doctor Claudio Mariscal, en cuya consulta Roció conoció a Ortega Cano. Su amor surgió entre receta y receta.

Ansiosos todavía de más y más, desmenuzan el traje casamentero de Hannibal Laguna, presente el horror que fue el de Tony Ardón. Era feo, cursi, terrible bajo y enredado de trencitas, buen remate a la madrugada del “estamo mu a gustito” jipiado por Ortega Cano en alegría incontenible. Pasó a la historia, lo grabaron ridiculizando su euforia, afirman que lo vendió Amador por 15 millones con Rocío vistiéndose de novia. En el bodón chipionero me permitió ver que su madre, la prudente Rosario, le ponía el soberbio modelo en piqué con cinco volantes. Lo firmaban Herrera y Ollero y luego, colgado en un vestidor, lo arruinó un escape de agua. No fue la única pérdida, ya solo era molesto símbolo de aquel jolgorio marinero que llevó en andas a la novia. Isabel Pantoja estaba tras el altar y Paquita Rico acabó tirada en un banco de las bodegas Domecq. No se tenía en pie y la refrescó su íntima vecina Pantoja. Historietas de la historia.

Las mejor y peor vestidas

Sigamos el repaso: inaceptable el Jorge Vázquez de Alba Carrillo granate de florones, excesivo para su edad. Parecía más propio de una Cuqui Fierro ahora prendada de David Meca, al que mantiene a sus pies vencido por muchos regalos. Ahí también bucea como algún invitado en la piscina del kistch Valdepalacios no quitaba ojo a los desencuentros y “aquí te pillo” solo aparentes de Sandra Berneda con Nagore. Aunque amiga de poco tiempo, soltó lágrima por el sí, quiero. Rocío suspiró bajo desde el encaje triangular de Hannibal Laguna que remarcaba el escote en forma de uve. La cola colgada del brazo y en vez del joyerío materno con grandes brillantes, llevó chatones a la rusa en pendientes cedidos, prestados –no creo que regalados– por María Teresa, madre adoptiva. Decepcionó que no llevase al cuello la cruz de seis brillantes que nunca abandonaba mamá. Lució en la muñeca sudada pulsera de cuero, obsequio de su llamativa ya suegra.

Chayo destacó entre las mejor vestidas con Marina Osorio Alburquerque o el Rosa Clará verde Nilo de Sonia González. Cundió el desmelenamiento y se vio en Carlota Corredera –parecía que se casase ella–, el frippe de Belén Nieto y una Paulina Rubio de fucsia y nuevo marido. Viajó forzada por la revista necesitada de caras vendibles. Aprovechando la coincidente festividad de Regla, los rebotados chipioneros montaron contraataque. Desde Ro Flores a Gloria Camila se exhibieron desafiadores en el ya histórico balcón donde la Jurado vitoreaba siempre a su patrona. La Benito asistió para no cerrarse más puertas, presionada por su cuñá Gloria. Amador estos días anda cascándole a su hija por traicionarlos. Dará muchos capítulos. Esta boda sí traerá cola.

Contrapunto social de altura fue el funeral por el apenas posesionado duque de Medinaceli. Presidió Felipe VI y falló su tía Naty Abascal, aunque estaba en Madrid. En recuperado negro riguroso se vio desde una Alicia Koplowitz a Ana Abelló, mientras Marichalar dio uno de sus cantes con ajustados pantalones crema de jovencito. Tessa Baviera impuso chic con Pilar Fernandina, Miriam Ungría o Eugenia Silva con falda midi. Clasicismo del duque de Aliaga y Griñón con Esther Doña apropiadísima. Lita Trujillo resucitó de entre los muertos y Flavia de Hohenlohe hizo modélica genuflexión a Su Majestad.

Grandes gestos ante un grande en la hora en que Luis Abascal, primo del fallecido, era vip en el desfile de Emidio Tucci. Fue opacado por Julio Benítez que, morenísimo, me contó entender el sorprendente divorcio de sus padres. El Cordobés duró medio siglo con la dura Marina. Kike Solís se dejó ver con Paco León; Dafne Fernández, de agobiante pijama; y una rayada Nelsy Chelala amadrinó con Sonia Ferrer el bautismo de los bañadores de su nieto Jorge. Paseó a su nuevo amor la remorena presentadora que tiene para paladear, mientras sobre el mar Báltico Ion Fiz hizo un crucero anticipando lo que ofrecerá esos días en la para todos pasarela Cibeles.

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