Preysler se atribuyó un brindis de Mario

07 / 06 / 2016 Jesús Mariñas
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Durante una corrida en Las Ventas el torero Diego Urdiales brindó un toro al Nobel. Su novia, Isabel Preysler, tomó el brindis como un agasajo personal y se levantó rauda a agradecerlo. La pareja recibió pitos del público.

Chasco y fiasco, todo por el mismo precio. Una vergüenza para alguien tan aficionado. El Nobel no sabía cómo disimular sofoco ante la inepcia de una Isabel luciendo donde no se prodiga. Amante de los claroscuros, su estilo se remarcó entre cálidas luces rosadas y, aunque el cielo abundaba en nubarrones, no escondió lo que algunos exagerados tomaron como ofensa a la fiesta nacional barrida de las plazas barcelonesas por arbitraria decisión de Colau.

Allí se hacían los estrenos nacionales de teatro como en agosto Lola Herrera presenta nueva alta comedia francesa, un género ya poco abundante en nuestros escenarios. Faltan protagonistas con las dotes, el carisma y la calidez que tiene la vallisoletana, que en Casa Lucio celebró 81 años rodeada de periodistas en la Peña IV Poder. Con Preysler se pasaron. Fue noticia donde no la había. No sirvió hacerles notar que la pareja ocupaba barrera del tendido 9 a la que están abonados Fernández Tapias y Nuria González. Ellos les cedieron tal vistosa localidad de 200 euros plaza. Un sitio estratégico y único para ver y ser vistos, como, 48 horas más tarde del incidente, le pasó a un Alberto Alcocer irreconocible con cara enorme. Con gafas negras buscaba anonimato. Efecto contraproducente como esconderse bajo tal enormidad imitando a Naty Abascal en la ópera romana con unas Jimmy Choo descomunales impropias de teatro lírico. Las llevó sobre un Valentino que dejaba toda la espalda al aire: “Es de 2007 y me lo regalaron”, sobraba la precisión mientras jugueteaba justificando las oscuras lunettes. Contaba que en la Nueva York de los 70 muchos las usaban para el Met. Aquello es América y aquí sonó a exceso snob. Animó una première donde La Traviata luce diseños de Valentino tal Lacroix hace en el Liceo barcelonés poniendo arlequinados a Capulettos y Montescos. El italiano sentó en platea a la sevillana con Lyz Harley, Suzy Menkes y Andrea Casiraghi. Auténtica gala.

Tarde de toros

Pero retomo Las Ventas y a uno de los ayer engañadores Albertos. Próximo a Enrique Cerezo, este Alcocer todo papada estaba sentado junto a Lalo Azcona, de pelo blanquísimo. No paró de echar humo con soberbio habano de ricachón. Sus ostentosas caladas puesto en pie no pasaron desapercibidas para el ojo repasador de Cristina Cifuentes dos filas más abajo porque, igual que don Juan Carlos, pasa del palco real prefiriendo con Elena y Victoria Federica la más cómoda puerta de toriles. La presidenta madrileña proyecta grandes cambios al renovar el contrato por cuatro temporadas que acaba con el año. Gran aficionada, me anticipó alguna novedad: “Al entregar a José Tomás la Medalla de oro de la comunidad, le pedí que vuelva al coso madrileño”. También recuperó, situándola en Las Ventas y con cargo a la futura empresa, la Escuela de Tauromaquia cerrada por Carmena. “Le pondremos el nombre de El Yiyo”, que fue veinteañero matador que con El Soro compuso el trágico cartel del 26-S en que murió Paquirri. Ante Alcocer y su rubia, despampanante pero clónica, evocaron a Esther Koplowitz, bocanada va y viene, ante José María Michavila con Genoveva en el 20 aniversario del abnegado Vicente Ferrer.

En Las Ventas no faltaron Jaime Martínez-Bordiú; la superflorida Pilar Vega de Anzo, cómplice de Álvarez del Manzano; un morenísimo Gil Marín; Samuel Flores, tan próximo al emérito que esa tarde sentó con él a Enrique Ponce. El valenciano se vio en la gloria y parecieron excesivos, no solo irrespetuosos, sus constantes saludos brazo en alto que junto a don Juan Carlos lanzaba sin parar. Así superó una tarde –la única porque la afición capitalina lo rechaza como a El Juli– sin fortuna.

Tiempos mejores

Nostálgicos de tiempos mejores, evocaron la época trepa de Alcocer casado con la discreta y físicamente impactante Esther Koplowitz y su primo con Alicia, a la que traicionó con la hoy socialmente extinguida Marta Chávarri. Es amada sobrina-hija de Natalia Figueroa a quien le costó superar el trance. Doble traición familiar: uno apoyaba la infidelidad del otro. Semejó alta comedia por generosidad de su fraterno Fefé junto a la Nuria anfitriona, que vestía tan blanca como Isabel. Incluso hizo debutar “de aficionado” a su primogénito Iván. El crío se entusiasmó con los lances mientras Preysler acabó aterida confiada en la climatología.

Otro despiste: vistió veraniego trajecito blanco con escote en pico recamado como encaje. Escaso para el aire frío rebajando entusiasmos de aficionados ante una larguísima feria de San Isidro de 31 festejos pródigos en desilusiones. Abundaron los toros devueltos y hasta un lote entero. El sustituto no superó lo rechazado y levantó protestas cual la ignorancia isabelina, más justificada que los inadmisibles lotes. Isabel siempre destaca, incluso con ridículo. Hay que agradecerle su ignorancia del ritual que puso sal donde había desgana y tedio cuando Diego Urdiales se aproximó para brindar un toro al Nobel. Habituada a reverencias, pleitesía y alfombras rojas, malpensó que le ofrecían a ella el primero de los seis Alcurrucén. Se levantó rauda sonriendo, lo tomó por agasajo postinero como eterna celebrity. No se había visto en nada parecido. La pilló de sorpresa. Descolocó al torero que, acostumbrado a quites y capotazos, reaccionó. Rehízo faena: “No señora, es para don Mario. Pero bueno, se lo ofrezco a los dos”, apañó Urdiales rompiendo ritual hasta hoy inamovible. Erguido pero muy serio el novelista agradeció la gracia. Luego la repetiría su compatriota Roca Rey, ya sin equívocos ni malas interpretaciones. Brindó su primero al escritor, Isabel contestó con él y creó alboroto, rechifla y cabreo. Clamaron “¡fuera, fuera!” como si le faltase bravura –pobre Isabel, sin entender nada–, silbaron y hasta los puristas del tendido 7 le chillaron “¡lee el Cossío!”.

Todo sea por mantener esencia ante los embistes a la feria combatidos por la afición de María Dolores de Cospedal entregada como Marián Camino, la chic Cristina de Hohenlohe o Rosauro Bauro sin Amaia. Sorprende que acudan solos. Ana Obregón pasó desapercibida ante lo de Isabel o su también contemporánea Carmen Martínez-Bordiú. Se distancian horas aunque Anita pierde al confrontarlas. Es cómica y la peor conservada. Carmen parece harta, quizá porque, salvo una tarde, no la acompañó Luismi, el chatarrero, que lidia en plazas menos aparatosas. Aunque para impactar, nada como la infrecuente y casi inédita unión del marqués de Cubas y Cayetano Martínez de Irujo. Llegaron y se sentaron juntos animando conjeturas no referidas a sus gustos taurinos. Durante casi tres horas los repasaron de pies a cabeza. Desilusionados, no encontraron lo que buscaban. Ni rastro, aunque morbosos cotejaron sus gestos, actitudes, comportamiento y hasta el modo en que el joven aristócrata ponía un cuba-libre sobre la madera. Igual que para algunos resulta malo ver imitado en una zarzuela a Pablo Iglesias emulando con coleta y camisa a cuadros al histórico así llamado. Miguel del Arco lo saca al estrado escénico como motivo provocador –para algunos quizá promocionador– que en el Teatro de la Zarzuela hace actualizando La Gran Vía y El año pasado por agua. Debuta en el género gracioso pero sobreactuado Paco León. Mejor en tele o dirigiendo cine. Colocan al podemita proyectando al fondo enormes caras de Bárcenas, Julián Muñoz, Granados y otros del ya gremio trincador. Lo hace en el número de “los ratas” tan identificados con nuestro hoy: “Siempre que nos persigue la autoridad es cuando más tranquilos timamos más”.

Tiran con bala

A lo que un Pérez Galdós enfrentado a Valle-Inclán que aquí no cecea, pronostica a principios del XX: “Tendremos que esperar como mínimo otros cien años para que nazcan personas más sabias y menos chorizas de las que tenemos actualmente”. Tiran con bala mientras doña Transparencia reconoce “estar opaca” y doña Justicia clama que “estoy tan sobrecargada, jurisprudenciada e infradotada que el Gobierno de España quiere acabar conmigo. No me cabe ni un litigio más”, concluye.

Mientras, las corridas centran la vida social y resucitan vips de un tiempo mejor donde las famositas anunciaban de todo: Bibiana Fernández y Manuel Bandera relanzan el Torremolinos gay; Macarena Gómez, siempre malhumorada, promociona pilas; una barra nocturna Dafne Fernández con la embarazada María Castro tan de parto como Anne Igartiburu. Se unen LolesLeón, Marta Torné, María Esteve o Lara Dibildos tan cambiada como la cantante Chenoa poniéndose el moño por montera. El glamour queda para los toros incluso con pifias tan jaleadas como la de Isabel.

Grupo Zeta Nexica