Miguel Ángel Perera se casa al fin, tras años desesperando

25 / 10 / 2013 12:22 Jesús Mariñas
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El torero contrae matrimonio con Verónica Gutiérrez, después de conseguir que su exmujer firmara los papeles del divorcio.

Parecía un romance de valentía con mucho orgullo torero, como aquellos que cantaban JuanitaReina y ConchaPiquer con letras de RafaeldeLeón, el que mejor exaltó la copla cuando tenía tanto auge como la fiesta nacional, que en Salamanca, tierra de grandes ganaderías, acogió una boda postinera de las que ya no se ven. Todavía paladeaban con regusto ácido el festín Porcelanosa de Villarreal de los Infantes, especie de pasarela circense con tanto relumbrón en pos de cheque alicatado hasta el techo, y aquí tenemos nuevo motivo para el despiece curiosón y el recorte desmenuzador.

Años de espera.

Se casaba una pareja joven y singular que llevaba dos años esperando intercambiarse el anhelado sí, quiero demostrado ya con su esperanzada y paciente convivencia con la que superaron inconvenientes, zancadillas o impedimentos, como la negativa de EvaFernández, primera esposa del matador, en autorizar la ruptura legal, de la que sacó una tajada objeto de comidilla resucitada. En algo tenían que entretenerse bajo el sol otoñal que redoraba la románica Catedral Vieja al borde del Tormes en una Salamanca de vitalidad –lo que natura non da, Salamanca non presta– ávida de emociones sentimentales. Reverdecían cotilladoras en alguna faena nada taurina pero propiciadora de estocada mortal, compadecían al torero tan admirado por CarmenMartínez-Bordiú, que lo sigue de plaza en plaza dando pábulo a imaginar más que admiración por su fina estampa y temple con el capote de grana y oro.

Solo compareció a cenar acompañada del Chatarrero, lagrimeaban no se sabe si emocionadas o por el aire que despeinaba tupés como los del duquedeFeria, siempre preocupado por la fachenda, o de un FranRivera incesante con la mano reponiéndose el rulo sobre la frente, no fuera a jorobarle la reaparición posboda. Su aún coleante segunda boda en Ronda tuvo menos pompa y circunstancia en la finca familiar, hoy propiedad de Cayetano, que la adquirió a su abuelastra PilarLezcano –también mal conocida como la Oso, así bautizada por la inolvidable CarmenOrdóñez, que nunca la admitió– donde están, se supone, reposando las cenizas de OrsonWelles echadas a un pozo. Tanto admiraba al maestro de Ronda que quiso unirse a él en el más allá tan cercano.

 

“El pobre MiguelÁngel sufrió lo indecible hasta poder casarse con Verónica, ay si yo te contara”, evocaban enteradas tras las vallas metálicas reguladoras de desmanes impensables en la docta Salamanca, siempre ojeadora entre visillos como reflejó CarmenMartínGaite en su novela más conocida y muy retratadora de su ciudad y gentes.

Era una admiración interiorizada y sentida sin los desmadres castellonenses del jaleado –solo faltó una mascletá ensordecedora– enlace de MaríaColonques, donde todos parecieron alicatados hasta el techo, qué manera de rebrillar. Me costará olvidar –o más bien suspirar– el reciente desfile pintoresco con todo el famoseo como plantilla volante de la firma levantina que exporta cerámica a todo el mundo y nos prestigia como Zara, Desigual o Mango, por encima de la pretenciosa marca España.

Una boda muy taurina.

Seis de la tarde, casi hora taurina, superando las lorquianas cinco de la tarde, paseíllo sobre las doradas piedras de Villamayor, pueblo inmediato casi barrio donde se celebró el banquete con gazpacho de sandía y buen cabrito asado. Tiene canteras universales de piedra que pueden cortarse como un queso. Endurece y coge tono rosado con los siglos, es uno de los encantos de Salamanca, ciudad que podría hermanarse con Santiago de Compostela o Sevilla si es ya no lo están. Conservan el mismo embrujo.

El recién casado, hijo mayor de los Rivera, fue el que generó los primeros e incontenibles entusiasmos, en seguida entibiados por cómo malvestía su esposa LourdesMontes. En vez de boda parecía de funeral, toda ennegrecida. Lo nunca visto. Se ve que estaba mal aconsejada y dio que decir: o no sabe de qué va y evitó enterarse. EugeniaMartínezdeIrujo, duquesita de Montoro y ennoblecedora del torero como primera mujer oficial de Fran, podría impartirle lecciones magistrales como las que FrayLuisdeLeón dio en la inmediata Universidad, la más antigua de Europa, donde todavía resuenan los ecos a MigueldeUnamuno, que fue su rector antes de la guerra. Allí lanzó MillánAstray su tristemente famoso “¡viva la muerte!” como otros despepitados lanzaban olés a la concurrencia de matadores.

Los toreros y sus mujeres.

Formaban una insólita cuadrilla con sus mujeres tan sufridoras en casa. Verónica no es de esas “que se quedan llorando, siempre ve torear a Miguel”, exaltaban casi admirando su arrojo. Lourdes Montes parecía cohibida, descolocada, enlutada y sin aire jaranero, mientras el pinturero FinitodeCórdoba, resucitado esta temporada, lo hacía con la espléndida AranchadelSol animada en rojos toreros con delantero casi capote –¡ capote de grana y oro!– firmado por la cordobesa JuanaMartín, ya entre las primeras espadas diseñadoras, igual que JorgeVázquez, el LorenzoCaprile que estilizó en platas tan de banderilleros a la imponente CarmenCapea, madre de la novia, o esa VickyMartínBerrocal en sus principios tan levantadora de suspicacias pero hoy afianzada en la moda casamentera cual la RosaClará –de quien se enrojecía superando tristezas MartaGonzález, ex del PalomoJr.– o el Pronovias arquetípico.

Chocó el traje bicolor en chocante blanco y negro de LauraVecino, favorecida con melenita corta que le caía juguetona sobre un ojo. La nueva duquesa, tan distinta –y hasta distante, las apariencias engañan- de su suegra, NatiAbascal, que tan aficionada es a ser retratada, todavía no lo ha hecho con sus nietos. Mientras, destacó como siempre la exactitud en traje corto –pese a que excesivos lo pedían largo– de PalomaCuevas, a quien todos preguntaban cómo se encuentra su padre, VictorianoValencia, tras ser operado de vértebras: “Va tirando, pero le cuesta”, detallaba sobre un Valentino azul cielo con bolsillos laterales que por su amplia falda años 50 recordaba el new look Dior. Estaba versionado por BelénMolinero según los patrones habituales, porque los grandes de la alta costura venden sus ideas para ser replicadas y así superan o descuidan el prêt-à-porter propio. No son copias sino reproducciones exactas y de las tres Molinero, son asiduas elegantes patrias tan valoradas como AnaAbelló o PalomaO´Shea.

Una separación complicada.

El pobre Perera casi se infartó, evocaban en un suspiro admirativo, cuando al separarse, tras su boda civil supo la faena económica de su ex, a la que había quitado las tarjetas de crédito olvidando anularle la de los grandes almacenes. Hizo con ella un verdadero saqueo, “hasta compró algún Rolex”. Miguel se enteró cuando le llamaron advirtiéndole que el gasto superaba los 60.000 euros.

Un disparate, lamentaban y precisaban sin quitar ojo a los cinco autocares granates que traían a la engalanada comitiva llegando por orden de importancia, en esta singular vuelta al ruedo bajo las paredes catedralicias y el fugaz vuelo de estorninos. Lo captaron todo, nada se les pasó: ni el traje de encaje morado de la Berrocal con moderno largo bajo rodilla, o que la bronceada BegoñaTrapote llegó la última y a pie con modelo de Dolce&Gabbana, también corto, en un encaje azul noche superior –quiero decir supercaro– que redondeaba a la sevillana. La Trapote, bien amarrada a don Pedro, ya cuñado de FelipeGonzález al que tiene –¿o mantiene?– de inquilino y de cuya capacidad ahorradora cuenta y no acaba, contrastaba luciendo al cuello un corazón de brillantes que dejó sin habla.

Desfile de invitados.

RosarioDomecq, mujer de ElJuli, espera su tercer hijo, que se sumará a los mellizos y pasarán a formar una familia numerosa. Era gravidez bien disimulada por un traje de Jorge Vázquez que le partía el cuerpo contrastando tonos vino tinto y rosa, tomaron nota del pelo rubio por un revitalizador JuanPeña. La extorera CristinaSánchez acudió acompañada de su marido y lució un vestido de satén en color burdeos con godets de gasa y seda. Grandes nombres desfilaron como ElViti, DámasoGonzález, Cepeda, ManoloCaballero, PepínLiria o el colocadísimo Talavante, ahora apoderado por CurroVázquez –que como novillero enriqueció a Cayetano Rivera– unido a PatyDominguín, la única con pantalones y el mismo golpe de melena que su prima Carmen Ordóñez. Les pueden los genes, matizaron con el aplaudido llegar de  FernandoRomay, tan añorado como cronista de la Primera que mantenemos todos, y bien nos cuesta, o la galanura madura de JoséAntoniodelMoral, cuyo manual Cómo ver una corrida –las que aún quedan tras los petardos antiespañoles de Barcelona y San Sebastián– pronto llegará a la vigésima edición.

Es de lo más recomendable, como exaltar la capa española con vueltas en terciopelo grana del grandísimo y adelgazado MorantedelaPuebla, con su exótica ElisabethGarrido, en la que no reparó el cansancio facial de RafaelMedina como envejecido tal el pétreo entorno, porque el duque estaba obsesionado en comprobar qué tal caía el chaqué al tímido novio, negro con chaleco rojo, de su firma Scalpers, que no deja de expandirse.

Estaba tan a la medida como el andaluz traje con 70 metros de seda cruda de la contrayente. Impactó con toda la falda de volantes y cola flamenca como para ser pateado por irremplazables de la danza tal ManuelaVargas o la guapa gaditana SaraBaras.

“Vero lo compró hace dos años”, descubrían sapientísimas, cuando pensaban casarse. Pero la exmujer decidió aplazar la firmar de los papeles y tuvieron que aguantar guardando el modelazo aunque conviviendo en el chalé regalo del NiñodelaCapea –padre de la novia– al que conocí como íntimo de AlejoGarcía. Era padre y padrino. Compartía con su hija mayor ya treintañera algo más que felicidad y en el bolsillo ceremonial lucía una cala blanca sobresaliendo  como el avolantado pañuelo de Perera. Una bonita sorpresa en plena fiesta fue la intervención del cantante JuanPeña, que interpretó No me lo creo.

A la salida del templo se liberaron 80 palomas teñidas de rosa y verde y descubrí que habían coincidido con la boda de Porcelanosa en la elección de tres de las piezas de música, tal el Canon de Pachelbel, el Ave María de Schubert y el Ave verum corpus mozartiano que remplazaron el molesto perdigoneo arrocero o los más suaves pétalos rosados. Parecían embobados y sin acabar de creer culminado un amor de ensueño que  devino pesadilla. Hicieron una enorme faena, ya casi el pan nuestro de cada tarde gloriosa.

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