Julián Muñoz, enfermo, ha perdido 27 kilos

15 / 09 / 2015 Jesús Mariñas
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El exalcalde de Marbella comparece ante los jueces de la Audiencia de Málaga acusado de malversar fondos públicos. Aparece enfermo y con aspecto demacrado, casi cadavérico, por la gran pérdida de peso

Deprimió, parece otro. Era un fantasma de sí mismo, deplorable aspecto aumentado por barba de varios días, cadavérico, ojeras hasta media cara y aire casi comatoso. Conmocionó ver así sentarse en el banquillo –y lo que le queda, al menos otras veinte declaraciones– a quien durante solo cuatro meses fue alcalde de Marbella. Resultó defenestrado por una moción de censura y su tripartito era de la misma calaña: acabaron en la cárcel y su cómplice Carlitos Fernández sigue en paradero desconocido.

No hay justicia, James Bond ni Anacleto que lo encuentre. El personaje de Manuel Vázquez ahora en película alzaprima a Imanol Arias en un registro diferente. Huyó y no lo localizan aunque al principio lo creyeron refugiado en Tánger o en un convento de la zona. La fantasía popular quiso ver en esta huida algún trato de favor después de precisar a los jueces.

Lamentable reaparición de un Julián Muñoz con 27 kilos menos, repeinado con raya como en sus años triunfales y el aire fúnebre acentuado por una camiseta negra de cuello redondo que remarcó la delgadez de cuello y brazos. Costó ver en él a quien pretendió manejar la ciudad tan emblemática en el verano español. Era pasarela habitual de unos vips restallando en morenez y luciendo lo más extremado, generalmente floreados de Ungaro que lucían en el tablao de Lola Flores o el pequeño Olivia Valère peleando con Règine por hacerse con la clientela nocturna.

Anécdotas de Marbella. La francesa perdió, pero como gran amiga aconsejó a Julio Iglesias un cirujano francés para la estética de los ojos. Julio lo hizo para mejorar y el ojo izquierdo se le quedó torcido y caído. No volvió a ser el mismo, miraba distinto. El cantante rompió con ella. Entonces Marbella ocupaba más páginas rosas que Ibiza, donde no robaron quizá porque la isla ya tenía capo desde hacía años, menuda diferencia con el pipiolo Julián que, para colmo, perdió sentido, esposa, hijas y hogar prendándose de una Isabel Pantoja que supuestamente “no supo lo que hacía”. Pero no renunció, y menos denunció, los 3.000 euros al día que desde las arcas municipales Julián ingresó durante muchos en unas cuentas corrientes que la folclórica nunca revisaba. Era así de confiada, y eso que ya había pasado, sufrido y aprendido con Encarna Sánchez. “Me utilizaron”. Pero se lo llevó crudo y hasta quiso reemplazar a su digamos amor como regidora marbellera.

“Y por qué no?”, respondió a mi pregunta durante el cálido y largo verano donde no la soportaban los funcionarios municipales que, estupefactos, la miraban de reojo temiendo un bufido. Entraba en el ayuntamiento sin decir buenos días, subía a la secretaría del alcalde y allí se plantaba compartiendo el quehacer de su cegata pareja. Habituados y llenos de confianza, nunca pensaron que los pillarían. Todo se me viene a la memoria diez años después, como cuando Marbella
 –donde el 80% de la población es forastera, ni sienten ni padecen aquello– salió en manifestación pidiendo que a Julián le devolvieran la alcaldía. Iban en loor de multitud y gritos, y al verme en un extremo para cubrir tal marcha triunfal, Julián tiró de mí y me colocó a su vera encabezando tal procesión nada litúrgica. Acabé abrazado a la tonadillera entre achuchones, aplausos y venga jaleo, jaleo. Fue toda una experiencia agridulce. La única reivindicación política de mi vida. Casi llegó a trampa.

Un maltrecho Julián. Lo evoqué entristecido, viendo babear con voz entrecortada y jadeante al maltrecho Julián, sabiendo cómo teniéndolo así padecen encarcelada Mayte Zaldívar y sus dos hijas. Están lógicamente inquietas por la peligrosa cardiopatía isquémica, la artrosis vertebral, su habitual hipertensión y la diabetes. Parecen males que aconsejarían un humanitario tercer grado alejado de la enfermería carcelaria. Es algo que Marbella aceptaría porque todo se perdona. Pero el juez lo niega asegurando que “está enfermo, pero no terminal, y mantiene su capacidad para seguir delinquiendo”. Me pregunto si, dado su calamitoso estado, tendría ganas. Cuesta creerlo.

Será por la depre posvacacional, pero el caso me ha dejado tan desvelado como el inhumanitario rechazo europeo, casi todos a una, ante los que huyen del horror de países en guerra como esa Siria que hace cinco años visité en dos ocasiones gracias a Pierre Fabre y su beauté. En Palmira estuvo a punto de morir ahogada la dulce Teresa de la Cierva, salvada tras atragantarse con carne en una cena montada bajo el templo ahora destruido. La salvó dándole golpes y apretones Lola Carretero, esposa del ya mítico Iñaki Gabilondo, más convincente de lo que ahora resulta Sandra Barneda en un programa en catalán donde les falló Ana Simón. Sandra fracasó en la noche donde no subió de un nueve de audiencia y tampoco destacó hasta hace poco emparejada matinalmente con un Joaquín Prats que se la comía.

Tras ese paréntesis algo maligno, no olvido la esbeltez de sus columnas romanas, la luminosidad del enorme espacio y tampoco cómo, al recorrerlo sobre dromedarios, sus porteadores restregaban los traseros unisex en pos de un gozo transitorio. Buscaban alguna tajada monumental y rozaron otras ruinas, gloria a los culos caídos. Nos reímos de su atrevimiento, casi pareció un halago typical. Alepo me deslumbró y volví pocos meses después para patearlo evitando ser rozado. Recorrí su deslumbrante e inacabable mercado, el enorme barrio antiguo –¿resistirá?– y la descomunal fortaleza templaria casi tan inmensas como la del Crack de los Caballeros. En Malula asistí a una misa en arameo, único sitio del mundo donde aún hablan la lengua que usó Jesús.

Lo de aquí va rehaciéndose: hubo estreno teatral de Vanessa Romero y Andoni Ferreño, de feo travestón. Allí recuperé a María Luisa San José, musa de la transición fílmica. Por su parte, Eva Isanta no confirma que Loles León vaya a La que se avecina, donde Paz Padilla hará de criada, mientras Ana Escribano es una guapa embarazada de siete meses y medio. Viene otra niña tras la Paula de Carlos Larrañaga “a quien sus hermanastros siguen ignorando”.

Gap presentó corner en El Corte Inglés y lo realzó un ya lanzado Álex Lequio que hará tele. Los flanquearon Marina Castaño, Norma Ruiz, la melenuda María Castro y Ana Rojas. Hubo desfile importante de famosetes en el festival televisivo de Vitoria donde todos lanzaron lo que veremos esta temporada. Compitieron en guapuras distintas Rubén Cortada y Jesús Castro, que con Mario Casas son los galanes del momento. La temperatura agradable y la abundancia de cielo gris permitió el exagerado desnudo de Blanca Suárez. Deslumbró en la alfombra naranja. La pisaron desde Bertín a Eva González, recelosa de contar su próxima boda, no vaya a gafarse, Eloy Azorín, Samantha Vallejo y Jordi Cruz hasta el felizmente recuperado Javier Sardá.

Marchosos paseos que abundarán en la Mercedes Fashion Week ya en puertas donde, escoba en mano, Cristina Cifuentes cavila nuevo emplazamiento más céntrico. Es lo habitual en Londres o Nueva York. Barcelona recurre a su monumentalidad y, tras eliminar el anodino pero bien situado pabellón italiano, lo monta itinerante. Así pudo enseñar la rehabilitación modernista del hospital de Santa Cruz y San Pablo, la joya gótica que son las Atarazanas o, recientemente, el histórico Estadio Olímpico que cobijó esos Juegos Olímpicos que marcaron la historia deportiva.

Temporada de moda. Abrió fuego Mango, que este otoñó-invierno lanza de imagen a la eterna Kate Moss. Esa noche desfiló –pero en pelotón, uno más y demacrado– Jon Kortajarena, nuevo juguetito de Valentino y Madonna. Sublime indecisión. Está crecidísimo porque no dejan de empujarlo y él se deja hacer.

“Barselona, Barselona” cantado por los memorables Montserrat Caballé y Freddy Mercury batió récords más que competitivos. Ya es tan icónico como Carros de fuego. Costará superar tal epopeya, como el esfuerzo conjunto de cooperadores y la entrega de Leopoldo Rodés y Juan Antonio Samaranch, a quien Madrid y su alcaldesa pretenden retirar su calle “porque colaboró con Franco”. Lo mismo harán con Menéndez Pidal y Muñoz Seca. No sé qué pensarán con Lina Morgan, madrileña de pro que nunca escondió ser muy de derechas. Temen que la inefable Manuela Carmena la ponga en la nave del olvido como seguramente la audiencia no hará con Carlos, rey emperador, la serie de La 1 que narra las peripecias de Carlos V.
 Recreación histórica, como la triunfadora Isabel. Como la nueva serie Olmos y robles protagonizada por Rubén Cortada junto al cómico Pepe Viyuela.

Bertín, como a caballo, exhibió lo que serán sus entrevistas; Alaska y Mario siguen con su reality, mientras Belén Esteban y Tamara Falcó colaborarán en su cuarto año triunfal. Y es lo que dio la semana.

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