Feliciano no pagará a Alba Carrillo

14 / 03 / 2017 Jesús Mariñas
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Alba Carrillo y Feliciano López, después de muchos meses de duros enfrentamientos, se han visto las caras en el juicio para resolver su divorcio. El tenista no tendrá que pagar la indemnización que le reclamaba su exmujer.

De poco le valió a Alba Carrillo su renovado y sostenido zafarrancho revelador de males conyugales, llegando a cuestionar la masculinidad del tenista. Eso nunca pasó en los años que compartió con Alejandra Prat y María José Suárez, que fue una novia entregada pero engañada. Aún se lame las heridas, incluso a punto de ser madre, la embarazó José Nieto, menos aparente pero más rico que el bombero sevillano con el que compartimos un viaje a Cabo Verde –yo en el cuarto vecino– y las paredes temblaban con sus suspiros.

“Luego llegó Feli y me estafó todo ese tiempo”, recuerda, romance todavía lleno de incertidumbres, supuestos, idas y venidas e inconstancia temporal, que la guapa ya cuarentona cuenta como pesadilla aunque sin llegar nunca al desquiciamiento verbal de Alba, acaso motivador de sus frecuentes visitas a la clínica siquiátrica López Ibor. A veces resulta incontenible y por su boquita suelta ataques y frustraciones sexuales y una retahíla de cargos sin superar el “ahí te quedas” con que Feli la puso de patitas en la calle. No le dio explicaciones. Ella no digirió el inesperado puntapié tras seis meses de convivencia donde, según sus palabras, “apenas tuvimos relaciones sexuales. No supe si yo no le atraía o acaso le gustan los hombres”, soltó en el De Luxe. Él replicó fríamente y evitó echar leña al fuego.

 

Una gran indemnización

Alba bate marcas: reclamaba 200.000 euros como indemnización a los seis meses de atropellada convivencia muy relativa, por los constantes viajes de Feliciano, que compitiendo raqueta en mano encontraba liberación. El fallo echa por tierra las ínfulas enriquecedoras de la guapa madre del hijo de Fonsi Nieto, otro con el que también se las tuvo, aunque no tan aireadas. La modelo no tiene derecho a ese dinero y, para mayor castigo, la condenan a abonar las costas del juicio, que suben a 7.000 euros. Queda por ver la segunda parte del caso, donde el afectado, insultado y menospreciado reclamará daños morales no fijados en pasta. La difamación es impagable, especialmente si es lanzada desde esa ventana al mundo que son los canales televisivos, ya casi segunda casa de la reclamante.

Pero no conmovió, emocionó ni convenció. Primero lo tildó de gay y luego de mujeriego, evidencia de su despiste hasta mental. No se aclaraba y exponía confundiéndonos o confundida, iba de una realidad a otro supuesto. Montó la de Dios es Cristo ambicionando ese abono ya denegado por la Justicia. Fue el entretenimiento social de las últimas semanas, siempre con novedades más escabrosas y duras que las anteriores.

Dio que hablar, reír, censurar, comentar, rajar y cotillear en la última fiesta social –ya escasean en Madrid, pena, penita–. La capital ya no es una fiesta. Creímos revivir los 90 tan próximos pero distantes con la cita de Carmen Valiño y Marta Rota. Presentaba su nueva y enorme colección en los recuperados salones de la embajada francesa, donde siempre se distingue Lola Alcáraz, ya por su cuarto embajador. Hace de puente. Tiempo sin visitar la siempre acogedora sede diplomática donde chispean las burbujas achampanadas animando un clima chispeante como algunas chácharas femeninas.

Antes de sentarse, cercan la enorme Maja broncínea de Manuel Valdés, una seña de españolismo. Esta figura parece ser auténtica anfitriona por encima de la embajadora de turno, en este caso madameGeours, muy con aire campagnarde. Notaron que suprimió las características cortinas doradas del salón por granates y añadió dos enormes tapices de Picasso. Inteligente modernización en salón diplomáticamente clasicorro. Lo anotó Joana Bonet, de brillantes años en una conocida revista femenina que realzaron de Preysler a Versace con su novio Antonio. Fue noche impactante porque era el primer diseñador mundial que paseó novio ante una infanta de España. Le tocó a la aporreada Cristina. Todos los ojos la vieron compartir mesa y mantel con Gianni y su chico, tal Balenciaga hacía en la época dorada de la alta costura con Ramón Esparza, del que hablaré como creador de vestuario tal Vitín Cortezo y José de Zamora. St. Laurent lo hizo con su aprovechado mecenas Pierre Bergé. Pertegaz nunca utilizó a su Ángel felizmente casado y con hijos. Aún sigue en la penumbra tras heredar al genio con sus sobrinas Dione y Sionín.

El tiempo pasado fue mejor

Conocedora del percal –es un decir, todas de marca por lo menos– y a sus usadoras, Carmen Valiño nos hizo creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Parecía túnel del tiempo. A muchas antes habituales ni las reconocí: noté la risa a Sisita Milans del Bosch, musa de Paco Umbral. No dudé con Amalia Amu-sátegui, esposa del banquero José María ya de 85 años.

Ana Rosa Quintana se animó con juvenil falda amarilla más sociable que su colega matinal. Reina insuperada en las mañanas televisivas donde Joaquín Prat crea estilo y no tiene que ver con entorno y contorno tan contaminado por cariños o desafecciones, a mí me lo van a decir. Sigo sin reaccionar por lo que anunciaron espantá típica de Rafael Amargo solo horas antes de preestrenar Un chico de revista al lado de Rosa Valenty, que volvía cinco años alejada. Comí con ellos en la Peña IV Poder y entreví celos, mal rollo, malestar del bailarín repitiendo “yo siempre soy el protagonista y la estrella, y más ahora, con la medalla al Mérito Artístico”. Valenty lo oyó, fue despedido y nadie lo echó en falta. Éxito rotundo, público en pie lanzando bravos. Un chico de revista trasviste lo de siempre, hace vedetto a la vedete y masculinizan Las camareras. El conocido ¡Pobrecita yo! de Celia Gámez se transforma en ¡Pobrecito yo! hecho cómico por Cayetano Fernández mano a mano con Edu Morlans, como un ahijado, nada del socorrido sobrino disimulador de ayer de Jorge Javier Vázquez tras tenerlo en su debut teatral. Sorprende que la gran María Vidal rehaga Nena tras ser coplera preferida por Rocío Jurado para el fallido Azabache. Luego gozaron madrugadas con baños de champán en el camerino que yo presencié.

 

Icono de nuestras crónicas

Un ayer revivido igual que la fidelidad al buen gusto de Tot-Hom, demostrado en mucho rosa tan de moda y túnicas a veces con marabú por remate excesivo. No faltó ningún icono de nuestras crónicas de otra época: Marina Castaño, atigrada, presumía de nieta y Pilar Sanz Briz, de embajadas. Rosina Malubres superó el nada claro engaño marital –dicen y dicen– de Javier de Benito, que por eso dejó Barcelona por Madrid. María Palacios, suavidad aplacadora del conde Lequio, cumple 40 años y lo contaba en vísperas a la impresionante Bibiana Fernández cerca de una Carmen Lomana que ese día batió récords de exhibirse tras sospechosas semanas de reposo y asentamiento facial.

Mediodía de desfile, almuerzo, cóctel en negro riguroso para el libro de supervivientes de tiempos mejores tal Beatriz de Orleans, descuidada con grueso jersey como de montaña bajo mediodía con sol; Lola Suárez llevó asombrosas sartas de perlas blanquinegras que tuve en la mano. Eran de 20 milímetros. Y pesaban, un valor por encima del oriente. Lo comentaron entregada belleza como Mary Carmen Gil Marín, parada en el tiempo; la ayudadora Lola Herrera del Ramón y Cajal, no la actriz que con 80 abarrota; y Mayren Beneyto, fidelísima, contaba atrocidades del Gobierno valenciano, donde pasó 20 años apoyando a Rita Barberá.

Por encima de todas, de juvenil vichy, la bronceada Begoña Trapote y sus hermanas García Vaquero reunidas como no suelen. Mar, de gris. Segunda esposa de Felipe González, destacó con enorme pendentif de ámbar translucido. Son joyas que hace al expresi socialista. “¿Cómo anda el añorado Felipe?”, pregunté.

“Ahora ya va menos a Marruecos”, donde encontraba las grandes piedras necesarias para estos alardes, algunas las lucían en sortijas voluminosas que encantaron a Patricia Olmedilla y María José Juste. Cunde el revival, ya ven el apoteósico éxito exhumador de la revista en La Latina de Lina, que allí despidió el género hace 23 años. La duquesa de Franco paseó sus 90 celebrados discretamente con tres fiestas familiares el pasado mes de noviembre, me cuenta su rendido paisano Dani San Martín. El tiempo no pasa por ella ni por su hija la aún “enladrillada” y bellísima Carmen. Apoyaron como no hizo Preysler, de la que fue celestina cuando Miguel Boyer, como Mirian Ungría y Simeón, Margarita de Bulgaria, físicos eternos tal la admirable Marisa de Borbón. Distinto talante tuvo el 37 cumple de Juan Peña, siempre dispuesto al flamenquito y lo jalearon Lara Dibildos, Terelu con sus rumbitas, mamá Campos, que entrevistaba a Cristina Cifuentes y Alba Carrillo sin asustar con uno de sus destemplados cantes. La música amansó a la fiera.

Grupo Zeta Nexica