El humor y Toutain

18 / 07 / 2013 10:03 Ignacio Vidal-Folch
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Según Ferran Toutain, hemos inventado el humor “para poner en evidencia el absurdo de nuestra condición mimética”.

Nació con el divino don de la risa y la convicción de que el mundo está loco. Y ese fue todo su patrimonio”. Estas primeras frases de Scaramouche fascinaban a Terenci Moix, que prácticamente las eligió como emblema personal. Por cierto que Terenci fue además de novelista prolífico y celebrado un humorista de primera magnitud, como tuvimos ocasión de comprobar quienes le conocimos y como comprobará quien lea las primeras páginas de Amami Alfredo, su novela sobre una diva de ópera virgen, su peluquero gay y su modista ninfomaníaca.

Sin quitarle méritos al folletín de Sabatini, es obvio que mejor que la novela es la película basada en ella, aunque solo fuere por los más de seis minutos del maravillosamente coreografiado duelo a espada que sostienen Stewart Granger y Mel Ferrer en el teatro de la Ópera, quizá el duelo más espectacular de la historia del cine...

Scaramouche nació con un patrimonio considerable, pues la risa es en verdad un don casi divino y quien lo ha recibido al nacer goza de un privilegio inmenso, de una gran ventaja sobre los infelices que no han tenido tal suerte.

En su recientemente publicada Historia cultural del dolor, Javier Moscoso habla entre mil otras cosas del sentido del humor y cita al famoso crítico Mijail Bajtín: “La risa purifica del dogmatismo, de la intolerancia petrificada; libera del fanatismo, de la pedantería, del miedo y de la intimidación, del didactismo, de la ilusión y la simpleza, de los significados unívocos y de los niveles únicos, de la sentimentalidad”. Es exacto, y por eso el humor es una vía para la emancipación y un magnífico consuelo de los agravios del mundo.

También hay un humor que degrada, una risa que reduce y simplifica, una parodia que deifica el poder que supuestamente combate, una irrisión que cosifica al ser humano, hay una risa que repantiga al reidor en sus prejuicios, una risa cómplice de la opresión, que la desdramatiza y la celebra. Hay una risa de un materialismo horroroso. Cuando yo era niño y veía la tele, Tony Leblanc, en el papel de un paleto, repetía: “¡Que yo me pego con mi padre!”; el público se tronchaba, yo me suicidaba.

A “la risa que abunda en la boca de los estultos” la menciona también Ferran Toutain, autor de un ensayo que se ha publicado solo en catalán; Imitació de l’home sostiene que el hombre no es un “animal racional”, como suele decirse, sino el un animal imitativo.

Allí habla también del humor: “No creo que el humor sea otra cosa que un sistema que inventamos en cuanto tomamos conciencia de la vida para poner en evidencia el absurdo de nuestra condición mimética”. Critica a Hobbes, que en Leviatán “considera la risa como una reacción intrínsecamente perversa dedicada a celebrar la propia superioridad (del que ríe) por comparación con los defectos y las desgracias de los demás” y cita también a Hutcheson, que en Thoughts on Laughter afirma que “lo que motiva la risa en todos los casos es la aparición de una incongruencia”, y a Kant: “La risa es la emoción que nace de la súbita transformación de una tensa espera en nada”. Que este ensayo espléndido no tenga aún una edición en español no tiene ninguna gracia.

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