Entre el peor y el menos malo

25 / 01 / 2017 Agustín Valladolid
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Si la dirigencia del PSOE pudiera cambiar el pasado, probablemente hoy elegiría a Borrell, Bono y Madina.

La frase redonda la escribió el colega Ignacio Camacho: “Acaso este Partido Socialista se merezca a Patxi López, pero España se merecía a Javier Fernández”. El presidente asturiano sorprendía en el último Comité Federal del PSOE a los que no le conocen, a los que no le han escuchado alguna vez reflexionar sobre su partido y sobre España, con esa clarividencia que ya era legendaria entre un puñado de socialistas y ahora, gracias a su liderazgo provisional, acaban de descubrir muchos otros militantes y ciudadanos.

Desde hace demasiado tiempo, antes incluso de la era Zapatero, el PSOE viene emitiendo ininterrumpidas señales de que sus estructuras no están precisamente organizadas para elegir a los mejores. Ni Joaquín Almunia era el mejor candidato, tras dimitir Felipe González, ni lo fue José Luis Rodríguez Zapatero, ni probablemente fuera un Alfredo Pérez Rubalcaba tocado por la gestión de la crisis el más adecuado para enfrentarse a Mariano Rajoy; ni, como se ha visto, lo ha sido Pedro Sánchez. Y lo peor es que ciertos dirigentes de este partido, a la vista de los últimos acontecimientos, parecen sentirse cómodos con esta práctica, consistente en descartar las opciones con más posibilidades de éxito.

Si dirigencia y afiliados del PSOE pudieran hoy cambiar el pasado, probablemente elegirían a Josep Borrell, Pepe Bono y Eduardo Madina, a los que, sin excepción, apartaron del vértice orgánico no porque llegaran a la conclusión de que eran peores candidatos, sino por exclusivas razones relacionadas con el reparto interno del poder. Es decir, que unos y otros antepusieron sus intereses a los del partido, y, desde luego, a la proyección del PSOE como instrumento al servicio del país.

Que el PSOE cayera en una depresión sin precedentes era por tanto solo cuestión de tiempo. La errónea administración del poder realizada por Pedro Sánchez, en lugar de frenar el descrédito, lo aceleró. Y lo paradójico es que es ahora, con una dirección transitoria, cuando los socialistas empiezan a recuperar credibilidad. ¿A qué se debe? En primer lugar a que han clarificado el discurso y vuelven a transmitir imagen de utilidad. Pero también a que la operación rescate está siendo dirigida por uno de sus mejores hombres.

Yo no sé si España se merece o no a Javier Fernández, pero lo que sí está fuera de toda duda es que si el PSOE sale de esta bien librado será en gran parte gracias a él. El presidente de la gestora no será candidato a nada. Ha explicado los porqués con la discreción que le caracteriza y son comprensibles. Es una pena, pero no hay vuelta atrás. Sin embargo, a lo que no debiera negarse Fernández es a utilizar a fondo su reforzada credibilidad para intentar impedir que sus compañeros vuelvan a optar por el menos adecuado de los aspirantes.

El carro y los bueyes

“Me interesan más los proyectos y los contenidos que las candidaturas”. Así se expresaba Felipe González cuando le preguntaron por Patxi López. Su descriptible entusiasmo por la candidatura del vasco escondía además la crítica velada a la decisión del exlendakari de colocar el carro por delante de los bueyes. Si finalmente Pedro Sánchez también decide concurrir y Susana Díaz da el paso que todos esperan, el PSOE corre el riesgo de entrar de nuevo en una batalla de caras, ninguna nueva, que aplace el mil veces postergado debate de las ideas, y el partido llegue exhausto a la cita del 39 Congreso.

De hecho, ya hemos asistido a los primeros escarceos de la que puede ser una lucha encarnizada. Detrás de López está Rubalcaba, se han apresurado a aventurar desde entornos cercanos a los sectores críticos. Y la cuestión es que se non è vero è ben trovato. López ya fue el brazo armado de don Alfredo cuando salió en tromba para exigir la celebración de un congreso y contra la pretensión de ZP de convocar con urgencia las primarias que debían encumbrar a Carme Chacón tras la hecatombe de las municipales de 2011. “La respuesta a lo que sucedió el domingo no puede ser solo y exclusivamente unas primarias sin proyecto (...); primero hay que decidir qué queremos ofrecer y luego decidir quién abandera el proyecto” (Patxi López, miércoles 25 de mayo de 2011). Maldita hemeroteca.

La sospecha de que la de López es una operación destinada en esencia a frenar a Sánchez, además de en estas y otras contradicciones en las que ha incurrido el interesado, se sostiene en el convencimiento de que, llegado el momento, la opinión mayoritaria en el partido será que no se puede apostar una vez más por un perdedor.

Y no ya por un potencial perdedor, sino por un perdedor acreditado que ha dejado al socialismo vasco en las raspas. Así las cosas, frente a las credenciales de López y Sánchez, perseverantes en la derrota, el camino de Susana Díaz, “reconocible por vencer en las urnas”, como dice Guillermo Fernández Vara, parece más expedito que nunca.

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