Siria: difíciles negociaciones

08 / 02 / 2016 Alfonso S. Palomares
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La disposición de la oposición siria a sentarse con los representantes de Al Assad en Ginebra con la mediación de la ONU no es más que un primer paso en unas negociaciones que aún están lejos de alcanzar sus objetivos.

El enviado de la ONU, Staffan de Mistura (a la izquierda, con pelo blanco y gafas) reunido en Ginebra con representantes de la oposición siria.

Entre los países más desventurados de la tierra, y hay bastantes, Siria bate en estos momentos el récord. Es un matadero humano. Matan en distintas direcciones y con fuego cruzado. Se mata en nombre de Bachar al Assad, el carnicero de Damasco, en nombre de Alá y también se disparan balas en nombre de la libertad, eso dicen algunos grupos. Llevan cinco años matándose.

Los resultados son terribles y no quedan palabras para describir tanto horror, solo queda la frialdad de los números: 260.000 muertos y 11 millones, la mitad de la población, de sirios que se han visto obligados a abandonar sus hogares. Una parte se ha desplazado a otras zonas del país y el resto se ha repartido por países vecinos y, desde el pasado verano, muchos de ellos han elegido cruzar el mar hacia Europa. Varios miles se han quedado entre las aguas, ahogados de distintas formas. Niños, muchos niños, han perdido la vida. Europa no sabe qué hacer con ellos, y de las palabras de acogida se ha pasado a las actitudes de rechazo. Con la intención de poner punto final a tanta tragedia, la ONU ha conseguido abrir una nueva mesa de negociaciones nombrando como emisario para dirigirla al veterano diplomático sueco-italiano Staffan de Mistura.

De Mistura ha llegado a Ginebra con ánimo esperanzado y por eso se ha atrevido a declarar: “Somos optimistas. Hemos venido a Ginebra para lograr una Siria libre y sin dictadura”. Palabras parecidas las pronunciaron antes que él Kofi Annan (exsecretario general de Naciones Unidas) cuando fue nombrado mediador con el mismo objetivo y el diplomático argelino Ladjar Brahimi. Los dos fracasaron, esperemos que en esta tercera ocasión se consiga el objetivo, aunque las cosas están muy difíciles. Desde lejos, apadrinando la negociación pero con fines distintos, están el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov y también Arabia Saudí, donde viven los más destacados miembros opositores a Bachar al Assad. Detrás de la frenética actividad diplomática de los saudíes en este asunto, está la disputa por la hegemonía en la zona que mantienen con Irán.

El pasado mes de septiembre, Rusia pasó del apoyo diplomático y el suministro de armas a Al Assad a implicarse directamente en los combates bombardeando las áreas rebeldes. En este tiempo, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, las acciones militares rusas han causado la muerte de 1.400 civiles, la mayoría niños y mujeres. Estados Unidos, por su parte, defiende a los rebeldes, al igual que Francia, Inglaterra, Alemania y otros países de la Unión Europea.

Un mal comienzo. Las negociaciones iban a arrancar mal porque las principales fuerzas rebeldes, agrupadas en la plataforma Alto Comité para las Negociaciones (conocido como HNC por sus siglas en inglés), se negaban a participar y solo a última hora un portavoz de la organización anunció desde Riad, la capital saudí, que se desplazarían a Ginebra para reunirse con el emisario especial De Mistura. Para justificar su postura, el jefe de los negociadores de la HNC, Mohamed Alloush, que a la vez es líder del grupo Jeish el Islam, dijo: “No hemos luchado durante cinco años contra quien ha destruido medio país para negociar ahora con él”. En estas circunstancias parece que se establecerá una negociación que en el argot diplomático se conoce como de proximidad, es decir, las delegaciones no se sientan en la misma mesa sino en salas distintas, con los intermediarios de Naciones Unidas, y son estos quienes trasladan a la otra parte las propuestas y contrapropuestas de unos y otros. Parece un poco complicado, pero si da resultados bien venido sea.

Sin embargo, surgen nuevas dificultades, porque la HNC pone como condición para comenzar el complicado diálogo el cese de los bombardeos, el levantamiento del bloqueo de diez ciudades sitiadas para que puedan recibir ayuda humanitaria y la liberación de los prisioneros. Por su parte, Bachar al Jafaari, el jefe de la delegación del Gobierno de Al Assad, ha manifestado que no admiten precondiciones y además ha afirmado que entre los negociadores hay grupos terroristas, tratando de hacer una amalgama entre terrorismo y oposición. El señor De Mistura va a tener que hacer hábiles contorsiones para desatascar la situación, de momento ha respondido que en la mesa no hay terroristas, se refería a los del Estado Islámico y a los del Frente al Nusra, filial de Al Qaeda. Estos quedan fuera de la negociación y son enemigos de Siria para unos y para otros. Para todos.

¿Cuáles son los objetivos que quieren alcanzar? Poner las bases para un alto el fuego en las próximas semanas y cerrar las negociaciones para formar un Gobierno de unidad nacional en el plazo de seis meses, con el fin de poder convocar elecciones libres en 2017. A esas elecciones también se podría presentar Bachar al Assad, dicen unos, mientras que otros le niegan cualquier papel en el futuro del país. Son muy bellos los objetivos finales, el problema es que parecen muy difíciles de alcanzar. Casi imposibles. 

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