La guerra cambió de rostro

25 / 11 / 2015 Alfonso Palomares
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Siria es el tablero donde se juega un ajedrez diabólico. Terminar con la guerra que se desarrolla allí es el punto de partida para destruir al Estado Islámico

Captura de un vídeo propagandístico difundido por el EI en el que vierte amenazas contra Occidente.

La guerra ha cambiado de rostro, ya no se trata únicamente de enfrentamientos armados entre países o de una parte del país contra otra en una guerra civil, con los enemigos perfectamente identificados e incluso con una reglas marcadas por el Derecho Internacional. El presidente François Hollande no dudó en calificar de guerra los mortíferos atentados de París. Repitió varias veces la palabra “guerra” para definir los siete ataques coordinados y simultáneos que dejaron 132 muertos y más de 300 heridos en la capital de Francia. Algunos de los heridos graves fueron pasando a la contabilidad de los cadáveres. Los muertos eran pacíficos ciudadanos que bailaban en una sala de fiestas y gentes que cenaban o tomaban copas en las terrazas de unos restaurantes, ajenos a la posibilidad de ser abatidos por bombas o disparos. Gentes que trataban de ser felices una noche de viernes. En unas circunstancias tan dramáticas el presidente francés tomó decisiones propias de una situación de guerra. Apeló a todas las fuerzas policiales y movilizó a las Fuerzas Armadas, en un primer momento se anunció el cierre de fronteras, pero no se trataba de un cierre sino de un control estricto. El decreto de “estado de emergencia” significa la posibilidad de suprimir muchas de las libertades como la de reunión y circulación y puede también poner bajo control a los medios de comunicación si se considerara necesario. Esperemos que no.

¿Quién es el enemigo en esta guerra? Está perfectamente definido, es El Estado Islámico (EI), conocido también con los acrónimos Daesh en su denominación árabe o ISIS, en la inglesa. El Estado Islámico es el enemigo número uno de la convivencia mundial, no solo de Francia, de Europa o de Estados Unidos, también ha declarado la guerra a los descarriados del islam, especialmente a los chiíes e incluso a grupos terroristas como la misma Al Qaeda, a cuyos pechos se crió. También está contra Hamás, los talibanes y Hezbolá; ha incendiado numerosas mezquitas chiíes, la última hace poco en Beirut. La creación del califato define toda una carga doctrinal política, social y religiosa. El autoproclamado califa Abu Bakr el Bagdadi, se dio el nombre de Ibrahim, al tiempo que reclamaba la autoridad sobre todos los musulmanes del mundo; entre sus enloquecidas aspiraciones está la de establecer el califato sobre las ciudades sagradas de La Meca y Medina.

Contra todos. Su misión irrenunciable, escribió el EI en uno de sus opúsculos, es convertir al islam en la única creencia y religión del género humano porque así lo quiere Alá. Por eso, como dice Hollande, el ISIS ha desencadenado una guerra contra todos, no solo contra Francia, y por eso todos debemos estar en disposición de combatirlo hasta destruirlo por completo. El califato ocupa importantes territorios de Siria e Irak, domina una geografía ligeramente mayor que Jordania. En ese espacio geográfico está montando un Estado, el Estado Islámico, con espíritu expansivo. La ley es la aplicación de la sharia y la Constitución es el Corán, interpretado de forma literal y rigorista. Le han jurado lealtad las milicias yihadistas del Sinaí que reivindicaron el ataque contra el avión ruso y también los combatientes en el este de Libia y Pakistán. La exhibición del terror y la barbarie de actuaciones como la brutal decapitación de los rehenes, en vez de provocar rechazo, atrae a muchos jóvenes que terminan enrolándose en sus filas o imitan su brutalidad carnicera en atentados como los que acabamos de ver en París.

Contradicciones. En los países árabes de Oriente Medio hay un delirio de contradicciones, podíamos citar a Arabia Saudí como ejemplo, o a Catar. Arabia Saudí financia mezquitas salafistas en buena parte de Europa, en concreto en Francia, que han sido verdaderos viveros de terroristas. Siria es el gran desafío, terminar con esa guerra sin fin es la base y el punto de partida para destruir al Estado Islámico. Siria es el tablero donde se juega un ajedrez diabólico, cada vez más complejo con el paso del tiempo. Todos sabemos cómo empezó, fue en los momentos de las llamadas primaveras árabes, cuando una importante masa de sirios se rebeló contra la dictadura de Bachar al Assad y este respondió de forma implacable bombardeando a su pueblo y atacándolo con armas químicas. Estados Unidos y Europa no actuaron, si lo hubieran hecho para derribar a Al Assad hoy estaríamos en un paisaje diferente. Todos los radicalismos acudieron a esa guerra y el mejor posicionado es el Estado Islámico.  Como acabamos de ver en París, el EI dispone de un arma terrible para atacar en Occidente, me refiero a esos jóvenes que no dudan en inmolarse con un chaleco de explosivos, en medio de lugares donde se reúnen multitudes. Creen fervorosamente, por absurdo que sea, que esa acción asesina les abre las puertas del paraíso. Estoy seguro de que los atentados de París marcarán un antes y un después en la lucha contra el ISIS. Hollande ha manifestado la firme determinación de destruirlos; Putin, con matices, también se unirá y, por supuesto, Obama.

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