El pesimismo inunda las calles de Grecia

24 / 06 / 2015 DPA
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"Se huele en el aire que algo malo está por venir", dice Fotis Dimakopoulos, que lleva más de 40 años trabajando en un kiosko del humilde barrio ateniense de Agios Panteleimon. Por las noches reina una calma fantasmal, el zumbido de la ciudad ha desaparecido. Sólo quien no tiene más remedio que desplazarse monta en el coche. "Es como si estuviéramos en las vacaciones de agosto", dice Christina Syrbopoulou, una jubilada del barrio de Patissia. Una situación así, afirma, no se vivía en la capital griega desde los años 60.

A finales de mes, la República Helénica podría declararse insolvente. A través de las informaciones que publican los medios griegos, crecen confusos rumores sobre un cercano final. Las especulaciones sobre la imposición de controles al flujo de capital y una posible salida de la eurozona están a la orden del día. Cada vez es más raro ver a gente sonriendo por las calles: éstas están llenas de vecinos con rostros preocupados, la mirada baja y pensativa, que se dirigen al trabajo. Si lo tienen.

Las noticias procedentes de Bruselas se reciben cada vez peor. Los acreedores exigen aún más medidas de ahorro -se habla de un recorte adicional de 5.600 millones de euros (6.300 millones de dólares)- o, de lo contrario, "fuera", contaba el martes un canal de televisión. 

Sergios Mantakas se siente decepcionado, pues sabe quién va a pagar ese precio: "Yo mismo", dice este cocinero de una pequeña taberna de Atenas. Por miedo a posibles controles sobre los flujos de capital se ha llevado sus ahorros del banco. "3.680 euros", dice. Muchos jubilados tiemblan ante un eventual recorte de las pensiones, aunque la Comisión Europea ha desmentido que los acreedores exijan tal medida.

En los hospitales griegos, la situación es casi tercermundista. "Nos faltan catéteres. Sólo los usamos para las operaciones", cuenta a dpa un cardiólogo. En muchos casos, los familiares de los pacientes tienen que comprar las escayolas en los comercios para que los médicos puedan atenderlos, apunta el doctor Giorgos Taharis en la ciudad portuaria de Patras. 

Sin embargo, las encuestas ponen de manifiesto que casi el 70 por ciento de los griegos prefiere quedarse en la eurozona. Aunque son cada vez menos: en enero, eran el 80 por ciento los que defendían la moneda única europea. Frente a ellos, aumenta el número de quienes ya no descartan la "Grexit" (salida de Grecia de la zona euro) y el regreso del dracma. "Se escucha una y otra vez", dice Nikos Kakavas, un dentista de Petroupoli, a las afueras de la capital.

"No sé exactamente qué consecuencias tendrá, pero estoy harto de esas críticas por encima del hombro", dice furioso Giannis Tagaris, un funcionario que ha perdido el 40 por ciento de su sueldo. Y añade que le encantaría "ver las caras de los acreedores cuando Atenas, de repente, anunciara que no pagará la deuda y a partir de ahora sale del euro".

Su opinión la comparten también algunos jóvenes que se ven obligados a trabajar en negro por un par de euros al día. "Esta no es la Europa con la que habíamos soñado. Vámonos", dice Sifis, un estudiante de 19 años cuyos padres llevan dos sin empleo y que trabaja en un pequeño café del centro de Atenas. 

Según un diplomático afincado en Atenas, este tipo de reacciones, cargadas de componente emotivo, son "munición" para el ala más a la izquierda del partido gobernante Syriza. A cada oportunidad, el sector más radical -entre ellos ex maoístas y trotskistas- defiende la salida no sólo del euro, sino también de la Unión Europea. Y han convocado manifestaciones por toda Grecia bajo el lema "Derribemos la austeridad".

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