A las puertas

01 / 02 / 2017 Joel Budd
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Guste o no, aumentarán los flujos de inmigración a Occidente.

Fuentes: Naciones Unidas

En 2017 los políticos occidentales aplicarán mano dura contra la inmigración. En Estados Unidos Donald Trump empezará a construir su muro a lo largo de la frontera mexicana y ordenará a las empresas tecnológicas que contraten a más estadounidenses. La primera ministra británica, Theresa May, ha mirado en el interior del alma de los votantes y ha concluido que decidieron abandonar la Unión Europea porque quieren más controles a la inmigración. En Francia, Alemania e Italia los partidos antiinmigración empujarán a los políticos tradicionales a posiciones suaves de nacionalismo nativista.

Pero al final todo el mundo quedará decepcionado, y la razón es que, del mismo modo en que las democracias occidentales han concluido que la inmigración debe ser reducida, hechos que van más allá del control de cualquier político conspiran para aumentarla. La demografía, la urbanización y el cambio económico están haciendo que personas pobres de países de ingresos medios emigren a hacia los países ricos que los desprecian.

Debido a que las personas suelen emigrar cuando son jóvenes, es el tamaño de este segmento el que determina el número potencial de inmigrantes. En el 2000 había en el África subsahariana 48 millones de personas de entre 25 y 29 años, según la ONU. En 2015 había 75 millones, y en 2030 probablemente ascenderán a 113 millones. Algunos países que hoy tienen tasas de natalidad medias o bajas, como India o Turquía, hace 20 años las tenían muy altas, de modo que en este momento tienen muchos jóvenes.

Estos jóvenes están cada vez más preparados para emigrar. Los inmigrantes rara vez son trabajadores rurales pobres, sino que a menudo vienen de las ciudades y poseen mayor formación. En gran parte de África y Asia, el grado de alfabetización entre la población urbana es mucho mayor que el del conjunto de la población.

Si pudieran encontrar trabajos decentes en sus países, estos jóvenes bien podrían no moverse. En Filipinas, el auge del sector de los call-centers ha conformado una buena alternativa a la inmigración. Pero es un caso raro. El Banco Africano de Desarrollo estima que de los entre 10 y 12 millones de africanos que ingresan en el mercado laboral cada año, solo tres encuentran empleos formales, de modo que el resto conforman una reserva creciente de inmigrantes potenciales. Además, algunos países, incluidos China e India, tienen un excedente de varones como consecuencia de la extensión de la práctica de abortos selectivos, por lo que la dificultad de encontrar esposa también les impulsa a emigrar.

Algunas personas se desplazarán de un país pobre a otro. Otros probarán suerte en la construcción en lugares como Dubai o Arabia Saudí. Pero los Estados del Golfo son lugares horribles para trabajar, sobre todo para las mujeres. De ahí que las mejores oportunidades estén de largo en Occidente.

Si muchos países pobres tienen exceso de jóvenes, los países ricos suelen tener escasez de ellos. Todos los países europeos tienen una tasa de natalidad inferior a la de recambio (2,1 hijos por mujer). Se espera que en Europa, entre 2015 y 2050, haya 63 millones más de muertes que de nacimientos. A menos que los países ricos se preparen para mantener a un número cada vez mayor de pensionistas, tendrán que admitir a más jóvenes extranjeros.

A medida que Occidente envejezca aumentará su demanda de servicios personales del tipo de los que proveen los inmigrantes no cualificados. Según estimaciones oficiales de EEUU sobre los sectores que más empleo generarán durante la próxima década, los cinco primeros serán los servicios de atención personal, enfermería, asistencia a domicilio, trabajadores de establecimientos de comida basura y trabajadores del sector minorista. Solo en uno de estos (enfermería) se pagan salarios por encima de la media o se requiere de un título universitario. Y todos son trabajos típicos de inmigrantes.

Es muy difícil rechazar inmigrantes contra una tendencia global, pero rechazarlos frente a dos o tres de ellas es sin duda imposible. Los políticos occidentales que dicen que mantendrán la inmigración bajo control en realidad están diciendo que aceptarán una proporción menguante de los potenciales inmigrantes y que cada vez más trabajos basura de sus países serán ocupados por nativos. La afirmación de que pueden detener la inmigración de forma efectiva simplemente no es posible.

Inmigración a la carta

Y supone además una distracción con respecto a cuestiones políticas relevantes. Si la afluencia a Occidente va a aumentar, ¿qué tipo de inmigrantes debería elegir? ¿Debería admitir fundamentalmente a personas de países cercanos y antiguas colonias, o a personas de todo el mundo, creando una sociedad realmente multicultural? ¿Debería ofrecerles la posibilidad de nacionalizarse, o expulsarles tras completar algunos años de trabajo? Occidente tiene muchas opciones, salvo la de reducir su número de habitantes.

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