El fin del Estado Islámico

12 / 01 / 2017 Christopher Lockwood
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En 2017 el Estado Islámico será derrotado militarmente. ¿Qué pasará después?

Terroristas del Estado Islámico, imagen tomada en Irak

Las predicciones sobre terrorismo a menudo acaban siendo erróneas. Pero parece cada vez más probable que en 2017 el más abyecto de los regímenes yihadistas de la historia, el autodenominado “califato” del Estado Islámico (EI), será destruido por fuerzas locales y por una coalición internacional de 60 países liderada por Estados Unidos. Barack Obama prometió hacerlo en septiembre de 2014, y tres meses después el EI dejó atónito al mundo entero cuando se hizo con el control de Mosul, la segunda ciudad de Irak. Terminar el trabajo es uno de los compromisos electorales del sucesor de Obama, Donald Trump.

En noviembre de 2016 el EI había sido casi erradicado de Irak, y eso que hubo un momento en que controló más de un tercio del país y llegó hasta las afueras de Bagdad. Solo Mosul y un puñado de localidades pequeñas siguen en manos del califato. El 17 de octubre se inició una operación para tomar Mosul con 7.000 soldados iraquíes y un gran número de tropas no regulares apoyadas por 5.000 soldados de élite estadounidenses y apoyo aéreo de la coalición internacional. Parece que la victoria está próxima. En el momento de la ofensiva, la mayoría de los dirigentes del EI habían muerto por ataques aéreos y muchos de sus combatientes habían desertado.

En Siria el EI ya ha sido expulsado de gran parte del territorio que controlaba y está atrincherado en la zona desértica del este del país, en la ciudad de Raqqa y sus alrededores. A principios de noviembre las fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos avanzaron hacia la ciudad. Es casi seguro que la combinación de combatientes kurdos, milicianos suníes y el apoyo de la potencia de fuego pesada de Estados Unidos y Rusia se impondrá en 2017.

Sin embargo, nada de esto significa que la plaga terrorista vaya a desaparecer de Irak y Siria. El Estado Islámico, una entidad diseñada para controlar territorio, puede ser aplastada, pero muchos de sus combatientes sobrevivirán, del mismo modo que muchos militantes de Al Qaeda sobrevivieron a la destrucción de la organización entre 2007 y 2008. En el peor de los casos, podrían repetirse los años anárquicos de Al Qaeda. Y aunque parece claro que la guerra y el terrorismo seguirán causando estragos en Siria, en el mejor de los casos Irak podría al menos empezar a ser un país normal.

Hay señales preocupantes, pero también esperanzadoras. El Ejecutivo del primer ministro, Haider Al Abadi, ya ha aprobado una ley de descentralización que permite transferir muchas competencias a las provincias. En 2017 se concederá una autonomía limitada a las tres provincias del centro del país donde los suníes son mayoría, lo que ayudará a contrarrestar el sentimiento de agravio de esta minoría, que controlaba el poder en tiempos de Sadam Hussein.

Un problema mayor será qué hacer con las milicias chiíes que proliferaron en 2014 como consecuencia del avance del EI. Ahora que su tarea ha acabado, los milicianos deberían ser incorporados al Ejército regular o se les debería proporcionar algún otro trabajo. Si no, la amenazadora presencia de 100.000 chiíes fuertemente armados hará que los suníes se sientan amenazados. Además, muchas de estas milicias están equipadas y dirigidas por Irán en vez de por el Gobierno de Bagdad.

Un tercer asunto espinoso será el del control del Mosul liberado y de la provincia circundante de Nínive (ver artículo bajo estas líneas). Chiíes y kurdos (además de yazidíes, turcomanos y cristianos) reclamarán su parte de esta región diversa aunque mayoritariamente suní. Y por último, la cuestión de la implicación de EEUU sigue sin resolverse. Si Irak quiere tener alguna oportunidad, un contingente considerable de tropas estadounidenses debería quedarse, pero Trump podría tener otros planes.

En 2017 Siria seguirá representando un problema mucho más complejo. Aunque caiga lo que queda del califato, gran parte del país seguirá siendo una zona de guerra. Bachar al Assad continuará en su reducto costero, a salvo de los rebeldes gracias al apoyo de Rusia, pero será incapaz de controlar gran parte del país. Así, el yihadismo renacerá de entre las ruinas.

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