Una economía con pies de barro

20 / 02 / 2017 Simon Rabinovitch
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Bajo una plácida superficie, el modelo de crecimiento de China se torcerá. 

Para empezar, una predicción segura: ocurra lo que ocurra en 2017, la economía de China tendrá un comienzo mucho mejor que el año anterior. El primer día de cotización de 2016, las acciones se hundieron un 7%. La semana siguiente, mientras los inversores se precipitaban a las salidas, el yuan cayó aún más, cundiendo el pánico global sobre el estado de la economía. China evitará un comienzo de año con tal nudo en el estómago en 2017, entre otras razones porque ha aprendido una lección importante. Los reguladores gestionarán mejor los mercados financieros y estarán más en sintonía con los problemas emergentes. Tienen ahora la credibilidad de haber encarado una posible crisis y de generar, en su lugar, un crecimiento estable.

China tiene ahora más herramientas para escapar de la elevada presión financiera en 2017. Una de las mayores preocupaciones del año anterior fue que el banco central quemara sus reservas de cambio, forzando una gran devaluación del yuan, pero con controles de capital más estrictos y un régimen monetario más flexible. Este escenario extremo es improbable. El yuan continuará, gradualmente, debilitándose el próximo año, aunque China mantendrá sus reservas alrededor de los 3 billones de dólares (2, 8 billones de euros), un margen de seguridad suficiente. Y con un conjunto de herramientas de inyección de liquidez sólidamente fijadas, los reguladores estarán preparados para sofocar las llamas del sistema bancario. Además, otras grandes inquietudes se cernirán sobre China en 2017. El auge del mercado inmobiliario llegará a su fin, privando a la economía de su motor principal. Los precios de la vivienda subieron un 15% de media nacional en 2016 (ver gráfico), que llevó a un repunte en la construcción, pero las autoridades, hacia final de año, se dieron cuenta de que los beneficios de esos precios se les iban de las manos, especialmente en las grandes ciudades, y empezaron a echar el freno, lo que creará una lenta reacción en cadena en 2017: los precios bajarán, las transacciones se ralentizarán y, con un intervalo de pocos meses, el sector de la construcción decaerá.

Cuando el mercado de la vivienda se tambaleó en el pasado, China basó su crecimiento en un derroche en las infraestructuras. Lo volverá a hacer en 2017, pero esta vez el empujón adicional en el gasto será menor, porque ya gastó un dineral en redes ferroviarias y de carretera en 2016. Cuando tanto la inversión en vivienda como en infraestructura se ralentice, el crecimiento del PIB también se debilitará. China, probablemente, fijará de nuevo un objetivo de crecimiento de entre el 6,6% y el 7%, pero a diferencia del rendimiento del año anterior, cuando con cierta comodidad alcanzó esa cifra, en 2017 estará por debajo de ese objetivo.

Una expansión tan lenta podría ser por sí misma una buena noticia, siempre que el Gobierno se centre en la calidad más que en la cantidad. No obstante, las reformas retrocederán en dos áreas importantes. El número de empresas estatales bajará de 100 en 2017, frente a las más de 150 de hace apenas una década. No porque el Gobierno las esté liquidando sino porque está agregando compañías poco eficientes para crear grandes grupos más fuertes frente a la competencia.

En segundo lugar, hablar de reducción del endeudamiento suena a hueco. La deuda total de China ha aumentado a más del 250% del PIB, duplicando casi la de la pasada década. Un aumento así normalmente presagiaría una desaceleración mayor, cuando no una crisis en toda regla. De momento, China correrá un tupido velo sobre estos asuntos. El Gobierno ordenará a los bancos que conceda créditos a las compañías problemáticas y acelerará la permuta de deuda por capital que alivie sus costes. Pero, entretanto, la montaña de deuda crecerá dos veces más que el PIB: una visión temible.

Bajo el Partido Comunista, la economía china ha sido un asunto eminentemente político. En 2017, esto será especialmente cierto. Con su presidente Xi Jinping preparándose para el congreso quinquenal del Partido Comunista de otoño y consolidar allí su poder, los altos y bajos funcionarios saben que su tarea primordial será preservar la estabilidad económica. Todos los indicios apuntan a que 2017 será un año tranquilo para la economía, siempre que se mantenga ligeramente lenta, y permitirá a Jinping salir a escena con seguridad tras el congreso. Pero fracasará en su intento de ocultar las fracturas en el modelo de crecimiento de su país (otra predicción segura).

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