Alta tensión entre Irán y Arabia Saudí

11 / 01 / 2016 Alfonso S. Palomares
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La ejecución de un clérigo chií en Arabia Saudí ha provocado la ruptura de relaciones con Irán. Aunque no es probable una guerra entre los dos países, sí aumentará la violencia religiosa en toda la zona

La mayoría de los conflictos que han martirizado Oriente Próximo a lo largo de la historia siempre han tenido fuegos religiosos calentando las luchas de poder. Ahora son las dos ramas del islam, suníes y chiíes, las que se enfrentan de manera despiadada en una escalada cuyo desarrollo es imprevisible, ya que la confrontación la polarizan las dos mayores potencias de la zona, Irán y Arabia Saudí. Ambas partes invocan a Alá para que destruya a sus enemigos. Alá contra Alá.

La decisión de Arabia Saudí de ejecutar a 47 opositores en un solo día ha provocado un incendio que inmediatamente se ha extendido por toda la zona, ya que entre ellos estaba el prestigioso y popular jeque chií Nimr al Nimr, gran amigo de los ayatolás iraníes y admirado por las distintas comunidades chiíes. Del resto de los ajusticiados, 43 eran terroristas de Al Qaeda y tres, opositores a la monarquía wahabí. Todo indica que es la hora de los halcones en Arabia Saudí.

Después de la política dudosa y más contemporizadora del viejo rey Abdalá, fallecido el año pasado, subió al trono su hermano Salman, también un anciano achacoso que se ha puesto en manos de su hijo y heredero, Mohamed Ben Salman. Ben Salman es consejero especial del rey, jefe de su gabinete y ministro de Defensa. Es el hombre fuerte del reino y ha querido demostrarlo con estas ejecuciones, en especial la del jeque Nimr, que supone una provocación directa al régimen de Teherán. Ha desplegado también su fuerza contra la rebelión hutí de Yemen creando una coalición de 34 países suníes para atacarla. En la apuesta represiva le secunda su primo Mohamed Ben Nayed, ministro de Interior y presidente de una macrocomisión responsable de la seguridad y de la política exterior. Este dúo de halcones está obsesionado con el creciente poder de Teherán, especialmente después de la firma del acuerdo nuclear con Estados Unidos, que sitúa a Irán en el mapa mundial al levantarse las sanciones económicas y políticas que pesaban contra su régimen.

Un régimen peculiar. El reino saudí es un caso singular en la política internacional: la dinastía Saud gobierna con un régimen teocrático que quebranta todos los derechos humanos, donde las mujeres están absolutamente marginadas y la libertad religiosa, absolutamente asfixiada, sin embargo sus monarcas y sus príncipes son cortejados por todos los mandatarios de Occidente, empezando por Estados Unidos y siguiendo por Francia, el Reino Unido y España. Nuestro rey emérito mantiene una amistad familiar con la corte de Riad. En el interior persiguen sin piedad a los miembros de Al Qaeda y el Estado Islámico, pero en el exterior, muy poco. Con estos dos grupos comparten una matriz ideológica común, el wahabismo, que defiende un islam rigorista y salafista. Arabía Saudí ha construido y sostiene muchas de las mezquitas de Occidente en donde se predica el yihadismo y en donde se reclutan combatientes para el Estado Islámico. Una contradicción, porque el Estado Islámico ha anunciado que entre sus objetivos más acariciados y soñados está el apoderarse de las dos capitales más sagradas del islam, la Meca y Medina, para establecer allí su califato.

Al conocerse la ejecución del jeque Nimr, el guía supremo de la revolución iraní, Alí Jamenei, declaró: “La venganza divina caerá sobre los saudíes”, pero no fue solo Jamenei, otros altos clérigos chiíes también le secundaron con descalificaciones muy duras, especialmente desde los libaneses de Hezbolá y desde Bagdad y Kerbala, en Irak, la ciudad más sagrada del chiismo porque allí mataron al príncipe Hussein, nieto del profeta, en el año 680. Declararon que estas ejecuciones desvelaban el verdadero rostro de Arabia Saudí, el rostro despótico, criminal y terrorista del reino de Riad. El venerado gran ayatolá iraquí, Alí al Sistani, manifestó: “Hemos recibido con mucha pena y tristeza las noticias del martirio de nuestros hermanos creyentes, cuya sangre ha sido derramada en una agresión injusta”.

El pueblo iraní llenó las calles del país de manifestantes y en Teherán la embajada y el consulado saudíes fueron atacados, lo que ha provocado que Arabia rompa las relaciones diplomáticas con Irán.

Enemigos declarados. Los dos países están frente a frente a pecho descubierto, ya son claramente enemigos, sin subterfugios retóricos hipócritas. Se cruzarán insultos, descalificaciones y acusaciones, de ahí la pregunta: ¿se enfrentarán en una guerra como ocurrió entre Irán e Irak? La respuesta es no, los dos tienen demasiados intereses que proteger y es previsible que la razón prevalezca sobre la pasión. Las presiones internacionales también rebajarán la tensión de estos momentos. El Gobierno francés, cercano a Riad, apeló a los responsables de la región para que evitaran conflictos sectarios y religiosos. El Reino Unido evitó condenar a Riad, pero subrayó sus posiciones en contra de la pena de muerte. No habrá una guerra entre los dos países, pero sí se elevará la virulencia y la confrontación entre chiíes y suníes en los países de la región que tienen conflictos abiertos. Las guerras de religión cobrarán protagonismo en sus geografías.

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