Al borde del acuerdo sobre Irán

13 / 07 / 2015 Alfonso S. Palomares
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Un acuerdo que permitirá al país árabe integrarse en la comunidad internacional, ante la oposición de Israel y la preocupación de Arabia Saudí.

Después de veinte meses de duras y complejas negociaciones de las seis potencias con Irán parece que estamos al borde del acuerdo, e incluso es posible que cuando ustedes me lean ya se haya firmado o estén a punto de firmarlo. Todo es posible. En realidad, quienes negocian verdaderamente son Estados Unidos e Irán, pero formando coro con EEUU están: Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia y China. La pasada semana reinaba la esperanza en Viena entre los negociadores de ambas partes, pero para que no se desbordara el optimismo, tanto el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Javad Zarif, como el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, rebajaron algo las expectativas: “Todavía no lo hemos conseguido, pero también se puede decir que nunca hemos estado tan cerca”, dijeron.

Tanto el uno como el otro coincidían en que no lo firmarían si no lo consideraban un buen acuerdo. En el último decenio los programas de investigación nuclear llevados a cabo con gran secreto por Irán han sido la verdadera pesadilla para Washington, Europa y Oriente Medio. En Oriente Medio, de una manera especial para Israel. El tenebroso expresidente Mahmoud Ahmadinejad utilizó la hipótesis de contar con una bomba atómica como una exhibición de músculo, de manera especial contra Israel, del que dijo que si pudiera lo borraría del mapa. Por eso Israel estuvo a punto, en dos ocasiones, de atacar los centros de investigación nuclear iraníes. Tal vez lo hubiera hecho sino le hubiese frenado Washington. Bush calificó a Teherán como uno de los “ejes del mal”. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sigue manteniendo una oposición frontal a este acuerdo. También Arabia Saudí ve con preocupación que Irán se convierta en la gran potencia de la zona, tanto económica como militar. La dura postura que el Gobierno de Ahmadinejad mantuvo sobre el desarrollo nuclear y la negativa a negociar provocaron las drásticas sanciones del Consejo de Seguridad contra Irán. Las sanciones han causado un grave deterioro económico al país, las clases medias han sufrido verdaderos quebrantos, tanto que en los medios políticos moderados dicen que no pueden resistir más.

Mano tendida. La mayoría del pueblo iraní está deseando que su país se abra a la comunidad internacional y ocupe el lugar que le corresponde en eso que llamamos “concierto de las naciones”. Un grupo de economistas de Teherán ha calculado que la retirada de las sanciones y la entrada en los mercados internacionales supondrían un crecimiento del 7%  anual. Cuando hace dos años fue elegido el religioso Hasán Rohani para suceder en la presidencia al siniestro Ahmadinejad renacieron las posibilidades de diálogo. En la Casa Blanca ya no estaba Bush, estaba Barack Obama, que tendió la mano a Rohani, encuadrado en el sector aperturista del régimen. Claro que en Irán resulta muy complicado situar los centros de poder. Es un sistema endiablado ya que por encima de todo está el imán guía de la revolución, Alí Jamenei, un hombre imprevisible y ambiguo. Tiene un poder absoluto. Hace veinte meses, después de varias maniobras diplomáticas, Obama y Rohani pusieron en marcha las negociaciones, a las que se unieron las grandes potencias.

¿Cuál era el objetivo sustancial de las negociaciones? Cada uno tenía el suyo, Estados Unidos trató de convencer a los iraníes de que suspendieran el enriquecimiento de uranio, que es el núcleo de su programa atómico. A partir del enriquecimiento de uranio se puede producir combustible nuclear para alimentar una central eléctrica y también material fisible para hacerse con la bomba atómica. Esa es la madre del cordero de estas negociaciones, impedir que el Gobierno teocrático de Teherán disponga de bombas atómicas. Sin embargo, tampoco parece lógico impedir que puedan disponer de energía atómica con fines pacíficos para su desarrollo económico. Por eso, en las negociaciones, tremendamente técnicas, se ha tratado de poner limitaciones para impedir que Irán pueda hacerse con la bomba atómica, o al menos que tardara un año en lograrlo, un tiempo suficiente para que la comunidad internacional pueda reaccionar e impedirlo. En el paquete negociado está el ritmo del levantamiento de las sanciones, pero también tiene que precisarse con la máxima trasparencia el sistema de inspecciones y verificaciones. La brutal aparición del Estado Islámico (EI) en Oriente Medio favorece el acuerdo, ya que los chiíes y el Gobierno de Irán son objetivos a destruir para el califato.

Barack Obama entra en la recta final de su mandato, le queda un año y medio, y quiere dejar como herencia y legado de su paso por la Casa Blanca la pacificación con dos de los enemigos más tradicionales y enconados de EEUU: Cuba e Irán. Con Cuba se van a establecer inmediatamente las relaciones diplomáticas, lo que supondrá también la normalización a medio plazo de las relaciones con otros países sudamericanos, entre ellos, Venezuela. Si se firma el acuerdo, Irán entrará en la armonía del panorama político internacional. Obama dejará una buena herencia.

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