Rajoy teme un estallido en el PP

31 / 05 / 2016 Cristina de la Hoz
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La ausencia de un “sucesor natural” impide al líder popular y presidente del Gobierno en funciones designar un sustituto que concite consenso en el partido y sea capaz de desbloquear un hipotético pacto de Gobierno con Ciudadanos.

Mariano Rajoy no quiere depender de Albert Rivera aunque todos los sondeos apunten a que ambos pueden alcanzar una mayoría suficiente tras el 26-J para hacer posible la conformación bien de un Gobierno de coalición o de uno en minoría con apoyos parlamentarios externos. El todavía inquilino de La Moncloa se aferra, por el contrario, al espejismo de un Ejecutivo de gran coalición PP-PSOE por entender que transcurridos casi 40 años desde las primeras elecciones democráticas “es lo que tiene sentido. Ese sí que es el gran cambio político en nuestro país”, afirman fuentes de su entorno.

No obstante, Moncloa admite que dicho deseo tiene mucho de voluntarista y poco de realidad. Aspiran a que el PSOE facilite, esta vez sí, la investidura de Rajoy, pero esta ecuación no evita que se tengan que sentar con Ciudadanos para pactar su apoyo y eso genera una profunda incomodidad a Rajoy, hoy por hoy más distante con Rivera que con el propio Pedro Sánchez, y ya es decir.

La reiterada reclamación de la cabeza del líder del PP como condición indispensable para cualquier pacto por parte del líder de Ciudadanos ha dejado en precario los puentes entre ambas formaciones, al menos en el ámbito nacional. Bien es cierto que algunos dirigentes populares se niegan a seguir la estrategia de arremeter contra Rivera, en muchos casos hasta por una cuestión de amistad personal, pero, sobre todo, porque aparece como el socio más probable o, quizá, el único posible para que haya un nuevo Gobierno en España.

Sin embargo, la petición de que Rajoy no comande ese hipotético pacto solo contribuye a cerrar filas en torno a él –“Rivera no nos va a decir quién debe ser nuestro candidato”, aduce un importante dirigente de Génova–, en buena parte porque ceder a las pretensiones del líder de la formación naranja “abriría una crisis interna en el PP de consecuencias impredecibles”, advierte en este caso un dirigente histórico del partido, buen conocedor de la trastienda de su partido.

El pasado día 17 Rajoy se despachaba con unas llamativas declaraciones al Financial Times. En una entrevista concedida a este diario británico admitió carecer de “sucesor natural”, y agregó, “y le digo otra cosa, a veces no es malo no tener un sucesor natural”. Desde Génova desmienten que las palabras del líder popular supongan la admisión de falta de banquillo en el partido para afrontar un futuro sucesorio más o menos cercano, ni tengan por objetivo evitar ser acusado de dedazo presidencial, algo en lo que no quiere incurrir, a diferencia de su predecesor, José María Aznar.

Lo cierto es que, salvo una excepción, ahora mismo en el PP no hay nadie que suscite apoyo unánime, nadie que el partido vea como el sucesor, o la sucesora, incontestable para recibir el testigo de la mano de Rajoy y eso, precisamente, es lo que hace imposible ceder a la petición de Albert Rivera. La excepción quizá sea la del gallego Alberto Núñez Feijóo, pero el hecho de que vuelva a ser candidato a la presidencia de la Xunta de Galicia en las elecciones que se van a celebrar en octubre, le alejan, a corto y medio plazo, de la sucesión, porque el elegido tendrá que sentarse en el palacio del Congreso de los Diputados. Quizá sea Pablo Casado, de nuevo, el hombre que aúne más consensos internos, que tampoco todos, y, en su caso, con una buena interlocución con el líder de Ciudadanos.

Resquemor

“Alguien debería decirle a Rivera que lo que pide es una locura porque abre una crisis en el partido del Gobierno”, insisten desde el Grupo Parlamentario Popular como si eso debiera preocupar al líder de Ciudadanos. “Rajoy no puede irse y dejar, por ejemplo, a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, porque, aunque esté bien  posicionada para ello, su nombramiento provocaría resquemor en un sector del partido y entre muchos diputados, algunos hoy ministros en funciones”, dice otro dirigente popular en alusión al llamado G-8, hoy G-7 tras la baja de José Manuel Soria.

Se trata de ese grupo capitaneado por el titular de Exteriores, José Manuel García-Margallo, del que forman parte, entre otros, Jorge Fernández Díaz (Interior), Ana Pastor (Fomento), Isabel García Tejerina (Agricultura) y Rafael Catalá (Justicia). Cabe recordar que, en plena parálisis política tras las elecciones del pasado 20-D, el nombre de García-Margallo apareció en los mentideros políticos como posible candidato de consenso para un Gobierno de coalición con PSOE y Ciudadanos, operación o rumor que, desde Moncloa, no dudaron en atribuir al propio ministro y que tenía por objetivo segar las posibilidades que pudiera tener Sáenz de Santamaría.

Pero tampoco Margallo hubiera sido, ni muchos menos, una alternativa aceptada por todo el partido y el grupo parlamentario que sustenta al Gobierno. De modo que los dirigentes del PP miran pero no ven a quién podría dejar Mariano Rajoy al frente de la nave presidencial por mor de un pacto con Ciudadanos y no morir en el intento.

Otra cosa es que el presidente en funciones “negociara con Rivera un proceso ordenado para que en uno o dos años se fuera abriendo la puerta al relevo”, pero, hoy por hoy, no solo estaría en juego la titularidad del Ejecutivo, con lo importante que es, sino el propio futuro del Partido Popular. 

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