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Los nuevos virreyes

06 / 07 / 2015 Luis Calvo
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Las elecciones autonómicas y los pactos de investidura han dejado en España un mapa de poder lleno de nombres nuevos encargados de gestionar en sus regiones presupuestos millonarios.

Cuando en 2008 se empezaron a desenterrar en España los excesos de la burbuja, buena parte de las miradas se volvieron hacia las comunidades autónomas. Durante años, las regiones españolas habían inflado sus estructuras para controlar más y más porcentaje del presupuesto público. Sus cuentas eran en muchas ocasiones un misterio. Otras, directamente, un engaño. Pero más allá de los abusos y despilfarros, muchos españoles descubrieron el gigantesco montante que manejan los Gobierno autonómicos. Incluso después de los recortes, el total de presupuesto autonómico acumulado ronda los 160.000 millones de euros (en torno a un 34% del gasto público total). Los Gobierno autonómicos, y en concreto sus presidentes, son quienes gestionan buena parte de ese dinero. Y el dinero conlleva poder. Los virreyes españoles, aún controlados por sus parlamentos, disfrutan de una capacidad de actuación grande, que no solo les permite dirigir su región, sino tener voz propia en el panorama nacional. Son muchos los que desde su sillón han aprovechado para crecer políticamente tanto dentro como fuera de su partido. Y volverá a ocurrir.

Las elecciones autonómicas del pasado mayo han dejado en España un mapa completamente nuevo de poder. A falta de que se concreten los últimos pactos y se cierre el ciclo de investiduras, todo parece indicar que al menos nueve presidentes autonómicos serán elegidos por primera vez como tales en sus parlamentos regionales. Cuatro de ellos corresponden a cambios en la candidatura del mismo partido, ya instalado en el poder. Otros cinco, sin embargo, llegan tras derribar del Gobierno a sus contrincantes. En Andalucía, aunque ha sido elegida por primera vez en las urnas, Susana Díaz ya disfrutaba desde hacía varios años el poder ligado a la Junta.

La voz de Madrid y Valencia. De entre los nuevos, los más poderosos serán, por razones puramente presupuestarias, la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes, y el valenciano, Ximo Puig. Los dos son valores en alza dentro de sus respectivos partidos. La primera tuvo que pegarse para lograr la candidatura con todo un peso pesado del PP madrileño y nacional, Esperanza Aguirre. E incluso ya como candidata tuvo que soportar que la presidenta del PP en Madrid metiera mano en sus listas. A nadie le sorprenden las enormes diferencias que separaban (y separan) a las dos candidatas, pero las urnas se encargaron de decidir entre ambas. Cifuentes no solo ganó un poder que se le escapó a la lideresa, sino que ganó a Aguirre en voto incluso en la capital. Y las urnas lo son todo.

Mientras que Aguirre pierde poder a marchas forzadas, Cifuentes prepara su desembarco en el PP madrileño. En Génova la voz de Madrid, ahora su mayor feudo en presupuesto y población, ha tenido tradicionalmente mucho peso, tanto de respaldo a la dirección nacional como, en ocasiones, de voz crítica. Opte por la vía que opte en el futuro, lo cierto es que, desde que fue investida, Cifuentes es ya alguien a tener en cuenta en la política nacional y de partido.

Algo parecido le pasa a Ximo Puig. Contra cualquier pronóstico hace un par de años, el periodista ha conseguido truncar en la Comunidad Valenciana 20 años de poder popular y resucitar a un PSOE casi moribundo. Íntimo colaborador de Carme Chacón durante la sucesión fratricida del PSOE en 2012, tras la derrota de la exministra frente a Alfredo Pérez Rubalcaba se refugió en la recién ganada secretaría general del Partido Socialista del País Valenciano (PSPV). Desde allí reconstruyó el partido y comenzó a ganar de nuevo peso interno. Fue, junto a Susana Díaz (también ex chaconista) y Tomás Gómez uno de los garantes de Pedro Sánchez en la batalla de las primarias contra Eduardo Madina. Con un pie en el retiro si perdía, las urnas y los pactos poselectorales le han dado una oportunidad para mantenerse en política como uno de los barones fundamentales del PSOE. Ahora, con poder propio, ya no depende de Díaz para hacer oír su voz y es probable que adopte una posición neutral en la batalla interna socialista, al menos hasta después de las generales.

La avalancha socialista. Puig no es, ni de lejos, el único socialista que se ha encontrado casi por sorpresa un poder con el que apenas podía soñar hace un par de años. Si de alguna forma pueden resumirse las elecciones del pasado mayo es como una avalancha socialista. Tres barones más se sentarán por primera vez en las presidencias de sus comunidades: Francina Armengol en las Islas Baleares, Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha y Javier Lambán en Aragón. Casos especiales son los de Susana Díaz, que volvió a ser investida, esta vez con el beneplácito de las urnas, y Javier Fernández, que sigue negociando con el resto de grupos para garantizarse un segundo mandato al frente de Asturias. Todos ellos serán con seguridad voces importantes en la estructura orgánica del PSOE durante los próximos meses y de la política nacional en los próximos cuatro años. Todos menos Susana Díaz permanecen fieles a la secretaría general socialista. En parte por lealtad, en parte por conveniencia. Han sido las matizaciones del discurso de Sánchez y la libertad para pactar las que les han convertido en presidentes. Todos han necesitado o necesitan de pactos con Podemos para gobernar, algo que la presidenta andaluza evitó a toda costa.

El caso más delicado es el de Francina Armengol. La presidenta balear sostiene su Gobierno en el apoyo de Podemos y Més. Un paso atrás de cualquiera de sus socios haría caer el Ejecutivo. Armengol, como Puig, ha conseguido reconstruir un partido casi muerto tras la derrota de 2011 de Francesc Antich. Eso le da, como al resto de los presidentes, la autoridad para elevar su voz dentro y fuera del PSOE. Sin embargo, el delicado equilibrio del que pende su Gobierno hace prever que adopte un perfil relativamente bajo, más centrada en la política autonómica que en la nacional. Algo similar ocurre con Javier Lambán, de quien no se espera que tenga un protagonismo excesivo fuera de Aragón. Menos claro lo tienen en el PSOE con Emiliano García-Page.

Ya como alcalde de Toledo y secretario general del PSOE en Castilla-La Mancha se echó sobre los hombros la oposición a María Dolores de Cospedal tanto en el ámbito regional como, en ocasiones, nacional. Además, aunque también depende de Podemos, su ventaja frente a los de morado es mucho mayor que en otras comunidades, algo que le proporciona un extra de legitimidad. Nadie duda de que los próximos años se convertirá en una de las figuras importante del PSOE nacional, bien como oposición al Partido Popular o como respaldo a un hipotético Gobierno socialista en La Moncloa.

Entre los socialistas no se puede quitar tampoco ojo a la recién reelegida Susana Díaz. Aunque ha perdido capacidad de influencia tras el bloqueo que retrasó sus investidura no hay que olvidar que gestiona uno de los mayores presupuesto autonómicos del país, solo comparable al de Cataluña. Por último, Guillermo Fernández Vara ha recuperado la presidencia de Extremadura tras cuatro años de travesía del desierto. Aunque en un primer momento se opuso a la candidatura de Pedro Sánchez, más tarde se alineó con el secretario general. Ambas posturas tienen un punto en común. Vara está, en general, en el bando contrario al de la presidenta andaluza.

Los últimos feudos del PP. Pese a la debacle del 24-M, los populares mantienen algunos de sus feudos históricos. Pero eso no quiere decir que no haya habido cambios en ellos. Tanto José Ignacio Ceniceros en La Rioja como Pedro Antonio Sánchez en Murcia toman el testigo para tratar de reanimar al PP. Ambas sucesiones han sido atropelladas. En La Rioja, después de veinte años en el Gobierno, Pedro Sanz anunció hace dos semanas que no sería candidato a la investidura pese a haber encabezado las listas populares. Su abandono, que facilitaba el acuerdo con C’s para la investidura, dejó paso libre a Ceniceros, presidente de la cámara autonómica hasta esta legislatura.

Aún más accidentada fue la elección de Pedro Antonio Sánchez, nuevo presidente de Murcia. La renuncia en 2014 del histórico presidente de la región Ramón Luis Valcárcel dejó en la presidencia a Alberto Garre. No era el candidato preferido del partido. Tanto Valcárcel como la dirección nacional preferían a Sánchez para ocupar el puesto, pero una imputación por cohecho aconsejó apartar temporalmente al consejero. Cuando esta se sobreseyó se sumó a la carrera por la candidatura en las autonómicas. Garre no tenía ninguna opción. Tras menos de un año en el cargo tuvo que dejar paso a Sánchez. En todo caso, ni Sánchez ni Ceniceros parece que vayan a tener una voz determinante en la política nacional ni en la vida interna del partido. Sus comunidades, de las más pequeñas, no les permiten una proyección excesiva. Más peso tiene Juan Vicente Herrera, un clásico que lleva años marchándose y aun así acaba de ser investido presidente por quinta vez. El presidente castellano-leonés se ha convertido tras las elecciones en una de las grandes voces críticas a la gestión de Mariano Rajoy dentro del PP.

La vida más allá de los dos grandes. Además de la lucha entre PP y PSOE por hacerse con poder autonómico, tres candidatos regionales han encontrado un hueco en sus comunidades. Uxue Barkos, durante muchos años una de las políticas mejor valoradas en toda España, será, una vez que pasen los Sanfermines, la nueva presidenta navarra. Lo hará, sin embargo, con una hipoteca importante.  La dirigente de Geroa Bai necesitará del apoyo de Bildu, Podemos e Izquierda Ezkerra para acceder a la presidencia. El peso que tengan estos en las políticas autonómicas está por ver, pero seguro que Navarra supondrá a partir del verano un quebradero de cabeza más para el Gobierno central.

Lo mismo ocurrirá con Canarias y Cantabria, donde gobernarán los regionalistas. En el archipiélago, Fernando Clavijo será investido el día 6 con el apoyo del PSOE. Su figura, aunque limitada a las islas, crece tras desbancar al anterior presidente, Paulino Rivero, al frente de  Coalición Canaria. En Cantabria, por su parte, vuelve a la presidencia Miguel Ángel Revilla, que abandonó el cargo en 2011 tras la victoria con mayoría absoluta del PP. Estos cuatro años le han servido para ganar en la televisión una relevancia pública que nunca habría obtenido en la política. Es, sin duda, una de las figuras emergentes y todo parece indicar que después de años saltando de tertulia en tertulia no se va a limitar a quedarse en la política autonómica.

Conocidas o desconocidas, nuevas o recuperadas, son esas las caras que gestionarán buena parte del presupuesto español. Que se comporten como virreyes o como presidentes será cosa suya.

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