La mujer de rojo

30 / 06 / 2015 Luis Calvo
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El pasado domingo se convirtió en la sensación del Psoe. Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, irrumpió de golpe como aspirante a primera dama. así es la media naranja del candidato socialista a la presidencia del gobierno. 

Cuando en diciembre de 2013 Pedro Sánchez comenzó en Don Benito su larguísima carrera para dirigir el PSOE y desde ahí tratar de saltar a la presidencia del Gobierno, solo había una cosa que, según confesaba, le pesaba de los constantes viajes. El entonces diputado raso y profesor de Economía, tuvo que restar tiempo a su familia. A sus hijas y, por supuesto, a su mujer, Begoña Gómez. Ella, que no milita en el PSOE, nunca se implicó en la campaña. “Es muy importante para Pedro, pero prefiere ser discreta y quedarse en un segundo plano”, explicaba entonces un miembro del reducido equipo con el que contaba Sánchez en su candidatura. Era una desconocida y no parecía tener ninguna intención de dejar de serlo.

Desde entonces, en alguna ocasión puntual, ha aparecido en la televisión (en Planeta Calleja) o en algún spot de la campaña de primarias, pero siempre de forma breve y para respaldar a su marido. El pasado domingo eso cambió. Cuando Begoña Gómez, rubia, alta, guapa y con imagen de triunfadora y una sonrisa permanente en la cara, subió al escenario en la presentación oficial de Pedro Sánchez como candidato a La Moncloa, se convirtió inmediatamente en coprotagonista del acto. Todo estaba pensado para causar esa impresión. El vestido rojo vivo de ella combinaba a la perfección con la corbata de él y ambos saludaban a los aplausos de sus compañeros. Pedro Sánchez pasó de ser candidato en solitario para convertir a la pareja en presidenciables. Por primera vez no solo el hombre se postulaba a presidente, Gómez subía también al escenario para lanzar su candidatura a primera dama.

¿Y quién es esa mujer que consiguió, con solo subir un escalón, convertirse en el centro de todas la miradas? Gómez está acostumbrada a seducir. Buena parte de su trabajo depende de ello. Licenciada en Marketing y Administración de Empresas por ESIC, ha dedicado buena parte de su carrera profesional al fundraising, es decir, a la captación de fondos para el tercer sector. Desde que se licenció ha trabajado para algunas de las grandes ONG internacionales: Amnistía Internacional, Greenpeace o Intermón Oxfam. Además, ha sido codirectora del título de Dirección de captación de fondos para el tercer sector que imparte la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad dirige Task Force, una empresa especializada precisamente en eso.

Malos momentos. Su vida profesional, muy intensa, es precisamente uno de los factores que podrían mantenerla más alejada de los focos. “No puede seguir el ritmo de un candidato”, explican en el PSOE. Pese a todo, parece difícil que Sánchez vaya a renunciar al tirón que con solo una aparición pública relevante ha demostrado tener su mujer. Y también parece difícil que ella no se preste. Mucho antes de que el ahora secretario general del PSOE decidiese hacerse a la carretera hace año y medio, ella ya se había echado en alguna ocasión a la espalda la carrera de su marido. Sánchez quedó dos veces fuera del Congreso de los Diputados, en 2008 y 2011, y su vida política estuvo a punto de acabarse. Fue ella la que entonces no permitió a su marido que se rindiera. Aunque no milita en el PSOE, mantiene buena relación con varios de sus dirigentes, amigos personales de Sánchez, y se encargaba de organizar comidas y cenas. Además, las niñas, de edad parecida a las del entonces secretario de Organización socialista Óscar López, sirvieron de nexo de unión para que la pareja nunca perdiera el contacto con el partido.

Y siguió detrás después, cuando, ya diputado, Sánchez empezó a plantearse asaltar la dirección socialista. “Siempre le ha tomado la lección”, bromea un miembro del partido. La complicidad de la pareja surgió desde el principio. Ella misma lo explicaba en el programa televisivo en el que apareció: “Fui con unas amigas a una fiesta y allí coincidimos con un grupo de amigos que me presentaron a Pedro. Fue un flechazo, la verdad”. Ocurrió hace ya once años.

Poco después él se mudó al piso de ella, en el barrio madrileño de La Latina, y en 2005 ya tenían su primera hija, Ainhoa. Esperaron todavía un año para casarse, por lo civil y en régimen de separación de bienes. Trinidad Jiménez, que en su momento, cuando era candidata a la alcaldía, le convirtió en uno de sus colaboradores fundamentales, fue quien ofició la ceremonia. La familia se completó poco después con Carlota, la hija pequeña del ya matrimonio. Las niñas acuden a un colegio público de Pozuelo, una población muy cerca de Madrid donde desde hace años reside la pareja.

“Vasca, por supuesto”. De los cuatro, Begoña es la única que no es madrileña de nacimiento. Ella misma se encargó de recalcarlo durante la breve entrevista que dio a Jesús Calleja: “Vasca, por supuesto”. En realidad, aunque nació en Bilbao hace poco más de cuarenta años, su familia es de Castilla y León. Concretamente de Valderas, un pueblo leonés de apenas 2.000 habitantes, muy cerca de Benavente.

Parte de lo que les unió, lo siguen compartiendo. Ambos son melómanos y acuden con toda la regularidad que les es posible a conciertos, especialmente de música indie. Ella ha acabado por cogerle el gusto a los artistas preferidos de él, La Habitación Roja y Björk, entre otros. Además, ella ha confesado que les encanta la playa y se escapan desde Madrid cada vez que pueden. Y comparten desde el domingo un único objetivo que ya no solo implica a Pedro Sánchez. Igual que otras parejas de políticos donde ambos reman en la misma dirección (Clinton, Obama...), el matrimonio Sánchez parece dispuesto a cambiar el lenguaje de las campañas españolas. Ya no se vende un candidato, si no un estilo de vida, familia incluida. Habrá que ver si la apuesta es buena. A los Clinton o los Obama, sin duda, les resultó. 

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