El holandés que revolucionó el fútbol

06 / 04 / 2016 Richi Esquilas
  • Valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

La muerte de Johan Cruyff conmociona el mundo del balompié, donde fue un innovador. Su legado es inmenso, sobre todo para el Barcelona, club al que llevó a lo más alto como entrenador.

Hay un dicho en la vida que dice que “es de bien nacido ser agradecido”. Y así es como debe sentirse cualquier persona, aficionada o no al fútbol, con el legado que ha dejado Johan Cruyff. Mucho en el plano futbolístico. Pero también en el personal. Definir al Flaco no es tarea fácil. Pero de sus propias palabras se puede extraer una definición casi perfecta. Cruyff fue una persona sincera: “Vivo con mucha intensidad, pero entre la actividad y el descanso tiene que haber un equilibrio”; un hombre ambicioso: “Si me encuentro un problema quiero saber cómo puedo resolverlo”; un tipo modesto: “No es necesario saberlo todo sino ser consciente de lo que no sabes”; una persona con carácter ganador: “Tienes que ser un batallador, invertir el 100% de ti mismo para recoger el 100% de tus posibilidades”.

Los que conocieron personalmente a Cruyff aportan alguna cualidad más al referirse a él como “aquel jugador espigado, fino y con el pelo alborotado”. Es el caso de Pichi Alonso (FC Barcelona 1982-1986) que destaca a Cruyff como “un jugador con un cambio de
 ritmo monstruoso y una excelente conducción con el exterior del pie. Jugaba siempre con la cabeza levantada y practicaba un fútbol bonito. Era muy elegante. Como entrenador no era metódico y apenas le preocupaba la preparación física. Para él, lo fundamental era que el balón fuera el protagonista. Su idea siempre fue que el futbolista tenía que sentirse jugador de fútbol”.

Y así se sintió Quique Estebaranz (FC Barcelona 1993-1994). Una única temporada bajo las órdenes de Cruyff le bastó para reconocer que Johan “fue un ilusionista con éxito. Destacó del resto porque consiguió que el modelo que creó hace treinta años aún perdure. Era un entrenador muy creativo y demostró que siendo valiente, al final acabas triunfando”. Estebaranz añade que lo que más admiró de él “es que tuvo siempre la fantasía de proponer algo tremendamente novedoso, en cuanto a riesgo y valentía, en un club como el FC Barcelona. Era una persona irónica, alegre y se enfadaba muy poco. Eso sí, era muy exigente y muy duro en las explicaciones porque siempre decía las cosas a la cara”.

Durante estos días muchas personas se han acercado al Camp Nou, no para despedirse de Cruyff, sino para agradecerle todo lo que hizo por el Barça y, sobre todo, por el fútbol. De todos los testimonios, se concluye que dentro de esa humildad que desarrolló desde bien joven, había una personalidad fuerte. Dos características aparentemente contrarias, pero perfectamente compatibles en la figura de Johan Cruyff.

El carácter intervencionista que tenía el holandés le hacía buscar la brillantez, la elegancia y la clase. Era un hombre muy perfeccionista. Los genios son así y Johan nació siendo un genio. Desarrolló ese don futbolístico que le brindó la vida y supo aprovecharse de él. Hay pocos jugadores que pueden presumir de marcar un gol cuando debutan por primera vez con un equipo. Cruyff lo hizo en cuatro ocasiones: con el Ajax en 1964, con la selección holandesa en 1966, con el Barça en 1973 y con los Ángeles Aztecs en 1979. Mucho de lo que fue Cruyff se debe a sus orígenes. Creció en el seno de una familia modesta, lo que le hizo madurar desde bien pequeño. La vida de Jopie, como le llamaba su madre, siempre estuvo ligada a un balón de fútbol. Jugaba en un barrio a las afueras de Ámsterdam, muy cercano al campo de su Ajax. Cosas del destino... y de la vida.

Pasó por todas las categorías del club holandés y debutó con el primer equipo a los 17 años. Pero tras diez años en el Ajax, aquel jugador deslumbrante, dinámico, ligero y profundo, decidió dar un salto en su carrera futbolística. Una decisión importante pero que el espíritu libre que caracterizaba al Flaco necesitaba en ese momento.

Johan siempre hizo lo que le dio la gana. Fue una persona muy testaruda. Y un claro ejemplo fue cuando decidió irse del Ajax. El club quiso venderlo al Real Madrid. Pero cuando el traspaso estaba hecho, el propio Cruyff no lo aceptó. Quería jugar en el Bar-ça y lo consiguió. En sus cinco años como jugador azulgrana marcó muchos goles y consiguió dos títulos. Johan se hizo enseguida con el cariño y el respeto de la afición. Muestra de ello fue que en su tercera temporada, en un partido frente al Sevilla, Hennes Weisweiler decidió sustituir al jugador alegando que “no estaba haciendo un gran partido”. Cruyff, acompañado de su fuerte temperamento, decidió abandonar el club a final de temporada. Sin embargo, era tan importante su figura en el club que fue el propio Hennes quien decidió dimitir.

La carrera de Cruyff continuó y decidió probar suerte en la Liga Estadounidense de Fútbol. Primero en los Ángeles Aztecs y, posteriormente, en los Washington Diplomats. Pero a Johan le gustaban los retos y decidió volver a España. Jugó en segunda división con el Levante durante unos meses y luego acabó la temporada en los Washington Diplomats.

Con 34 años regresó a Holanda para volver al Ajax. Tenía la sensación de que aún le quedaba algo por hacer en su club. Y, efectivamente, así fue. En la temporada 82/83 se inventó el famoso penalti indirecto. En lugar de tirar a portería, asistió a su compañero Jesper Olsen, quien le devolvió el pase, para que el propio Cruyff marcara ese gol.

Dentro de esa elegancia, ese cambio de ritmo, esa exquisitez... había también un espíritu rebelde en Johan. En su última temporada como futbolista y con 37 años, fichó por el Feyenoord, el máximo rival de su Ajax. Aquí terminó su carrera como futbolista. Al ser un jugador ofensivo, un delantero eléctrico y con desborde, Cruyff llevó el nueve a la espalda. Hasta que el 30 de octubre de 1970 en un partido contra el PSV Eindhoven y tras volver de una larga lesión en la ingle, tuvo que escoger el dorsal catorce porque el nueve lo llevaba Gerrie Mühren. Algo poco habitual porque en los años 70 no existían aún las camisetas personalizadas y los números superiores al once estaban reservados a los suplentes. Su rebeldía apareció de nuevo y desde entonces el catorce fue su número favorito. La superstición del Flaco superó límites insospechados.

Pero en la carrera profesional de los genios siempre hay un episodio negativo. En 1978, Argentina acogió el mundial de fútbol. Grande era la expectación que había en torno a Cruyff, pero el Flaco no acudió a la gran cita. Se especuló mucho sobre su ausencia. Quizá una protesta por la dictadura militar que vivía Argentina o un conflicto entre las marcas publicitarias de Johan y de la selección holandesa. Tuvieron que pasar más de treinta años para conocer el verdadero motivo de su ausencia: su familia sufrió un intento de secuestro en Barcelona. Un capítulo que estuvo a punto de acabar con su carrera futbolística y que le sirvió para darse cuenta de que “hay momentos en que hay otros valores en la vida”.

El mago con botas decidió convertirse en leyenda con gabardina. Cerraba una exitosa etapa para abrir otra de igual o mayor relevancia. Siempre fiel a sus principios. Porque Cruyff también fue una persona muy cabezota. No le importaba lo que el resto pudiera pensar. Él creía en una idea y la convirtió en un modelo. Un estilo que le llevó al éxito. A él, al Barça y, por qué no, al fútbol.

Aunque empezó como director deportivo, esas ganas de plasmar sus ideas y su concepto de lo que tenía que ser el fútbol le hicieron cambiar el despacho por el banquillo. Después de tres años en el Ajax, decidió aceptar el reto que le propuso José Luis Núñez en 1988.

Con su llegada al Barça, no solo hubo un cambio de estilo en el juego azulgrana, sino también a la hora de incorporar jugadores. El poderío físico y la altura dieron paso al toque, a la precisión y a la técnica. Los principios no fueron fáciles. Cruyff creía en su modelo. Y estuvo a punto de no poder desarrollarlo del todo pero al final se cumplió el dicho de que “el que algo quiere, algo le cuesta”.

Su fútbol total le hizo conquistar la Copa de Europa en 1992 con su Dream Team. La primera en la historia del Barcelona. Y el destino quiso que fuera de manos de Cruyff. El Barça dejó de ser un equipo acomplejado y es lo que es hoy gracias a Johan Cruyff.

Más allá de los títulos que consiguió como futbolista y entrenador, lo más importante es que el cruyffismo tuvo una influencia revolucionaria en el panorama del fútbol. A él le gustaba que sus equipos tuviesen un juego ofensivo y de control. Era partidario de la idea de que su equipo se tenía que construir desde el centro del campo. Fue el abanderado del fútbol moderno.

En un momento dado (como a él le gustaba decir), la única amenaza que puede existir sobre su modelo es que nadie crea en él. Pero una persona como Johan Cruyff, capaz de imponer el fútbol moderno y mantenerlo, y capaz de sustituir los cigarrillos por los chupa-chups, considerado uno de los grandes, junto con Pelé, Maradona y Di Stéfano, se merece que siga eternamente presente en la memoria del fútbol. 

Grupo Zeta Nexica