El baño de realidad de Oriol Junqueras

07 / 03 / 2016 Antonio Fernández
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Trabajó en el Vaticano, le gustan las barbacoas y lucha a muerte por una república catalana. Ahora es el ministro catalán de Hacienda y tiene que pedir dinero a Madrid. 

Foto: Albert Bertran

Un baño de realidad. Así califican la llegada del poderoso Oriol Junqueras al área económica de la Generalitat, donde ejerce, desde hace casi dos meses, de vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda. “Era consciente de lo que le aguardaba, no le ha pillado por sorpresa”, escenifica a pesar de todo una fuente muy cercana al político catalán. Pero una cosa es estar en la oposición para exigir y otra muy distinta tener responsabilidades de Gobierno y el deber de negociar con los “enemigos”. Un recalcitrante republicano, independentista, católico convencido e historiador de formación, está al frente de las finanzas catalanas.

Junqueras envió a Madrid una avanzadilla para reclamar más dinero. La comitiva estaba encabezada por el secretario de Economía, Pere Aragonès, y de ella formaban parte la secretaria general de Financiación Autonómica, Montserrat Bassols; el director general de Política Financiera, Josep Maria Sánchez, y la directora general de Presupuestos, Anna Tarrach. El motivo era negociar que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro envíe más dinero a Cataluña para poder pagar las nóminas de los funcionarios y negociar al mismo tiempo una rebaja en los intereses de los créditos concedidos a través del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA).

De hecho, el Gobierno central se ha retrasado dos años en los pagos que debía realizar. Para el mes de marzo deben llegar 350 millones pero, el presidente catalán, Carles Puigdemont, quiere otro tanto para poder pagar la paga extraordinaria de junio a los funcionarios. Montoro no pondrá impedimento para enviar el dinero, pero la situación ha supuesto una ducha escocesa para los independentistas.

El Gobierno catalán, tras varios años de recortes, anunció que este ejercicio subirá los salarios de los trabajadores públicos un 1% y que se abonará la paga extraordinaria de junio que se había suprimido. Y estas medidas, evidentemente, han empeorado las perspectivas económicas de la Generalitat.

Ante la difícil situación, la estrategia de Junqueras será “negociar, negociar y negociar”. Así lo resume uno de sus estrechos colaboradores. Y eso da una idea del talante del independentista más independentista del Gobierno catalán. “Lo que tenemos que hacer es trabajar y solucionar los problemas de la gente. Y a pesar de las grandes diferencias con el Gobierno central, estamos abiertos a sentarnos con ellos cuantas veces sea preciso”, añaden las fuentes.

Diplomático y astuto. Ante esta situación, Junqueras aplica la discreción y la diplomacia. De hecho, es un diplomático en potencia. Habla poco, pero cuando lo hace es consciente del alcance de sus palabras y de sus cargas de profundidad. De él podría decirse que es discreto como un fraile y efectivo como un embajador. En el Ejecutivo de Carles Puigdemont, el hombre que maneja las finanzas es algo más que un ideólogo: es la personificación de un estilo, caracterizado por el diálogo.

Durante la última legislatura de Artur Mas, mantuvo una constante batalla con Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y evitó que Esquerra Republicana (ERC) entrase en el Gobierno, como le pedía el presidente de la Generalitat. No quería “quemarse” en un Gobierno que debía aplicar recortes brutales, al tiempo que estaba en desacuerdo con algunas medidas adoptadas por Mas. Pero la prioridad de Junqueras, como de ERC, era llevar adelante el proceso independentista y por eso se alió con el “diablo”.

El líder republicano supo mantenerse en segundo plano, sin estridencias y sin aspavientos, apoyando lo justo al Gobierno para provocar la convocatoria de unas “elecciones plebiscitarias”. Tras el 27-S, a pesar de que Junts pel Sí (JxS) no obtuvo la mayoría absoluta, volvió a aplicar la estrategia del silencio: hablar poco y no salir a la palestra. Que se quemen los otros. De hecho, Junqueras fue perdiendo todas las batallas pero ganando la guerra. “Logró llevar a Convergència al terreno del independentismo. No se movió el eje fundamental de ERC, sino el de CDC. Y eso es un mérito muy grande. En cierto que sucumbió a Mas y no tuvo más remedio que aceptar la gran coalición y formar JxS, pero el ideario de esta coalición era más de Esquerra que de Convergència. En eso le ganó la partida a Artur Mas”, dice uno de sus compañeros republicanos. La presión para que ERC no concurriese en una lista separada supuso un duro golpe para él, pero no podía arriesgarse a una gran campaña de las instituciones catalanas, de CDC y de la “sociedad civil” acusando a Esquerra Republicana de haber hecho naufragar el proceso independentista.

Pero eso le supuso también tensiones internas. Una fuente crítica de ERC explica a Tiempo que “durante las negociaciones del nuevo Gobierno tras el 27-S, ERC siempre fue a remolque de Convergència. Quien negoció las condiciones con la CUP fue el propio Mas, desplazando a Junqueras. Y, como quien dice, nos enteramos de los pactos por la prensa. Esquerra fue una segundona en la formación de este Gobierno”. Lo cierto, sin embargo, es que Junqueras logró el control absoluto del área económica del Ejecutivo de Carles Puigdemont, tal y como había pactado con Artur Mas.

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